En resumen, Dubái es verdaderamente diferente a todo lo que he visto, ficticio y real a partes iguales, generando una sensación extraña en el visitante, al menos en mí que pensaba que todo allí está construido gracias al petróleo, pero el oro negro brilla por su ausencia y es el polvo del desierto el que, aunque continuamente estén limpiándolo, seguirá allí siempre, quien sabe si devorando en el futuro lo que antaño era suyo.