#DanaRMurcia

No es fácil escribir sobre una tragedia cuando solo te ha tocado de refilón, viendo además tan de cerca el desastre que la tormenta ha dejado a tu alrededor: casas con el agua a la altura del techo, barro hasta decir basta, calles destrozadas, gente llorando desconsolada, infinitos daños materiales y por encima de todo, varios muertos.

Los desastres naturales, aún avisados con antelación, siempre nos pillan de sorpresa. Uno no sabe la magnitud de lo que puede venírsele encima hasta que comienza el espectáculo, sonará a topicazo pero la fuerza de la naturaleza acojona y emociona a partes iguales. A mí, al menos, me parece precioso a la par que doloroso asomarte a la ventana y ver cómo el cielo se cae, ver cómo el río está a punto de desbordarse en el puente debajo de casa, ver miles de rayos iluminando la noche, ver agua, agua y nada más que agua. Tuve la suerte (buena o mala según se entienda) de aterrizar en Alicante en pleno episodio y os puedo asegurar que desde el cielo la cosa también asustaba, nunca había visto tal amasijo de nubes y rayos de diferentes formas y altitudes. Lo dicho: belleza y miedo a partes iguales.

Dana (el nombre viene de Francisco García Dana, predictor de los ochenta en la AEMET) fue noticia en medio mundo, amigos de varias esquinas del globo se interesaban por la situación, sorprendidos de que estas cosas puedan pasar en un lugar civilizado como este. Mi respuesta primera fue la obvia: en algunos puntos ha llovido en algunas horas lo mismo o más que en todo un año y las autoridades han solicitado la declaración de zona catastrófica, pero rascando un poco parece que la cosa tiene más miga, y no lo digo yo, lo dice en estas mismas páginas de La Verdad Jorge Olcina, responsable del laboratorio de climatología de la Universidad de Alicante: “Se han urbanizado muchos espacios de antigua huerta o las ciudades se han extendido ocupando espacios inundables.”

En las redes sociales, principalmente con el hashtag #DanaRMurcia, hubo como siempre de todo: muchos trabajadores, algunos oportunistas y todo el abanico que te puedas imaginar de los comportamientos que en estas situaciones suelen aparecer y dentro de algunos años estudiaremos como enfermedad mental. Y cómo no, también hubo bulos: un rayo en una azotea, un hipopótamo por las calles, el agua del grifo insalubre, hospitales desalojados o presas al borde de la rotura. El problema aparece cuando las noticias reales vienen de tuiteros personales y las noticias falsas son generadas por cuentas oficiales.

Habrá que mirárselo. Quizá cuando todo esto se haya secado y vuelva el verde, nuestro verde. Aunque me temo que todo se olvidará como siempre, hasta que el cielo vuelva a caerse, que se caerá, y nos echemos sorprendidos de nuevo las manos a la cabeza.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
25 de septiembre de 2019