San Ignacio y el verano

Llamarte como tu padre y como tu hijo entraña unas obligaciones y genera unos derechos que no siempre se valoran. El mero hecho de bautizarte con cualquier nombre ya te perfila, sin que lo intuyas, hacia unos comportamientos que dejan en mantillas la astrología y demás patrañas, orientando desde pequeño ciertas conductas espejo o rechazo. Ya no se estila poner a los hijos los nombres de los padres, por eso adquiere aún más especial sentido celebrar un día como el de hoy en familia con tres generaciones que lo comparten (junto al apellido), encontrándome cómodamente en medio por ahora y ojalá desplazado hacia un lado dentro de unos años.

San Ignacio de Loyola era un valiente, decía mi abuelo, un santo sin duda diferente a los que estamos acostumbrados. Hay una película filipina que plasma, en rollo cutre serie B pero muy dignamente en mi opinión, su vida de juventud y cómo pasó de jugador y mujeriego a creador de una de las órdenes religiosas más influyentes del mundo. Un tío original y dado a extremos: soldado antes, tullido después, hijo de nobles de primero y mendigo por vocación de segundo, estudió en La Sorbona de París y cocinó para enfermos. Se dice que pudo matar a un hombre en una noche de borrachera, habitual de broncas nocturnas, e incluso tener una hija. Un buen pieza, vamos, que tras tener una revelación, cambió profundamente y acabo canonizado, siendo muy probablemente el único personaje del santoral cristiano con antecedentes policiales.

Hoy es 31 de Julio, se celebra San Ignacio y ha sido siempre una fiesta en casa, todavía más desde hace diez años con la llegada del tercero. Es un momento bisagra, comienza oficialmente el verano y estamos en el campo, disfrutando de la naturaleza, el frescor nocturno y, desde el año pasado, inicio también de unas merecidas vacaciones que tras más de tres lustros sin disfrutarlas, he decidido tomarme obligatoriamente cada estío, apagando el móvil, sin responder a los correos y pensando sólo en lo bien que sienta no hacer nada más que comer, beber, leer, tocar la guitarra y estar con mi familia dando tumbos por los montes. Sin viajes ni despertadores, sin estrés ni notificaciones. Sin nada pero con todo.

Por eso, ahora sí, esta será la última columna hasta septiembre, donde prometo volver, si me dejan, con fuerzas renovadas, ganas de escribir y con algo aprendido de lo que el Santo de mi nombre pudo transmitirme queriendo o sin querer, porque muchas veces lo que se transmite es involuntariamente lo más eficaz y menos obligado.

“Libre es aquel que se concentra en jugar las cartas que le han tocado, y esclavo quien se dedica a protestar y a exigir otro reparto.”

Toca jugar, toca asumir, toca concentrarse.

Toca verano.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
31 de julio de 2019

De consejos

Basta tirar de matemática básica para hacer un cálculo aproximado de la infinita cantidad de consejos que uno recibe a lo largo de la vida. Naces y en principio, al menos durante unos meses, estás a salvo. Pero dura poco la fiesta, en cuanto comienzas a entender lo que tus padres quieren decirte mediante gestos o palabras, la maquinaria de las lecciones se pone en marcha. Luego vienen los amigos exportando situaciones propias como comunes, más tarde el copia-pega se adueña de los compañeros de trabajo que se acomodan (nos acomodamos) en la hipotética uniformidad de la construcción de pensamientos para advertir, aconsejar y prever siempre con idéntico resultado: errores de visualización garrafales y frustraciones generales.

Pero no se vayan todavía, aún hay más: La paternidad. Te conviertes en padre y asumes con total naturalidad el rol que la naturaleza ha dispuesto para ti, obviando de nuevo que tus hijos no son tú. Que tus experiencias están prejuiciadas y las suyas no. Mira a tus hermanos, misma educación, mismas ventajas, misma carencias y polos opuestos casi siempre.

Quiero pensar que el ser humano es así por naturaleza, sin maldad, sin acritud, quizá con algo de soberbia o extras de experiencia necesitados de ser compartidos, trasladados mediante el lenguaje hacia otros que piensas pueden estar en una situación mínimamente parecida a la que tú estás en este preciso instante visualizando, pero que hace referencia a momentos tan pasados, tan dispares y tan remotos en tiempo y espacio que se parecen realmente como un huevo a una castaña.

Y aquí comienzan los problemas. Me explico. Tienes que ver esta película, escuchar esta canción, ir a esta ciudad, leer este libro o probar estas zapatillas. Pero cuando disfrutaste la película, cantaste la canción, visitaste la ciudad, abriste el libro y corriste con esas zapatillas eras tú. No eras yo ni yo era tú. Cuántos consejos a destiempo, no solicitados y absolutamente innecesarios a la par que inútiles.

Pero aquí seguimos, dándolos y recibiéndolos a todas horas. Qué bonito, por otra parte, si lo miras a través del cristal del altruismo, del que no estamos precisamente sobrados en estos días.

Error tras error seguimos creciendo, asimilando pasos ajenos como propios sin serlo. Como esa pieza de puzle que no encaja del todo pero forzándola intentas colocarla y puede pasar por buena en un vistazo poco profundo. En realidad somos todos tan distintos que incluso en el mismo sitio, a la misma hora y con el mismo bagaje acumulado, sentiremos diferente.

Por eso acabo con esta reflexión. De los millones de consejos que se reciben sin pedir, de vez en cuando uno te abre los ojos. Y tuve la suerte de que me lo dieran hace unos meses en una cena con improvisados compañeros. Aplicarlo es mi reto futuro. Creo que voy en el camino. Siempre bien acompañado.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
3 de julio de 2019

Hecatombes de estar por casa

Pasarán los años y recordaré aquella mañana como una de las más negras a nivel laboral de las muchas que me ha tocado sufrir. Y si no la más, al podio va seguro, de eso no hay duda, aún con casi veinte años de experiencia a las espaldas. Y es que por más profesional que te vuelvas, por más control que pongas en los procesos y por más que confíes en las personas (delegando, presuponiendo, encargando) el mundo de las relaciones humanas es complejo y un desliz en cualquier eslabón de la cadena puede hacerse bola poco a poco, atragantando a más de uno por el camino. El dichoso efecto mariposa, con lo bien que queda escrito y el daño que puede llegar a provocar.

Fue una mañana con más llamadas telefónicas de las que una persona puede recibir o enviar con una mínima capacidad de atención, más whatsapps de los que se pueden leer y más mails urgentes de los que realmente debieran serlo. Un cúmulo de pequeños despropósitos que por separado son minucias pero unidos son una bomba. Hecatombe.

Diferenciar lo importante de lo urgente no es sencillo, menos todavía si por medio entran factores externos, con cientos de personas implicadas y la incapacidad de tener atados todos los cabos. Suelo controlar los escenarios a los que me enfrento pero aquel, lo reconozco, me pasó por encima, dejándome totalmente desbordado. Los dos años menos de vida que de golpe me cayeron y las siete canas que flamantes y nuevas nacieron en mi frente, provocaron que al mirarme al espejo me preguntara tantas cosas que mejor ni responderlas, ni pararte a enumerarlas desbordado por el agua que de un momento a otro alcanzaría mi cuello.

Pero no. Otra vez. Siempre no.

Suelen desembocar estas situaciones en injustos pagos de platos rotos, en llevarte a otras facetas vitales lo que arrastra el lodazal, afectándote tanto que por no llorar, acabas riendo. Pero de flojera. Escribí las líneas de arriba el día D y hoy, releyéndolas, me convenzo de que todo al final se arregla, como siempre acaba pasando. Seguro que al final no importa, seguro que al final el polvo se posa en ese recuerdo como tantas otras veces, seguro que incluso puede que lleguemos a olvidarlo. Porque el momento pasa y la reputación queda, situándose al mismo nivel del amor o la gravedad, que como todos sabemos pueden atravesar dimensiones físicas y teóricas.

Fue un caos de proporciones bíblicas mientras lo vivía, reducido a una sencilla mueca en la cara al mirarlo por el retrovisor tan solo un par de meses después. La típica hecatombe de estar por casa.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
27 de febrero de 2019

De la profundidad

En Murcia hay un pueblo que daría para película. Se llama “La Unión” y está al lado de Cartagena. Es un municipio nuevo, mezcla de antiguas poblaciones que se fusionaron independizándose de la cercana ciudad portuaria, creciendo tan a lo bestia que por algunos fue bautizada como la California española. Pero lo que sube tan rápido suele descender a la misma velocidad, perdiendo, principalmente por la crisis minera, dos tercios de su pico de treinta mil habitantes en poco más de treinta años.

Su Parque Minero merece una visita, con la mina Agrupa Vicenta como vértice de una ruta con mucha historia. Si además se adereza con un buen guía, premio seguro. Se nota que Diego, el que tuvimos la suerte de disfrutar, sabe de lo que habla y lo transmite de esa forma que solo algunos son capaces, mejorando aún si cabe el precioso recorrido. A tus pies un museo atemporal que te sube desde abajo, envolviéndote. El sistema de extracción de “cámaras y pilares” ha provocado la generación de unas bóvedas únicas en el mundo, perladas de decenas de columnas naturales de pirita que llegan a alcanzar los ocho metros de altura a ochenta metros de profundidad. Todo ello coronado con un lago subterráneo de rojas aguas ácidas.

Hasta aquí la parte bonita de la historia. Ahora toca el lado oscuro. Muertos, horarios infernales, destajos imposibles, silicosis y explotación infantil. Nos contaban que para cobrar el jornal tenían que sacar treinta y siete “cunas” diarias llenas de mineral. No había sueldo normal, el pago eran cupones canjeables por alimentos adquiribles en el economato propiedad del dueño de la explotación. Trabajar para poder comer y círculo cerrado. Los mineros morían antes de los cuarenta y su plaza podía ser heredada por los hijos, que debían falsear su edad para con nueve o diez años fingir el mínimo de catorce y directos al tajo y muerte. Una sociedad, fiel reflejo del sector, hasta hace bien poco anclada en sus profundidades, en sus laberintos más internos, aplastada quizá por una carga de siglos.

No creo que jamás ninguno de nosotros podamos hacernos una mínima idea de lo que es trabajar en una mina. Sí creo que la culpa de la sensibilidad que muchos sentimos asociada a la minería la tiene “Trabajo duro”, esa monumental canción de El Último de la Fila que, durante muchos años y entre sueños, me despertaba con esa maldita sensación de tristeza infinita. Sus acordes y letra se transmitirán en mi código genético, es lo que tiene la música eterna. Cómo se mete en el alma, cómo se enreda al corazón, cómo pone la lija en la garganta. Como cuando deambulas pensativo entre las galerías de alguna mina.

Si no lo has hecho ya, estás tardando.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
6 de febrero de 2019

El mundo comprimido

“Nos vemos cerca de Galicia, junto a las Vías Verdes.” Este whatsapp resume en 10 palabras lo que supone estar presente en FITUR, la segunda más importante feria de turismo del mundo según algunos medios de comunicación, un evento que en esta edición de 2019 ha contado con más de 250.000 participantes, presencia de 165 países y regiones, 700 autoridades sumando embajadores, ministros y presidentes, donde se han celebrado 9.150 reuniones entre empresas y 49.711 citas en la agenda digital, generando en conjunto un impacto económico de unos 325 millones de euros.

Era la primera vez que acudía por trabajo, lo había hecho otras veces por placer, y la diferencia es enorme. Visitante o currante. Estar dentro es respirar las cuatro esquinas de este redondo mundo que cada vez es más pequeño. Infinitos stands, distribuidos por zonas geográficas a través de pabellones, en los que pasar en un segundo de estar hablando en inglés con el responsable de marketing de una cadena hotelera de Senegal, disfrutar del café de la República Dominicana aderezado con el precioso acento caribeño del español hablado en esa parte de América, probar un queso francés, ver un desfile de trajes regionales de Albacete, alucinar con la artesanía de Costa de Marfil o los detalles de Irán. Aproveché para darme también una vuelta por Tokio, pues el año que viene toca correr su maratón.

Pero no sólo de lo tradicional vive el turismo: tecnología, cine, música, salud, know-how, exportaciones y deporte, cómo no, tienen su cabida aquí. Muchas empresas aprovechan el lógico tirón de lo saludable para ofertar servicios turísticos asociados a mil y una opciones, entre ellas la bicicleta, con ideas como Bikefriendly que hace la vida más fácil a los que quieren disfrutar de sus vacaciones dando pedales. Entre las bicis y la importancia que todos los expositores dan a la comunicación online me sentí como pez en el agua. Por supuesto, mucha presencia murciana, amigos de los medios de mi pasado laboral junto a otros grandes profesionales de la región. Qué agradable la sensación de sentirte en familia a mitad de tantos países y qué mejor forma de hacerlo que con una Estrella Levante en la mano.

Casi todos los pabellones de IFEMA se usan para este gigantesco evento. Voy con cierta frecuencia al recinto ferial de Madrid y nunca había visto tal despliegue. Merece la pena. Como un parque temático mundial comprimido en unos cuantos metros cuadrados. Un mundo que se nos acerca pero al que deberíamos aplicar la sostenibilidad y la ética para que no se nos vaya de las manos. Que nuestros tataranietos puedan acudir a Fitur en el 2519 y sigan disfrutando de esta preciosa variedad.

Como decía mi camiseta preferida de hace unos años y con todos los respetos: “Be a traveller, not a turist.”

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
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Artículo publicado en La Verdad de Murcia
30 de enero de 2019

España Central

Iniciativas como Madrid Central no son algo nuevo en España, otras capitales han afrontado en mayor o menor medida los retos de la contaminación en sus municipios, peatonalizando áreas más grandes o más pequeñas de sus cascos urbanos o estableciendo zonas libres de emisiones. Tampoco es algo nuevo en el mundo, un mundo en el cada año mueren millones de personas (he escrito millones) debido a la contaminación en cualquiera de sus vertientes.

El mismo día que se estrenaba esta acción en la capital, concretamente el pasado viernes 30 de noviembre, la Red de Ciudades por la Bicicleta (RCxB) reunía en el salón de actos de la EMT de Madrid a casi cien personas implicadas en el precioso mundo de movilidad sostenible procedentes de ciudades de todo el país, en un intenso día con dos grandes eventos.

Por un lado, la asamblea general anual de esta asociación que coordino desde hace 4 años y que ya representa a más de 560 municipios de lo ancho y alto de España, en una reunión centrada en la amplísima memoria de actividades, la gestión financiera del año en curso y el presupuesto para el año siguiente. Todos los puntos fueron aprobados por unanimidad. Para estar orgulloso.

Cabe nombrar la participación de la Dirección General de Tráfico (DGT), que expuso de primera mano el estado actual del Plan Estratégico Estatal de la Bicicleta (PEEB), previsto para el primer semestre de 2019 y en el cual la RCxB tiene un papel muy importante. Una asamblea que cada año reúne a más miembros de esta asociación y que supone la guinda al resto de encuentros celebrados por toda la geografía española durante el resto del año, tanto por parte de la Junta Directiva como por las Comisiones de Trabajo, unas reuniones llevadas a cabo en once ocasiones, nada menos, durante este 2018.

Y por otro lado la Jornada Técnica Internacional “En bici al trabajo” en la que los asistentes disfrutaron de las presentaciones principales de los ponentes internacionales de Villes Cyclables (la homóloga de la RCxB en Francia) y Traject Mobility (consultora de movilidad en Bélgica), seguidas por las exposiciones de Fundación Conama y Comisiones Obreras, concluyendo en una mesa redonda formada por el Área Metropolitana de Barcelona, Ajuntament de Calp, Ayuntamiento de Sevilla, Diputación de Barcelona, Concello de Ourense y Ayuntamiento de Alcobendas, moderada por el Ajuntament de Sant Boi.

Todas y cada una de estas instituciones expusieron cómo enfocan desde dentro la movilidad en bicicleta al trabajo para sus empleados, a través de sus buenas prácticas, orientadas a mejorar las ciudades en las que tienen el honor de realizar su trabajo público. Una jornada sin color político. Para estar orgulloso.

Más que Madrid Central, necesitamos una España Central, libre de emisiones en todas sus ciudades.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
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Artículo publicado en La Verdad de Murcia
5 de diciembre de 2018

¿La cultura del esfuerzo?

Si entras en Google y buscas “cultura del esfuerzo” encontrarás 706.000 resultados. La inmensa mayoría ahondando en esa letanía que desde pequeños nos ha acompañado en el colegio, en casa y en la educación que la mayoría de mi generación recibió y con la cual cualquier persona debería estar de acuerdo, al menos en el fondo. ¿O no? Desde siempre nos han inculcado que si te esfuerzas conseguirás lo que te propongas, que sólo depende de ti alcanzar tus más altas metas. Quizá se trata de algo intrínsecamente cultural como el miedo al hombre del saco si te portabas mal de crío y este truco ha sido usado como zanahoria en nuestras narices para no desviarnos de la senda que en caso contrario nos guiaría, como animales que somos, a la más absoluta y contraproducente dedicación a nosotros mismos, el onanismo y la autocomplacencia. Entonces, ¿es bueno esforzarse y sufrir o dejarse llevar y disfrutar? En esas me encuentro, dudando.

Antes de nada, y siguiendo los razonamientos del pensamiento crítico, deberíamos analizar qué es el esfuerzo. Según la RAE tenemos dos acepciones principales: “Empleo enérgico de la fuerza física contra algún impulso o resistencia” y “Empleo enérgico del vigor o actividad del ánimo para conseguir algo venciendo dificultades.” Parece entonces que el consenso habitual en ciertos ejemplos notorios (deportivos, laborales y empresariales principalmente) tiene su sustentada razón de ser. Pero claro, una cosa es la teoría y otra muy diferente la práctica y tirando de los primeros sinónimos que me vienen a la cabeza: ¿Es lo mismo esfuerzo que sacrificio, dedicación o ahínco? El castellano, en su infinita misericordia, nos lo pone difícil. O fácil, si lo piensas. Sería bueno, también antes de nada, confirmar que la meta en la vida (a nuestros esfuerzos) es la felicidad, tanto propia como de los seres queridos.

Venga Nacho, que me pierdo, pensarás. Intento centrarme poniendo un ejemplo como el manido sueño americano, que extrapolado a la España (más o menos profunda) parece cualquier cosa menos justo. ¿Depende nuestro futuro (felicidad) exclusivamente de nosotros mismos (esfuerzo)? Parece claro que no y cada uno tiene cientos de ejemplos alrededor que lo demuestran. Es entonces difícil mantener la coherencia de la afirmación que da título a la columna si estamos rodeados de todo lo contrario: la cultura del pelotazo.

Me lancé a afrontar esta idea quemado por esos vacíos ejemplos de los que se ven con argumentos para rebatirnos nuestro esfuerzo y no sé si al final he aclarado algo o por el contrario he acabado retorciendo las palabras para no llegar a ningún sitio. Quizá la única moraleja es que seamos fieles a nosotros mismos, nos pida el cuerpo lo que nos pida, esforzándonos para nuestras metas, no las suyas.

A clases magistrales de cómo y cuánto trabajar no pienso acudir, sea quien sea el profesor.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
21 de noviembre de 2018