Nostalgia de lo auténtico

Es febrero en Murcia y el sol ya pica. No es algo nuevo por aquí. Lo diferente esta vez es otra cosa. La primavera se abre paso, con dos meses de adelanto y paso firme, tras una nueva vuelta al Sol, como siempre. Los cambios de estación provocan melancolía.

En estos días de funambulismo echamos de menos más que nunca, saltando de liana en liana, evitando por centímetros darnos de morros contra el suelo a lo trapecista. Lo que teníamos y no valorábamos. Música que suena distinta, películas lucen raro, lecturas que acompañan un poco menos, rodeados de un continuo ensayo general, una frialdad contagiosa, un estado catatónico. Un desasosiego constante observando el entorno a través un muro de metacrilato, esta morriña perpetua, la sensación de haber vuelto a la casilla de salida, de vivir en una fase beta siempre a punto de relanzarse, pero no.

Nostalgia de improvisar una cena romántica con tu mujer sin tener que hacer imposibles malabares, que tus hijos jueguen a lo burro con otros niños, de abrazar a tus padres y hermanos, cantar a voz en grito mientras suena tu canción preferida en un bar abarrotado, buscar un hueco a codazos en la barra con tus amigos, compartir con un desconocido un mini de cerveza en un concierto, ayudar a llevar las maletas a un abuelete en el aeropuerto, dar la mano a un cliente tras cerrar un trato, cruzar la línea de meta y abrazarte empapado en sudor al que te acaba de ganar por un segundo, un café al sol en una terraza abarrotada.

Nimiedades hace un año, reveladas ahora como lo único importante de nuestras vidas. Ojalá cuando volvamos a poder disfrutarlas sepamos valorarlas, porque capaces somos de darlas por sentado de nuevo cuando esto pase, que pasará, y entonces sí que nos mereceremos su pérdida. Su robo, su arrebato, porque esta vez ha sido a mano armada y con premeditación.

No sé si por haber estrenado gafas de cerca, pero intuyo que no hay medicina para este amago de depresión, para este inicio (o final, a saber) de la midlife crisis, lo auténtico volverá sólo cuando podamos volver a juntarnos, el ser humano es humano por eso, por relacionarnos, socializar, tocarnos, por eso que no vale nada, pero nos lo devuelve todo. Por eso que ahora nos falta.

Nacho Tomás
HISTORIAS DE UN PUBLICISTA
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
Febrero de 2021

El Proceso

Cambiar de rutinas no es, ni mucho menos, tarea fácil.

Existe una serie de actos desarrollados por nuestra cabeza y cuerpo de una manera casi robótica. La memoria muscular actúa con una fuerza comparable a la magnética, simplificando la mayoría de las acciones que realizamos de una forma más o menos frecuente. En principio podemos pensar que se trata de algo bueno, positivo, e incluso beneficioso. De hecho, a efectos académicos o aplicados a la enseñanza, la utilidad es máxima y exponente incluso de muchas teorías educativas.

Pero, como en casi todo, existe un lado oscuro.

El mayor inconveniente de este proceso mental, la cara oculta del asunto, en mi opinión, es que la vida sedentaria y monótona a la que nos somete la sociedad en que vivimos ha acabado por ampliar el número de movimientos que se rigen mediante esta máxima.

Cinta de Moebius

Llamaré “El Proceso” a una serie de consejos que uso (y te propongo) para interpretar las señales que nos envía el cerebro, a captar la esencia que separa el instinto de la mecánica, a entender mejor las acciones en nuestro día a día, ya que, excepto las funciones fisiológicas (el primer nivel de la archiconocida Jerarquía de las Necesidades de Maslow) el resto deberían obedecer a procesos más o menos pensados e interiorizados, pero nunca “rutinizados”.

Mañana por la mañana, no utilices el abre-fácil del tetrabrick de leche, ábrelo con tijeras y cambia el orden habitual de café, leche y azúcar. Aparca el coche una noche en la calle, aunque tengas garaje propio, y recuerda dónde está a la mañana siguiente. Cepíllate los dientes con la mano izquierda. Pon el libro al revés y lee así una página cada diez de tu libro de mesilla, pero en lugar de hacerlo en la cama, cámbiate al sofá.
Si eres motero, prueba a cambiar de casco y cuenta los días que tardas en ponértelo igual de rápido que lo hacías con el anterior modelo, y en cuanto lo hayas conseguido, vuelve al casco anterior. Inventa cada noche un cuento para tus hijos, mezclando lo mejor de los que te sabes. Cuando salgas a correr, gira por esa calle que nunca pasas o haz el recorrido en sentido contrario. Benditos desvíos provisionales. La próxima vez que hayas quedado con alguien, intenta que se te haga pronto y disfruta del lugar al que has llegado mirando los techos de los edificios que te rodean, apuesto a que, por mucho que los conozcas, encontrarás detalles sorprendentes.

Repite todo esto a diario cambiando algo.
Escapa de la Cinta de Moebius.

Nota: Artículo publicado originalmente en TechPuntoCero en Septiembre de 2012. (LINK).

Los grandes males de la sociedad actual.

Este va a ser un post corto, directo y, si queréis, participativo.

No puedo dejar de darle vueltas a lo que sucede a mi alrededor y me pregunto: ¿Cuáles son los grandes males de la sociedad actual?

Acomodo Sofa

En mi opinión el asunto es claro, desde el sofá no se soluciona el mundo. El acomodo es el gran enemigo..