Las personas que llegan lejos.

Las personas que llegan lejos no se dejan influenciar por las frases de los libros de auto-ayuda, pero leen todo tipo de publicaciones y separan el trigo de la paja. No les afectan, más que lo imprescindible y necesario, los reveses profesionales, aunque toman buena nota de sus errores e intentan no volver a cometerlos. Se comunican con el mismo lenguaje tanto en persona como a distancia y la buena educación les delata. No separan a la gente entre buenos y malos, cada cual tiene algo que aportar y algo de lo que aprender.

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Las personas que llegan lejos reorientan sus motivaciones a diario y no cambian sus objetivos en función del momento. Valoran más a su familia y amigos que a su trabajo y entrenan sus habilidades para compaginar ambas facetas de su vida. Saben decir que no cuando es necesario, no sufren psicológicamente cuando cambian de opinión por motivos fundados. Tienen hobbies sanos y disfrutan de ciertos excesos de vez en cuando. Se forman continuamente y nunca dan nada por sabido del todo.

Las personas que llegan lejos son sinceras, fieles, emotivas, dan la razón al contrario cuando la tiene y no le duelen prendas en reconocérselo. Tienen una envidiable fuerza de voluntad para afrontar las tareas que menos les apetecen y disfrutan cada día como si fuera el último. Tratan bien a todo el mundo y priorizan con envidiable acierto. Miran a los ojos cuando hablan y dan con la fuerza adecuada los apretones de manos. Piensan bien.

Las personas que llegan lejos tienen muchos ejemplos en los que mirarse, porque llegar lejos está más cerca de lo que imaginamos.

 

 

 

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