Si yo fuera rico.

Abrir los periódicos y ver que un multimillonario ha comprado un equipo de fútbol es algo que ya no sorprende. Jeques árabes, amos del petróleo, dueños de holdings empresariales, constructores, cabezas de sagas familiares, amos de gaseoductos, señores del acero o grupos de inversión planetarios. El dinero llama al dinero y el deporte, como se ha comentado varias veces en esta misma columna, es una inversión de moda.

Imagino que estás leyendo esto recién incorporado al trabajo o a punto de volver de vacaciones. Quizá una parte de tu tiempo de veraneo lo has pasado en un pueblo remoto. Esa localidad que en periodo estival multiplica su población y que tiene más alicientes de los que a veces nos paramos a pensar cuando estamos disfrutando del ocio y el entretenimiento. Porque nosotros volvemos a casa, a la urbe habitual en la que nos movemos. Pero el sitio se queda. Y se quedan sus gentes. Y volviendo al hogar me ha dado por pensar que si yo fuera rico, en lugar del Paris Saint Germain o el Valencia, yo lo que me compraría es un pueblo. O mejor aún, organizaría uno nuevo sin los vicios que tiene habitualmente cualquier pueblo. He pasado muchas horas jugando el SimCity, me veo preparado.

Comenzaría a construirlo desde cero, con zonas residenciales atractivas para los futuros vecinos. Habría, por supuesto, interesantes zonas comerciales cercanas a nuestras viviendas. También zonas industriales sostenibles posiblemente un poco más alejadas. El terreno adquiría valor con el paso del tiempo. Tendríamos que sopesar la manera de conseguir energía sin pasar por los aros existentes. Conectarnos con el resto. Malabarismos pero de los buenos. De los que reírnos con. Sin hacer reír al resto. No reírnos de.

Si yo fuera rico no tendría que endeudarme ni pensar en subvenciones. Tendría unas excelentes instalaciones municipales. Las fiestas de mi pueblo serían la envidia general. Habría servicios urbanos de calidad. Iríamos creciendo de un modo lógico, alejados de enganches financieros o de servidumbres. Tendríamos el transporte público más eficiente de la comarca. El alcantarillado, las licencias y las obras menores, por poner tres ejemplos, se cimentarían racionalmente.

¿Y qué me dices de la pillería y trampa típicas españolas? No las habría porque no serían necesarias. Comunicaríamos eficazmente, sin opacidad ni mentiras. Las fotos, después. Seríamos punto de encuentro, punto de paso, punto de partida y punto de retorno.

Mi pueblo sería tu pueblo y vendrías encantado a vivir conmigo.

Y quizá, cuando nuestro pueblo hubiera crecido lo suficiente, fundaríamos nuestro propio equipo de fútbol. Y entonces, con los años, nos convertiríamos en una ciudad y querríamos irnos a un nuevo pueblo. Y habría que fundarlo. Y soñaríamos de nuevo que somos ricos y capaces de hacerlo.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 30 de Agosto de 2017

Vuelve el fútbol.

Hasta el otro día, cuando disfruté de los noventa minutos completos del partido de ida de la Supercopa de España en el que el Madrid barrió al Barça, el último partido de fútbol que había visto entero fue la final del Mundial de Sudáfrica cuando España ganó y Casillas le estampó aquel memorable beso en los morros a la Carbonero.

Han pasado siete años y desde aquel momento no digo que no siguiera un poco el asunto futbolero, porque si vives en España es imposible abstraerte del todo (medios de comunicación, conversaciones con amigos, redes sociales), pero no veía más que algún resumen o ese golazo por jornada que metía fulanito y corría como la pólvora por los WhatsApp de turno.

Hace un tiempo la cosa era distinta, incluso iba al campo a ver al Valencia, el equipo familiar, hasta me uní a una peña del club en Madrid y asistí en directo a la final de la Europa League que ganamos en Goteborg al Olympique de Marsella. Pero entre unas cosas (las dos finales de Champions perdidas por un lado) y otras (mi hijo quiso una equipación del Real Madrid por su santo) el asunto ha tenido que cambiar.

La guinda se sirvió hace unos días cuando en un evento familiar mis primos me convencieron para que me uniera a ellos en la Liga Fantástica Marca, ese juego en el que tienes que formar tu once fichando y vendiendo jugadores, compitiendo contra el resto de amigos en una competición privada. Zalazar (del Albacete) era mi estrella cuando participé por última vez en esta historia, y los cambios de cada jornada se realizaban por correo o por teléfono. Tela.

Hoy ha terminado la primera jornada y mi alineación titular me ha dado la sorpresa de encabezar la clasificación familiar, tras empollarme las noticias de la pretemporada y devanarme los sesos formando un equipo medianamente sólido. Yo que hasta hace unas horas no conocía más que a Messi y Ronaldo.

Ya veremos cómo acaba la cosa, pero estos once tíos me han dado una alegría y quizá las ganas de seguir con un poco de interés junto a mi hijo (que me ayuda con sus cromos) un deporte que me tenía totalmente desencantado. Por lo menos hasta la fecha sigo con interés los fichajes, las estadísticas y el mercado en busca de alguna ganga.

Mis primeros 69 puntos son fruto de Cuéllar de portero (paró un penalti); Cancelo (buscando desde ya un sustituto pues se va de España), Juanfran y Muniesa de defensas; Gabriel, Joaquín, Jurado, Enzo Zidane (el único que no me puntuó en esta primera jornada) y Celso Borges de centrocampistas y Baptistiao y Kike de delanteros.

¡Ataos los machos primos y amigos, este año la Liga Fantástica va a estar cara!

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 23 de Agosto de 2017