Nuestras madres, nuestras mujeres, nuestras hijas

Todos tenemos al menos una mujer en nuestras vidas: nuestra madre. Y con motivo de su día el pasado domingo, creo que merecen un pequeño homenaje, ese que les regateamos siempre y que nunca es suficiente. Ese que ya, ese que ahora. Ese que va.

Comienzo por Milagros, mi madre, toda su vida trabajando de maestra, enseñando (asignaturas y otras cosas que sólo los verdaderos maestros saben enseñar) a los críos que tiene todavía cada día en clase. Mi madre me parió con dieciocho y la confundían con mi hermana en cuanto crecí un poco. Mi madre ha estado al pie del cañón echándose la casa a hombros y sacando adelante a dos hijos con muchas alegrías, algunas penurias y más de un zapatillazo. Seguro que os veis identificados en estas letras y decís que la vuestra tal y cual, pero como la mía no hay ninguna. Mi madre es tope de gama, como dice mi hermano. Nombrar a mi madre saca una sonrisa en la cara a cualquiera de sus conocidas. Como para no estar orgulloso, como para no querer seguir sus pasos. ¡Gracias Madre!

Y seguimos andando entre mujeres, porque algunos tenemos además la suerte de añadir otras protagonistas femeninas a este camino que nos toca recorrer entre la vida y la muerte, entre que nacemos (nos paren) hasta que morimos (nos entierran). Personalmente puedo sentirme afortunado porque otras tres pedazo de tías me están acompañando o me han guiado hasta estos días y lo que me queda por delante: Mi esposa, mi abuela y mi hija.

Paz, mi mujer, madre también de Paz, mi hija, que se iba a llamar Aurora, como mi abuela. Y es que la conexión entre las tres ha sido siempre muy especial. Paz madre es la lotería que a uno le toca en vida y Paz hija tiene todas las trazas de ser tan grandísima persona como la que le dio nombre. Una nena de once años mezcla perfecta entre el sentido común de una visión de la vida privilegiada y el desparpajo lógico de su feliz infancia. Las dos Paces son un equipazo que a los Nachos nos dan sopas con onda. Qué bueno es reconocerlo, qué bien se queda uno sabiendo que está en buenas manos. ¡Gracias Paces!

Acabo con mi abuela, estandarte Ruiz (ese segundo apellido que muchos confunden con el primero pensando que tengo nombre compuesto). Esta bandera sí me representa, ondeada por ella al son de sus enseñanzas, que son tantas que me faltan líneas. Que aún desde el otro lado me enseña cada viernes sus puntos de vista únicos y auténticos, como la estación de lluvias que llega tras la época desértica.

Es una suerte tenerlas, es un placer disfrutarlas, es un orgullo acompañarlas.

Nuestras madres, nuestras mujeres, nuestras hijas.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
8 de mayo de 2019

Un plan para los jueves

De todas las cosas que se pueden hacer un jueves por la mañana en Murcia, ninguna tan auténtica como acompañar a tu madre al “mercao”. Realizar este recorrido entre vendedores ambulantes es como viajar en el tiempo. Hacía tantos años que no venía por aquí. Recuerdo cómo aparcaba el seiscientos con mi hermano y conmigo dentro mientras corría a comprar antes de dejarnos en el colegio. Recuerdo el olor de los churros. Recuerdo verla venir de vuelta cargada de bolsas mientras nosotros nos peleábamos y toqueteábamos la radio.

Recorremos las callejuelas en que se ha convertido la larga y amplia Avenida de la Fama mientras te invaden sonidos, colores y sobre todo olores. En el “mercao” hay dos formas de comprar: la de buscar sin mucho ahínco a la espera de la sorpresa o la de ir a tiro hecho. En la segunda vas con prisa, en la primera disfrutas del gallinero. Gente que se gana la vida cada día en una ciudad diferente. Una gitana vende tres bragas a un euro junto al clásico afilador de cuchillos con su inseparable moto en ristre. En el “mercao” puedes comprar un vestido de playa para tu hija o un kilo de melocotones a mitad de precio, unas zapatillas de estar por casa o el cupón de la ONCE, una camiseta de la selección española o un bolso de imitación. Alguien grita que las cabezas de ajo están en oferta, otro intenta convencerte de que los calzoncillos de pata son mejores de algodón que de lycra.

Muchos saludan a mi madre e incluso la llaman por su nombre. Los genes de la sociabilización me han llegado vía directa. “Te he guardado las judías verdes-verdes que tanto te gustan. Vale, ahora vuelvo a por ellas.” El aroma del apio, las berenjenas y los reventones tomates “coloraos” le recuerdan a la suya, a mi abuela. Quizá por eso viene tanto. Quizá yo venga más cuando ella no esté.

Cuando al día siguiente paso por este lugar pienso que he vivido un sueño. La fresca jaula de grillos llena de toldos arrojando su maravillosa sombra se ha vuelto a convertir en el maldito asfalto y sol abrasador. Siempre me ha sorprendido la capacidad que tienen las ciudades y los humanos de transformarlo todo de un modo tan profundo o de una forma tan efímera. Como estos churros que se van a echar a perder si no nos los comemos pronto.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
27 de junio de 2018

Foto: Archivo General de la Región de Murcia