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    Lo que ayuda sentirse ayudador.

    Recuerdo perfectamente la primera vez que impartí una ponencia. Estaba nervioso y se notaba a la legua, tanto en mi cuerpo como en mi voz. Cuatro años después sigo con ese gusanillo, el miedo escénico que producen las tarimas. Pero ahora es diferente. Ahora no me preocupo tanto de los gestos, el tono de voz y la comunicación no verbal en general, imagino que será gracias a la experiencia adquirida que ha interiorizado esta parte. Ahora lo importante es únicamente el contenido y las necesidades de los asistentes. Intento mejorar en cada nueva parada de este trayecto en la formación en el que me he embarcado. Dar una charla, seminario, taller…