Entendidos por condena

A veces divago imaginando que un juez dicta una novedosa sentencia consistente en lo siguiente: quedan ustedes condenados a entenderse. Así, por las bravas, sin anestesia y a lo sálvese el que pueda en un primer sopapo sorprendente que al borde de las lágrimas y el nudo en la garganta podría dejarte, resulta que cuando pasa el tiempo el tipo tenía razón, que la pena no es tal, más bien lo contrario y además te ha mejorado como persona. La justicia es un estamento clave para el correcto desarrollo de nuestras instituciones y son las personas son las que la hacen, administran y reciben.

Algo así pasa actualmente en el horizonte político que nos rodea, partidos condenados a entenderse sí o sí, en un panorama para algunos dantesco y para otros escaparate ideal en el que mostrar las supuestas habilidades de los que guían nuestros designios.

Todo parece indicar que tardaremos en volver a las épocas de rodillo, por lo que toca ponerse de acuerdo sin arrastres de por medio. Las coaliciones están para quedarse, al menos de momento y, qué queréis que os diga, las veo como algo saludable a nivel local, regional, nacional e incluso europeo.

Por mi parte y deformación profesional estoy especialmente intrigado en ver cómo se resolverá un asunto de especial importancia: la comunicación. Si ya es difícil que en las mismas filas no se pisen la sotana, a veces involuntariamente y otras queriendo, será compleja la manera de afrontar los problemas, explicar las soluciones, argüir opiniones o exponer argumentos desde dos estructuras separadas.

Y no sólo me refiero a la diferencia jerárquica entre cargos, que al menos sobre el papel no arroja más problema que achacarlo a un malentendido o a un donde dije digo, digo Diego y aquí no ha pasado nada. El encaje de bolillos vendrá cuando en el mismo nivel horizontal de la estructura se crucen dos miradas de distintas organizaciones, inquietudes y herencias que si bien han pactado para un más alto objetivo como puede ser la gobernabilidad, tendrán que enfrentarse a diario con cientos de pequeños pasitos que, a forma de grano, hacen granero.

Entra en juego ahora la letra pequeña de los gestos y los guiños, de las comas y los silencios, de las fotos y los tuits. Entra en juego ahora la gran dificultad callarse a tiempo, algo sin duda infinitamente más complicado que hablar a destiempo.

Que haya políticos condenados a entenderse tiene muchos ganadores: la justicia, los involucrados, la comunicación y, en última instancia, nosotros los ciudadanos. Más penas así, oiga.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
15 de enero de 2020