Que levante la mano el que no haya dicho alguna vez «Claro que lo conozco» refiriéndose a una persona con la que sólamente has mantenido contacto por internet, ya sea correo electrónico, redes sociales o cualquier otro medio.
Hace unos años era impensable una relación a distancia como la que solemos mantener con clientes, proveedores e incluso amigos y conocidos. Si alguien te decía: «Mi amigo Juan», entendías que había un lazo personal, familiar, amistoso o de cañas por medio. Ahora caemos en la inconsistencia de pensar que conocemos a la gente sólamente por leer sus tuits, sus wasaps o sus publicaciones en Facebook. Hay quiénes en persona son parecidos a sus alter-egos en la red, pero hay otros que no son más que un vago reflejo, un afán, o una caricatura. E incluso los que nos parecemos en la red a nuestro yo real (o eso pensamos), cambiamos mucho en persona y es ahí donde y cuando ganamos o perdemos definitivimente.
Gracias a las Redes Sociales he conocido mucha más gente de la que jamás podría imaginar, y lo mejor de todo, es que a muchos de ellos continúo viéndolos, con mayor o menor frecuencia en persona. Con mayor o menor ilusión. Gracias a las Redes Sociales he conocido mucha gente que intenta venderse diciendo lo que muchos quieren oir, pero a la hora de la verdad, normalmente en directo y/o a través de conocidos, su esencia explota y echa por tierra su falso trabajo. Un constante quiero y no puedo. Estaré eternamente agradecido a Twitter y Facebook por ello, puesto que permite continuar labrando, superficialmente y a distancia, una relación que debe ahondarse con el roce e intercambio de palabras cara a cara. De nada sirve tener «amigos» en la red si luego no los puedes tocar.
Existe un tipo de personas, aquellas que un gran amigo llamaba «Homo-Relacionensis», que disfrutan conociendo gente, e incluso aprendiéndose sus nombres. Hay gente que no olvida una cara. Y esa gente quiere seguir tomando cañas en vivo y en directo.
Y yo me apunto.

La imagen está sacada de Behance.net.