Otras caras de otras monedas

Ayer fue 11S y el mero pulso de dichas teclas en el ordenador provoca una por habitual no menos profunda sacudida. Todos sabemos lo que estábamos haciendo aquel día, en quién pensamos en primer momento, por qué no nos separamos de la tele mientras Matías Prats gritaba el mítico “Dios Santo” en Madrid y Ricardo Ortega lo comentaba en directo desde NYC (paradójicamente asesinado involuntariamente por el ejército estadounidense tres años después). Todos tenemos nuestro punto de vista sobre aquel nefasto día, tenemos nuestra historia personal. Y como nosotros, hay otras personas que lo vivieron diferente. Esta es una de las tramas de “Soy Pilgrim”, la novela que actualmente estoy leyendo, que pone el foco en Afganistán, en Siria, en Turquía. Otras caras de otras monedas.

Este diferente punto de vista me hace pensar en que todo lo que nos rodea tiene un reverso. Nombrarlo así ya de primeras asume que nuestros ojos miran al anverso, a la cara. A nuestra cara, a nuestra verdad. Intento, no siempre con éxito, prejuzgar cada vez menos, poniéndome en los zapatos del que observo como dicen los ingleses. Empatizando, en castellano.

Antes de leer esta columna seguro que ya has elaborado una opinión sobre Soraya Sáenz de Santamaría dejando la política o Manuela Carmena anunciando que volverá a presentarse a las municipales en Madrid. Te propongo volver a desarrollar esa opinión pensando desde dentro de su piel. ¿Ha cambiado al menos un poco? Sano ejercicio.

Ayer fue la Diada en Cataluña con la que está cayendo por allá, coincidiendo con la cristiana Romería de Murcia y la taurina Feria de Albacete. Tres actos festivos en tres zonas muy diferentes de España con, seguro, detractores y defensores armados de profundísimos argumentos tan buenos como los contrarios. De nuevo otras caras de otras monedas.

Pues eso, antes de emitir juicios rápidos sobre cada una de las cosas que vemos y no entendemos, esas cosas que nos parecen estupideces o carentes de sentido, paremos un minuto a meternos en otras cabezas, en otras motivaciones, en otros procesos mentales que desembocan en diferentes resultados y acciones que seguro tienen su explicación.

Cuando éramos pequeños era más fácil. Cara o cruz y listo. ¿Has probado con las monedas de euro?

Lo podíamos tomar como síntoma.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
12 de septiembre de 2018

El antídoto

Lo único cierto en la vida es que estamos de suerte. Continuamente.

Respiramos. Pensamos. Decidimos. Controlamos nuestros instintos más primarios. Elegimos. Andamos. Paramos. Continuamos. Un sinfín de actos reflejos que nos llenan el día sin que nos paremos a pensar en ello.

Pasé un puñado de meses de mi adolescencia en un centro para discapacitados intelectuales. No voy a entrar en la manida discusión de aquella época: que si la mili (el servicio militar obligatorio que los abueletes como yo teníamos que cumplir) te hacía más hombre o menos que la objeción de conciencia. O incluso más machote aún de los que a base de prórrogas consiguieron sortear aquella situación. Sea como sea, nadie será capaz nunca de discutirme que aquel periodo me transformó como persona. Ver todo lo que puedas imaginarte de primera mano, las situaciones más profundas del ser humano. Sintiendo en cada momento la profesionalidad de los cuidadores y la sobriedad de los familiares. Su elegancia, mi impotencia.

Iba desde casa a aquel lugar en el mismo autobús que ellos y conservo tanto hilarantes anécdotas como momentos de tensión y agonía. Lo mío era temporal, acababa mi jornada y salía disparado a la universidad a estudiar. Ellos se quedaban allí. Sus padres se quedaban allí. Sus amigos se quedaban allí. Sus vidas se quedaban allí. Y allí siguen.

Lo mío era temporal, acabó mi prestación pero el poso siguió dentro, madurando. Continúo cruzándome con algunos por la calle y nos seguimos reconociendo. Mantengo de aquel trayecto vital recuerdos imborrables. Físicos y sobre todo psíquicos. Qué etapa más reconfortante. Cuántas lágrimas. Cuánto aprender. ¿Cómo es posible que unas miradas tan perdidas consigan transmitir tantísimas emociones?

Hoy he pasado la mañana en un hospital. La sala de espera en la que me ha tocado hacer tiempo estaba junto a la entrada de la zona de salud mental y he revivido prácticamente todas aquellas sensaciones.

De todas las maldades que nos rodean en el mundo, pocas me dejan tan destrozado como las personas con este tipo de problemas. No sabemos la suerte que tenemos. El antídoto a cualquier mal trago en nuestras vidas al alcance de la mano. En los ojos de cualquiera de estos enfermos.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
20 de junio de 2018

 

 

Tu árbol genealógico

Mi hija acaba de cumplir diez años y, claro Papá, hay que hacer una buena fiesta, alcanzo dos cifras y lo más probable es que no llegue a las tres. Momento rígido. Tuve la suerte de conocer a tres de mis cuatro abuelos e incluso mantuve  una relación intensa con ellos. Me contaban las historias de sus progenitores, todos longevos, así que respondo: ¿Cómo que no, hija mía, si yo llegaré seguro a los ochenta por qué no ibas tú a alcanzar los cien?

En estas profundas conversaciones me hallo cuando me da por pensar en la descendencia, pero no a los niveles más cercanos sino a larga distancia. Echando la vista hacia arriba 25 generaciones en tu árbol genealógico e imaginando que la edad media para tener hijos son los treinta, nos encontramos con que en el año 1268 teníamos por encima aproximadamente 30 millones de familiares directos. La población de España en esa fecha (reinaba Alfonso X el Sabio, nada menos) rondaba los 5 millones. ¡Sorpresa! Mira al primero que te cruces por la calle, sois seguramente primos en algún grado y compartís sangre en un porcentaje mayor o menor. Y si tiramos un poco más allá la cosa se complica llegando a un punto en el que tendríamos más ancestros que población mundial. ¿Cómo se explica esto? Alguien se comió el tarro antes que yo y le llamó la paradoja del “Colapso del Pedigrí”, los numerosos ascendentes comunes que tienen descendencia entre ellos, ya sea de manera consciente (la más que habitual consanguinidad de las monarquías españolas es un buen ejemplo) o inconsciente (muy probablemente tu cónyuge sea primo séptimo).

No deja de ser fascinante pensar que si tú estás hoy aquí leyendo esto ha sido necesario que todos tus miles de abuelos llegaran vivos a la edad de procrear. Y que procrearan. En la actualidad parece sencillo, pero en el siglo XIII no era tan fácil. El resultado de todos esos miles momentos eres tú. Mira hacia arriba y verás una enorme masa que ha desembocado en ti. Hemos podado nuestro árbol genealógico, ahora toca regarlo.

Piensa que dentro de setecientos años serás tú uno de los progenitores de esa futura persona que quizá se ponga a pensar también en esto. Pero dentro de muchos menos años habrás desaparecido y dentro de un poco más habrán desaparecido tus hijos. Para esa persona sólo serás uno de sus millones de abuelos que se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Una gota insignificante pero sin la cual el proceso se acabaría. Somos el banal eslabón en la cadena de la vida de otro. De otros.

Aparentemente intrascendentes pero a la vez imprescindibles. Somos grandes, somos pequeños, somos nosotros. Nada más y nada menos.

 

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 18 de Abril de 2018

 

 

¿Hay alguien ahí?

Si miras una noche de verano al cielo estrellado, me refiero a una de esas veces que se te cae encima, te sentirás pequeño, muy pequeño. Y eso que sólo se ve una minúscula parte de las estrellas que contiene nuestra galaxia, la Vía Láctea, una de las infinitas que componen el cosmos. Se estima que hay unas 10.000.000.000.000.000.000.000.000 de estrellas. He querido poner todos los ceros de 10 elevado a 24 para que el numerito impacte aún más. Hay más estrellas allá afuera que granos de arena en todas las playas del mundo.  ¿Cómo es posible entonces que no se haya desarrollado vida inteligente en ellas? Bienvenidos a la paradoja de Fermi.

Soy de los que piensan que sí hay otras vidas en otros mundos, pero no hemos conectado todavía a saber por qué. Investigando las causas científicamente posibles, obviando caza ovnis, charlatanería barata y conspiranoicos existen varias teorías al respecto, expuestas entre otros por investigadores de la talla de Carl Sagan o Neil deGrasse Tyson.

Puede que haya civilizaciones tan avanzadas que no seamos capaces ni de intuir su existencia. Imagina un hormiguero con sus pequeños habitantes y estructura social perfectamente establecida, excavado arduamente con sus patitas unos centímetros bajo tierra, justo debajo de un aeropuerto internacional con intenso tráfico diario de aviones. Si las hormigas no entienden lo que es el asfalto o las señales de las pistas, ¿cómo van a comprender siquiera lo que es un avión o las motivaciones humanas para usarlo en un viaje transoceánico? Si sólo un 2% de diferencia de nuestro ADN con el de los chimpancés nos permite ser infinitamente superiores a ellos, imagina una diferencia del 50% en la misma dirección de inteligencia hacia otra especie superior a nosotros.

Otra opción es que aún no hemos tenido la suerte de coincidir en el preciso instante necesario para poder entendernos, no sólo a nivel temporal sino tecnológico y conceptual. ¿Y si estamos recibiendo señales pero los emisores “hablan” mucho más rápido o lento que nosotros? ¿Qué pasaría si necesitan 100 años para decir sólo “hola”?

Imagina que un investigador de los setenta aparece en una ciudad actual a las tres de la mañana y saca su radio para establecer contacto. Fracasaría estrepitosamente, porque no captaría el wifi o el bluetooth por el que nos estamos comunicamos actualmente y pensaría que no hay nadie cuando la ciudad está a rebosar. Y solo han pasado treinta años.  Recapacita ahora en escala cósmica. Cuando los pies se te llenen de arena en la playa. Cuando veas un hormiguero.

Mis devaneos sobre la existencia de Dios suelen discurrir por estos complejos caminos astronómicos. Pero de poco vale torturarse, haya vida extraterrestre o no… ¿Qué tal si mejor nos centramos en ser felices en la nuestra?

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 14 de Marzo de 2018

 

 

Una hora sentado

Lo he hecho. Típica mañana de lunes que te pasa por encima. Basta. Me he visto con fuerzas y he salido corriendo. Sin mirar atrás y dejando el móvil en la mesa de la oficina. A lo Fernando Fernán Gómez. Con más ganas que intención me he sentado en la terraza de una cafetería en una céntrica calle de mi Murcia. Tan cercana y cada día más lejos.

He decidido ganar una hora de mi vida. Ganar tiempo es más de una vez perderlo. Tres cafés tomando notas mentales de lo que veo. Trescientas personas.  Hojeo el periódico y miro con descaro a los transeúntes oculto tras mis gafas de sol de espejo. Ojeo el periódico y me propongo profundizar en la cantidad de desinformación que nos llega cada día. Leo que “una prenda se usa en promedio sólo cuatro veces” y me miro los gastadísimos vaqueros con una cara mezcla de sorpresa y de desencanto con la raza humana.

Desde mi privilegiada posición veo venir a la gente desde lejos. Con suficiente tiempo para analizar sus movimientos al menos un rato. Y sin que sea esto un experimento sociológico me atreveré a dar porcentajes estimados de las personas que he examinado: Todas han mirado el móvil en este corto trayecto. Bastantes andaban en solitario. Muchas llevaban bolsas con, supongo, compras recientes. Casi nadie paseaba, iban directas a algún sitio, sólo hay que fijarse en cómo cambia el gesto de la cara y la mirada de unos y otros. La mayoría de los que iban acompañados no sonreían. Un par de despistados han estado a punto de tropezarse y me ha parecido ver a una chica llorando. Menudo panorama. Tengo que repetir esto una tarde, con niños, quiero convencerme de que el espectáculo será distinto. Los adultos no tenemos remedio.

La vida pasa chascando los dedos por delante de nuestras narices y nos empeñamos en estar siempre ocupados. Nos llama pero estamos comunicando. Parece fría pero si te acercas calienta. Pongamos otro leño y juntémonos un poco. Tras el invierno siempre llega la primavera pero el que puede que no llegue a la siguiente estación eres tú, así que cuelga y aprovecha lo que tienes delante.

Entonces he sentido un fogonazo, me he quitado las gafas mirando al cielo y he visto un Tesla descapotable de color rojo surcando el firmamento con Bowie sonando a toda pastilla. Me ha venido a la cabeza su papel en “El truco final”  y me ha quedado por fin claro que los únicos magos aquí somos nosotros, los seres humanos. Saquemos las varitas mágicas. Ganemos tiempo. Perdiéndolo si es necesario.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 14 de Febrero de 2018

 

 

Mensajeros, alergias y copilotos

A menudo cuento una graciosa anécdota que sufrí cuando un mensajero me entregó los billetes de un avión media hora después de la hora de salida. Eran otros tiempos, los “pasajes” se compraban por teléfono y te los entregaban físicamente en mano. En una semana como la que me viene, donde se me ha acumulado trabajo en media España, me da por pensar en cómo demonios se podían organizar en el pasado las personas que se movieran tanto como yo. Bueno, realmente ha sido culpa mía, que aprovechando actos y eventos a los que acudo en unos y otros sitios, añado reuniones de trabajo en lugares cercanos. Esto de vivir en una esquinita es lo que tiene: o matas varios pájaros de un tiro en los desplazamientos o vives viajando. Y más si tienes alergia a conducir, como el que escribe estas líneas.

Si nada falla saldré el jueves de Murcia en el Altaria dirección a Madrid, el viernes un AVE a Sevilla y el sábado vuelvo a casa en coche desde la capital andaluza. El lunes me desplazo de nuevo, esta vez a Alicante en autobús para volar a Bilbao. Desde allá en transporte compartido hasta Vitoria. Al día siguiente otro coche compartido, si tengo suerte, dirección San Sebastián terminar esa misma tarde cogiendo un avión de vuelta a Alicante, haciendo antes escala en Barcelona y poder llegar casi de madrugada a dormir el miércoles de nuevo en Murcia. ¿Tremendo eh? Pues no lo es tanto si tienes abiertas las páginas web de Google, de varias aerolíneas, las operadoras de tren y autobús, la agencia de reservas de hotel y el portal de compartir coche. Un inmenso rompecabezas que con algo de experiencia tardas en resolver pero al final resuelves. Y luego lo vuelcas todo al móvil sin gastar ni un papel.

En días como este agradezco eternamente disponer de estas nuevas plataformas que promueven estos diferentes movimientos, que facilitan este trabajo de locos que algunos tenemos de manera que podamos gestionar por nuestra cuenta las agendas de transporte de una manera eficaz y eficiente. Para continuar viajando. Para continuar viviendo.

Y ahora imagino una semana así de complicada laboralmente en, por ejemplo, los ochenta. Y visualizo a aquellas personas que se recorrían la península de cabo a rabo a través de unas carreteras a años luz de las que podemos disfrutar ahora, sentados en unos vehículos que nada tienen que ver con los que actualmente circulan por las mismas, ni en seguridad, ni en comodidad, ni en conectividad. Sin móvil y con la Guía Campsa como fiel copiloto. En el fondo era romántico, eso seguro. Deberíamos probarlo.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 7 de Febrero de 2018

 

 

 

Complejos complejos.

Llegué a la estación a las seis menos diez. Pleno enero, noche cerrada, frío intenso. Me fijé desde el primer momento, estábamos juntos en el andén. El tren llegó tarde, para no variar, y yo me iba congelando poco a poco por la brisa matinal. Se puso delante de mí. Llevaba un abrigo raro, como si fuera un vestido alargado pero con un corte desigual, más bien parece una falda larga hasta los botines que calza.

Llamaba la atención su ropa, su estilo, su pelo y un pendiente de aro con una cruz colgada que me recordó a George Michael. Pero sobre todo me llamaron la atención sus uñas, cuidadas, largas, perfectas. Era un chaval flaco, estirado y muy femenino. Se sentó a mi lado con la tranquilidad que proporciona saber que estás por encima de todos esos que te observan tan curiosos como maleducados. Tan sorprendidos como condescendientes. Tan acomplejados como juzgadores. Tan escrutadores como prejuiciosos.

A esas horas intempestivas pocos viajeros están despiertos del todo. Yo mismo consigo quedarme frito hasta que la luz del amanecer va entrando por la ventana, algo que sucede a la altura de Albacete en este momento del año. Y entre cabezadas veo cómo mi compañero de viaje baja la bandeja y sitúa sobre ella una bolsa de aseo gigantesca y saca varios botes y tubos. Pomadas de todo tipo, sprays, un cepillo y otros diversos utensilios que ahora no recuerdo. Con tranquilidad y gesto experto inicia el ritual tras haber puesto la cámara del móvil a modo de espejo. Comienza por la crema de manos, limado de uñas y anti ojeras. Termina con el peinado y su correspondiente laca. El vagón se perfuma de un olor tan auténtico como él. Todo lo contrario de lo que habitualmente tenemos aquí dentro: naftalina, alcanfor y tufillo a viejo. Mientras le observo me voy quedando dormido acompañado de la relajante música de mis auriculares.

Cuando despierto descubro varios libros en sus manos, entre ellos una guía de viaje. Buenos días, ¿te vas a Budapest? Hola, sí, ¿la conoces?. Una ciudad preciosa, me llamo Nacho. Estrechamos las manos y me sorprende la entereza de algo con una apariencia tan diferente. Yo soy Pablo, espero que no te haya molestado, se me hizo tarde y vine corriendo al tren. ¿Molestarme? Me ha encantado tu seguridad, chaval. Qué gusto conocer gente así. Se le ilumina la cara tanto como a mí y seguimos hablando un buen rato de viajes, de ciudades y de personas que hacen lo que les dicta el corazón sin que les afecte el qué dirán, sin dejarse llevar por las apariencias, sin pensar en lo que piensan los demás.

Hablando de gente que merece la pena. De gente compleja. De gente sin complejos.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 24 de Enero de 2018