El otro día fuimos a comer en familia a un centro comercial. De por sí me dan repelús aunque lamentablemente tengamos que visitarlos más a menudo de lo que nos gustaría: tiendas que sólo están ahí o cines inexistentes en los centros de las ciudades. Hacemos la cola de un mega espacio de buffet libre y por un momento pienso en neandertales. Eso somos cuando tenemos delante comida gratis. No sería criticable si tuviéramos hambre, si tuviéramos necesidad. El problema es que no tenemos ni una ni otra. En estos momentos salen nuestros peores instintos, como cuando un balón de plástico del Entierro de la Sardina se aleja botando perseguido…