Tiempo de agradecimientos (versión extendida).

Hannibal Smith, el cerebro del mítico Equipo A, con aquella cómplice media sonrisa y puro en boca soltaba esa memorable frase de «me encanta que los planes salgan bien.» ¿Y a quién no le encanta? Algo así vivimos el pasado fin de semana en el Mar Menor donde Pablo, mi hermano pequeño, quería volver a disputar un triatlón justo un año después del grave y fatídico accidente tras el que estuvo siete días en coma y más muerto que vivo algún tiempo más. Y si él quería nosotros querríamos. Así que allí fuimos Jorge y yo para controlarle, guiarle, apoyarle y protegerle.

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Pablo ha tenido que aprender de nuevo a andar, a comer y a escuchar. Ha tenido que entender que el equilibrio en la bicicleta es una parte vital del asunto y que si dejas de dar pedales es muy probable que te caigas. Que para avanzar hay que dar un paso, parece sencillo, y luego otro. No ambos a la vez. Y si se te pasa por la cabeza, puedes mirar atrás admirando tus avances. Ha tenido que aprender a respirar en la piscina mientras se suceden las brazadas. Ha perdido completamente el olfato, una tontería comparado con lo que todos hemos ganado. Ha aprendido a mirar hacia delante viendo cómo el rastro a seguir se pierde en el horizonte. A veces siento vértigo de lo rápido que ha pasado el año, de lo mal que ha pasado este año, de los cientos de médicos, de la rehabilitación que aún le queda, de las sesiones de fisio, de neuro, de cables, de puntos, de heridas, de operaciones, de fracturas. Por ello, y aún sabiendo que resta una durísima parte del camino, es tiempo de agradecimientos.

Al «Presi» por el empeño que pone en que nuestras locuras lleguen a buen puerto, y como Pablo siempre con una sonrisa en la cara. A los organizadores del Triatlón de San Javier por facilitar las cosas. Pusieron atención y empatía. No era fácil. A todos y cada uno de los que gritabais nuestros nombres durante la prueba. Dicen que hay una bebida que da alas porque no han probado las alas que dais vosotros. Al triatlón en sí mismo por haber entrado de esta manera en nuestras vidas. Y por ser tan insondable que en cada prueba se aprende algo nuevo. Ya os contaré lo que me pasó con el dorsal, las zapatillas de la bici y la valla submarina anti-medusas.

A nuestras parejas por soportarnos, por querernos sin comprendernos. A nuestro padre por lo que sólo él sabe, por lo que sólo nosotros sabemos. A nuestras madres por sufrirnos, por hacernos crecer, por llorar por nosotros, por llorar con nosotros. A Macarena, nuestra hermana, por servir de cemento en esta familia, insustituible. Al que hay allá arriba porque sin duda nos tiene cariño.

Y a Pablo por todo lo que le queda por delante. Y porque deportivamente ya casi nos deja atrás.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 5 de Octubre de 2016


 

 

 

Hasta ahí lo que ha salido publicado en La Verdad, pero continuaré ahora con la versión extendida, contando un poco lo sucedido deportivamente.

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La idea era cojonuda: Jorge y yo competiríamos en la distancia olímpica con el objetivo de preparar el Half Ironman de Cabo de Gata de dentro de 15 días. Sobre el papel no habría problema con los horarios, comenzábamos a las 15:00 y la versión sprint con Pablo (los tres juntos) tendría lugar 2 horas y media más tarde, tiempo de sobra para acabar, descansar 10 minutos, cambiar dorsales, boxes, etc…

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La salida se retrasa 20 minutos por motivos ajenos a la organización, comienzo a ponerme nervioso. Salimos a nadar y desde el inicio voy comodísimo, no sé cómo consigo ponerme en un lateral externo y no recibo ni un golpe en esos momentos iniciales tan complicados en cualquier prueba. Termino la primera vuelta dando alcance a un compañero (Sergio Cárceles) y decido ir con él durante el resto del sector. No aprieto casi nada, me dejo llevar y la sorpresa es mayúscula cuando veo el GPS y llevamos más de 900m… Se supone que son 1.500m el total y aún queda otra vuelta. Se me van a ir otros 7-8 minutos. Espero que retrasen la salida del sprint, aunque por otro lado, lo normal es que no lo hagan para no fastidiarles… Decido relajarme y no pensar mucho.

En la segunda vuelta voy empanado, siguiendo unos pies tan tranquilamente hasta que no sé cómo me veo sólo, en mitad de la nada y con las boyas de la valla anti-medusas a un centímetro. No puedo evitar el golpe, que me produce varios cortes en el brazo derecho. Más aparentes que dolorosos y peligrosos.

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Al salir a tierra, la sangre brota profusamente, produciendo el espanto de algunos espectadores. Tranquilos, no es nada. Salimos en el segundo grupo de nadadores a un ritmo medio de 1:35 nada menos. Y con la mejor cara que recuerdo saliendo del agua en mi vida.

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Tengo a Cárceles delante, uno de los mejores ciclistas de nuestro club. Si consigo seguirle la rueda en bici voy a ahorrar bastante pero sucede la globerada del día, dejé bien preparadas las botas con sus elásticos pero olvidé abrir los velcros así que le veo distanciarse mirando atrás por si le seguía. Hace bien, pillará el grupo en el que íbamos nadando y yo no.

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Tardo unos interminables segundos en calzar mientras pedaleo y me quedo en medio de ninguna parte hasta que me alcanza Yáñez, también del club. Tiramos juntos durante prácticamente los 40kms, con apoyo puntual de 2 o 3 unidades del numeroso grupo, a una media final de 35km/h. Mucho chuparueda como siempre, que no da la cara hasta el final, para coger buena posición en la T2. Ay, las cabezas.

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Durante la bici tengo una sensación extraña, por momentos me veo muy fuerte como para tirar pero quiero reservar un poco, cuando acabemos quedarán 10kms a pie y luego un triatlon completo sprint (750m nadando + 20kms en bici + 5kms corriendo). Hoy el protagonista es Pablo, así que mejor será reservar un poco. Incluso tarareo algunas canciones, jamás en mi vida me había pasado algo así.

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Hago una rápida T2 y salgo a correr sin dejar de mirar la hora. Estoy muy preocupado. Pregunto a varias personas si se sabe el horario definitivo de salida. Parece que no hay cambios y será a su hora así que lo tengo jodido. No me dará tiempo a terminar. Corro fácil en ritmos de 4:30. Doy tres de las cuatro vueltas en que consiste este sector y veo que los triatletas del sprint ya están en la playa calentando para salir a nadar. Por mucho que me fastidie y siendo la primera vez en mi vida, tengo que retirarme.

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Salgo disparado hacia la zona de boxes, dejo las zapatillas y la visera. Veo que afortunadamente Pablo ha cambiado la bici de sitio y ha preparado los dorsales en el casco y cuadro. Menos mal.

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Corro descalzo hacia la orilla de la playa y cuando no llevamos más de 5 minutos en la cámara de llamadas, se da la salida del Sprint. Unos segundos de charla técnica y nadar de nuevo.

La verdad es que no me he vaciado ni la mitad de lo que habría podido si no tuviera otro triatlon después, pero aún así, el cansancio hace mella y cuesta entrar al agua. Calambres y subidas de isquios nos hacen reir a Jorge y a mí mientras intentamos seguir a Pablo en el agua. Afortunadamente este sector es el que Pablo lleva siempre menos entrenado, por lo que no nos cuesta mucho ir a sus pies… Lo buen viene luego.

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Jorge lo pasa peor, él sí se ha apretado de lo lindo (ha acabado en 4º puesto) y en la bici las pasa canutas. Las risas que me echo viéndole sufrir son memorables. Vamos a su rueda todo el rato, el animal se casca él solito el sector entero, tirando de un grupo bastante numeroso. Mirad su cara. Espejo del alma.

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A pie sucede lo inevitable, Jorge se queda en la primera vuelta y nos espera en la meta. Ahora recuerdo que tuvo que ponerse a estirar al salir del agua por segunda vez ante la atónita mirada de otro deportista.

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Pablo nos lleva a 4:10 el muy bestia. Yo puedo seguirle un poco más, pero al final de la recta también paro un poco para poder entrar juntos los tres.

Terminamos y como guinda resulta que ganamos por equipos masculinos en la categoria olímpica y en femenino en la sprint. ¡Menuda jornada para BITEC TRI IMPULSO!

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En resumen, no terminé ni un triatlon ni el otro. Ambos por unos pocos metros a pie. Pero lo importante hoy era Pablo, y era esta foto que quedará para siempre en nuestros recuerdos.

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Vídeo de la llegada, cortesía de nuestro padre.

Una preciosa historia y un placer estar dentro para contarla.

 

 

De Cartagena a Bilbao.

Me moriré con la espinita de no haber visto las Torres Gemelas. Dos viajes a New York y la mirada continuamente perdida hacia donde deberían haber estado. Ya pueden construir lo que quieran, eran insustituibles. Algo parecido sucede con Bilbao, o eso me dicen, pero al revés: lo de antes se queda en mantillas con lo que hoy en día te encuentras paseando por su ría, por su casco viejo, por sus callejuelas. Cuando me cuentan esto los vizcaínos me viene a la cabeza cómo ha cambiado nuestra Cartagena. A mejor, por supuesto, con su giro al mar, apertura y caída de muros, pasando de ser la ciudad más sucia de España (palabras del Ministerio de Medio Ambiente en 2011 y de la Organización de Consumidores y Usuarios en 2003) a una de las más bonitas y atractivas del Mediterráneo.

He estado en Bilbao dando formación este fin de semana, donde me han tratado de lujo como siempre que voy al País Vasco. Despegamos el jueves por la tarde de El Altet con algo de retraso destino Sondika, aeropuerto mítico y terrorífico. La luz de «abróchense los cinturones» no se apaga en todo el vuelo. La voz del comandante se cuela entre las canciones que suenan por mis auriculares. Me gusta escuchar música en modo aleatorio. Toca Interpol. Seis de la tarde hora prevista de llegada, cielos cubiertos y quince grados. Una toallita de manos. Turbulencias, viento, miedo y flaps. Frenazo, colas y el habitual cacheo. Risas tontas y nerviosas. Llego a la capital de Vizcaya, dejo la maleta en el hotel y salgo a correr sin pensarlo mucho. He convencido a mis socios para acompañarme, nunca es tarde para contagiarse del turismo deportivo.

Bilbao - Nacho Tomás - Cartagena

Por ningún lado encuentro restos de su era industrial, llena de contenedores de carga, gris y triste. He buscados fotos por internet y cuesta creerlo. Recorro la orilla de la ría con la boca abierta, qué preciosidad. Plazas, fachadas de edificios y estaciones me recuerdan por momentos a Berlín. Agua, limpieza y bicicletas me recuerdan por momentos a París. Gran sorpresa. Me quedo embobado cruzando sus puentes, admirando sus plazas y estaciones. Incluso me encuentro varios mítines electorales. Esto es inmersión. Ruta por la zona antigua, la Plaza del Arenal, Plaza Nueva, el Teatro Arriaga y la Catedral. Pinchos y calimocho en Ledesma y Egaña.

Volviendo al sur, puede que el Teatro Romano cartaginés haga las veces de Museo Guggenheim vasco, atrayendo al turista y al curioso, pero hay mucho más. Infinitamente más. El puerto, el ayuntamiento, la calle Mayor, el Batel y sus numerosos museos. Cómo has cambiado Cartagena, qué gusto volver a verte. Y cuánto podrías aprender de Bilbao. Y Bilbao de ti. Cuánto pueden aprender unas ciudades de otras. Ahora que lo pienso, sólo me falta salir a correr por tus calles, con esto de tenerte tan cerca nunca me lo he planteado. Ya tengo un objetivo.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 28 de Septiembre de 2016

Limpiando por dentro para brillar por fuera.

El otoño ha llegado esta mañana. Salgo a la calle y respiro el día. Camino tranquilo, los miércoles son suaves laboralmente hablando. Envidia de lunes y espejo de viernes. Parece que refresca. Cuando el termómetro baja de 20 grados para los murcianos huele a invierno. Huele a nuevo. Me viene a la cabeza la primera vez que escuché «winter is coming», también en un septiembre aunque catorce años atrás cerveza en mano en Múnich, disfrutando del Oktoberfest con mi mejor amigo. Menuda rasca.

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A lo lejos distingo una cara. Viene andando hacia mí. Creo que aún no me ha visto. Fuimos compañeros de trabajo hace mucho tiempo. Nunca amigos. Esa relación con conocidos que baila entre la amistad y el sencillo saludo levantando la barbilla. En los siete segundos que tardará en llegar a mi altura tengo tiempo de sobra para analizar lo que sucedió. Tuvimos un enganche laboral por culpa de un cliente que nos mareó a ambos. Los dos estrenábamos cartera en esa empresa y la ambición de juventud actuó de pólvora. No volvimos a hablar nunca. El orgullo de la novedad. La pena de no valorar adecuadamente las cosas en directo. No recuerdo quién se llevó el gato al agua ni cómo fue en detalle la incómoda situación, pero algo dentro de mí salta y me pide que actúe. Siete segundos. El cuerpo manda. La cabeza obedece.

Le paro. Se sorprende. A bocajarro le pido perdón, sin añadidos ni excusas. Sin por qués.

– «Perdona tío, fui un capullo.» – Nervios.

– «Yo más» – dice. Y sonríe. ¡Qué sonrisa! Fuera nervios.

– «¿Qué tal todo, familia, trabajo? – Topicazos.

– «Te invito a un café y nos ponemos al día.» – Triunfo.

Apago el móvil y escucho. Y escucha él. Nos damos la mano. El apretón de manos más sincero que doy en meses. Nos despedimos prometiendo volver a quedar algún día. Nos llamamos, ¿vale? Claro tío, hablamos.

Quizá nunca lo hagamos, pero nos hemos quitado un peso de encima. Un simple gesto que nos hace comenzar el día con otra cara, con otro ánimo. Con la tranquilidad de una conciencia un poco más limpia. Y qué fácil. Nos hemos limpiado por dentro. Se nos ve brillar por fuera. La gente se da cuenta y nos mira sin pudor. Facilísimo.

Decido ponerlo en marcha con todas las astillas que tengo (tenemos) clavadas. Será un trabajo arduo, pero la recompensa brilla tanto que sin duda merece la pena. Y por los ojos con que nos hemos mirado sé que él (puedes ser tú) también se pondrá manos a la obra.

Siete segundos. Una eternidad.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 21 de Septiembre de 2016

A vivir que son tres lustros.

Recuerdo perfectamente dónde me encontraba el 11S. Como todos, claro. En Murcia era festivo y yo estaba acabando de estudiar la carrera. La noche anterior trabajé hasta la madrugada repartiendo pizzas por lo que me desperté tarde. Mi madre, mi hermano y yo estábamos comiendo mientras oíamos a Matías Prats y su aquel «¡Dios Santo!» que se nos quedaría grabado a fuego para el resto de nuestras vidas. El corresponsal con el que hablaba en directo desde Nueva York era Ricardo Ortega, asesinado en 2004 en extrañas circunstancias en Haití. Ambos temían que la antena de una de las Torres Gemelas cayese. Lo he vuelto a ver en YouTube y he vuelto a emocionarme. Vivamos, que se nos escurre.

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Twitter me gusta por diversos motivos y hoy os voy a contar uno de ellos. Cuando me uní a esta red social (hace ya un lustro) una de las cosas que me sorprendió fue que podías sentir muy cerca a personajes que viven a distancias abismales. Distancias geográficas, ideológicas o de cualquier otro tipo quedan recortadas al leer sus tuits o ver sus fotos. Al principio seguía deportistas, grupos de música, políticos y conocidos. Luego fui interesándome por asuntos más concretos con el objetivo de empaparme de las noticias desde otro punto de vista. Comencé a hacer listas de periodistas por un lado y jefes de prensa por otro. Tarea divertida a la vez que interesante pues permite contrastar diferentes enfoques de las informaciones para sacar luego tus propias conclusiones. Poco ha cambiado la forma de actuar de unos y otros en esta larga temporada. Lo que sí han cambiado son los soportes. Y mucho.

Ari Fleischer, que por aquel entonces era jefe de prensa de la Casa Blanca, se lanzó el domingo a contar su experiencia en una especie de diferido tiempo real. Os recomiendo buscar su perfil y revivir de su mano aquellos momentos. Tuiteó cómo recibieron la noticia en el colegio de Florida, cómo el Presidente George W. Bush gestionó la situación y cómo él mismo iba tomando notas y fotografías de lo sucedido. Colgó vídeos inéditos en los que se puede ver cómo los F16 escoltaban al Air Force One, detalles de los instantes confusos en el despacho del avión y del momento en que incluso entraron a un búnker. Me encanta ver las caras de los protagonistas en estas imágenes totalmente alejadas de las habituales portadas de los periódicos y las televisiones. Rostros cercanos, compungidos, directos, reales y sin maquillaje. Sin ningún tipo de arreglo. Curioso analizar a toro pasado la información que se fue distribuyendo a los corresponsales. Como en otros tantos momentos de crisis, qué importante es decir siempre la verdad.

Así es como me gusta Twitter, alejado de las malas babas y los buscadores de notoriedad, broncas o conspiraciones. Paranoia. Sigue siendo mi medio de comunicación preferido y por hilos como el creado por Fleischer sigo manteniéndome fiel a esta plataforma. Que dure.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 14 de Septiembre de 2016

El folklore era esto (con perdón)

Llega una edad en la que no molesta reconocer los errores que uno comete. No es que no moleste, es que hasta te sientes bien al hacerlo, te liberas y creces al mismo tiempo. Y no solo de errores crece el hombre, de prejuicios y taras educativo-culturales vamos tan bien servidos que pasar por encima de ellas se convierte en el ciento diez metros vallas de nuestra generación.

Me ha sucedido, más que nada, política, económica, espiritual y musicalmente. Sobre todo en esto último, pues alguien que ha basado una buena parte de su crecimiento personal en la música se cree muchas veces en posesión de la verdad absoluta en este campo. No soy, afortunada o lamentablemente, el único. Lo comento alrededor y sí, asentimos con media sonrisa en la cara, mezcla de autocompasión y madurez, suma de experiencias y capacidad de, por fin, aceptar que vamos bien orientados.

Ya con Rosalía tuve una interesante lucha interior entre lo que sentí al escucharla por primera vez y lo que mi inconsciente pensaba que debía sentir. Duró poco el asalto, el KO de “El mal querer” fue tan demoledor que aún me estoy recuperando. Y cuando pensaba que salía del shock va y aparece “El madrileño” de C. Tangana en mi Spotify. Joder, qué pelotazo. Esto no te puede gustar, no caigas otra vez, no se te ocurra reconocerlo. Pues mira, creo que si no es disco del año poco le debe faltar. Una sucesión de rotundos latigazos aderezados con unos vídeos a la altura de los mejores cortos que he visto, obras maestras en forma de películas en miniatura que maximizan el impacto musical de unas producciones de altísimo nivel. Y como guinda, ese guiño cuádruple que se acaba de sacar de la manga en ese “concierto” con sobremesa cayendo el sol, el mejor giro de cámara que he visto en años y unas versiones de sí mismo retorciendo y fusionando con total desenvoltura un octeto de cuerda con unas palmas flamencas y Bizarre Love Triangle de New Order.

El resto de artistas (ojo a las colaboraciones) no son tontos y se han dejado ligar por Pucho, su estilazo y autenticidad que, a años luz de lo que muchos somos o querríamos ser, nos lleva de la mano a instantes memorables, escenas cotidianas que levitan uniendo el cante con los sintetizadores o la música clásica con una botella de Anís del Mono. Me siento más identificado de lo que me cuesta creer con esos paisajes, esas escenas de la España rural, estos samples de la música tradicional de mi país. El folklore, me perdonen los puristas, era esto. Maravilla eterna.

Igual la música es lo que necesita nuestra sociedad para evitar la continua crispación que nos rodea. Porque una vez que creces y te quitas los prejuicios es imposible no estar de acuerdo en lo maravilloso que es introducirte en el viaje sensorial que un temazo te produce, relativizando, aunque sea por un momento, la caspa en la que algunos se encuentran como pez en el agua y con la que quieren salpicarnos. Si yo me he dejado embaucar por el trap ya todo es posible.

Algunos tenemos fe. Musical o políticamente.

Nacho Tomás
HISTORIAS DE UN PUBLICISTA
Twitter: @nachotomas
La Verdad de Murcia

Mayo 2021

El cobijo fácil.

Todos asistimos de vez en cuando a eventos con gente, a reuniones de todo tipo: Talleres de formación, charlas informativas, clases divulgativas, presentaciones, mesas redondas, seminarios empresariales, jornadas técnicas, juntas directivas o encuentros organizativos. Casi siempre se sigue un guión establecido de antemano, una especie de orden del día que supone estar preparado para lo que te vas a encontrar, afrontando previamente los escenarios posibles y, al menos en mi caso, intentando estar informado para conseguir ser realmente productivo. Últimamente apuesto por poner hora de finalización a todos los encuentros. Creo que saber cuándo acabará supone un plus de organización imprevista de modo que con la experiencia se consigue pasar por encima de los puntos menos importantes y se centra uno en lo relevante. En «la chicha» que decimos en Murcia.

En estos eventos a los que suelo acudir a menudo me he encontrado de todo: profesores que no tienen ni idea de lo que hablan, técnicos que aspiran a políticos, funcionarios más preparados que los académicos, políticos ejemplares, ejecutivos sinvergüenzas, gente con zapatillas de deporte y mucho criterio o personajes trajeados que en cuanto abren la boca se definen ellos solos. También he acudido a muchas citas en las que no he abierto la boca más que para presentarme, desde pequeño me dijeron que no opinara de lo que no supiera y, aunque cuesta morderme la lengua, ver, oír y callar es uno de los mejores consejos que me han dado nunca. Ya aprenderás, si le pones ganas y te gusta el asunto. No tengas prisa.

Y en todas las situaciones arriba comentadas siempre me encuentro a ese curioso personaje que sale a flote de entre el público y viene a hablar de su libro, ese notas que se deja en ridículo a sí mismo defendiendo lo indefendible, yendo a por uvas de paseo por los cerros de Úbeda, haciéndose un daño quizá irreparable y consiguiendo que durante el resto del acto ya no pueda dejar de pensar en los motivos que tendrá para tal comportamiento, cobijado fácilmente por la muchedumbre.

Y no te lo encuentras una vez. Nuestro protagonista sigue la agenda de actividades, de la temática que sean, auto-pregunta en ristre, metiendo con calzador la pequeña introducción al respecto de su interés, seguida de su monólogo infumable. Lo verás en la presentación de un libro científico o en el club de punto de cruz. Debe haber leído en algún sitio que lo importante es hacer ruido, que hablen de ti aunque sea mal. Cuánto daño han hecho estas recomendaciones.

Lo mejor de todo es ver como aunque nadie le responda ni le siga la corriente en directo, luego en Twitter hablará de su triunfo, de su batalla contra los molinos, de su innegable capacidad. Las redes sociales están llenando las consultas de los psiquiatras. O vaciándolas, vete tú a saber.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 7 de Septiembre de 2016

Leyendo los veranos.

Hoy me ha venido a la cabeza «La vida sale al encuentro», un libro que disfruté cuando rondaba los quince años en un verano sin televisión ni teléfono que pasé entre moscas y tórridas siestas. Dejó huella. Me he acordado de él muchas veces, pero nunca me había parado a pensarlo profundamente. Sigue dejándola parece. Incluso con sus muchos peros inducidos por la censura franquista o el excesivo punto de vista clerical merece la pena su lectura y posiblemente se lo recomiende a mis hijos cuando crezcan. Quizá también a ellos les impacte.

Hoy también recuerdo otros felices estíos con lectura entre manos: «Cienfuegos» y las ganas de aventura que fomentó en mi mente juvenil, de libertad, de irte para no volver. «El camino» y las amistades que parecen para siempre (cuando no hay más que amistad entre ellas) y luego también se tuercen para siempre. «El Señor de los Anillos» y cómo bauticé a casi todos mis conocidos como sus personajes mucho antes de que se estrenara en cines. Más tarde «Cien años de soledad» puso sobre la mesa de mi cerebro y alma otras relaciones personales más complejas. Vuelve a la memoria «El Arte de la Guerra» y «El príncipe» cuando monté mi primer negocio a los veintitantos. Pasé calor, diversión y dolor de mandíbulas con la saga de «El Laberinto de las Aceitunas», aprendí con «Una investigación filosófica» y «La Gran Guerra». Tuve momentos de autocrítica con «Luces de Bohemia» e instantes de retorno a esa locura que es nuestra cabeza en «El Guardián entre el Centeno» sin olvidar los míticos «1984» y «Un mundo feliz», más actuales que nunca. Últimamente no soy muy de novelas, pero las pasadas vacaciones saboreé gustosamente lo bien escritos que están «Nos vemos allá arriba» y «Blitz». Este verano he vuelto a leer bastante, concentrado en dominar el exceso de trabajo, la falta de tiempo o dejadez provocada por las nuevas tecnologías que nos absorben el poco libre que tenemos. Y he descubierto el Kindle. Y nos vamos a hacer muy buenos amigos.

Hoy, cuando la nostalgia post vacacional se entremezcla con la necesidad de avanzar sin dejar de mirar el retrovisor, me he parado a pensar en los veranos y lo que suponen en nuestro desarrollo personal, porque como todo el mundo sabe septiembre es el verdadero comienzo de año. Me he acordado de la adolescencia, que quizá en este símil sería la primavera, ese periodo convulso que nos modela mediante las compañías que tenemos, la educación que recibimos, la música que escuchamos y sobre todo los libros que leemos, enfocándonos a las siguientes estaciones.

Los veranos son necesarios para sacarnos de la rutina maldita. Y es necesario que terminen para devolvernos a la rutina bendita. También pienso en el paso a la madurez y los problemas, muchas veces estúpidos, que conlleva. La juventud termina para cada uno en un punto de inflexión diferente. E invariablemente, como el vino, llega una edad y un momento en que todos nos avinagramos.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 31 de Agosto de 2016