Si tuviera que poner un titular a la competición de este año en la Sierra de los Donceles no habría duda: «El año de las transiciones». Para un casi veterano como yo (rondando los 40 años) empieza a ser complicado mantener los altos ritmos en los triatlones cortos como este, el mítico Sprint de Agramón, así que me toca mejorar en los «tiempos muertos». Otra forma de mejorar como triatleta completo.
Por quinto año consecutivo, que se dice pronto, la tarde del primer sábado de Agosto me dispongo a nadar a la orilla del Pantano de Camarillas. El primer sector suele ser bueno para mí y este año me veo especialmente fuerte, he nadado bien en piscina y he mejorado bastante, por ello pido a Bubi, compañero del equipo, que me deje seguir sus pies hasta que reviente. Si no eres nadador habitual, no te imaginas lo que se ahorra yendo a rebufo en el agua.
Dicho y hecho, me lanzo como un poseso cuando suena la bocina y comienzan los problemas. Se me ha ido totalmente la mano, haciendo los primeros 200m a un ritmo de 1:25 según mi Garmin, fuera de punto sin duda. Y recibiendo golpes por todos lados, impidiendo que respire en las brazadas. Me ahogo. Antes de la primera boya tengo que nadar a braza, el agobio de ir en cabeza y bajar el ritmo supone que te van adelantando sin parar los que vienen detrás. Me ahogo.
Perdí los pies de Bubi hace mucho, voy de nuevo solo y tengo que echarme a un lado, me cuesta respirar por la cantidad de gente que me sobrepasa. Me ahogo. Momentos de angustia como nunca había tenido en este sector, tanto que al llegar al primer giro tengo que sujetarme a la red que rodea la boya para no ahogarme. Me ahogo. Nado a braza un buen rato, bajo mucho el ritmo y me ladeo para no molestar y que me molesten.
Alguien me sigue de cerca, tocándome los pies sin parar y sin querer me vuelve a desconcentrar, tanto que me cuesta de nuevo respirar. Me ahogo. Joder, voy a retirarme. Qué suplicio. Me paro. Nado a braza, a espalda. Cojo aire. Siguiente boya. Enfoco la meta y por fin se pasa el agobio al ir de nuevo sólo. Respiro. Aprieto un poco incluso al final y salgo del agua más entero de lo que parecía hace unos minutos. El ritmo de este sector sale a 1:39 el 100. No esta mal.
La primera transición la hago a toda velocidad, me he propuesto mejorar en estos momentos, como decía arriba es complicado subir mucho los ritmos de bici y carrera a pie, soy más diesel y estas distancias cortas se me pegan. Sobretodo viendo la cantidad de chiquillos (sub23, juveniles o cadetes) que me pasan como aviones. Adelanto mucha gente antes de coger la bici y otro buen montón durante la primera subida. Al final he recortado casi 1 minuto el tiempo de la transición del año pasado.
El sector a dos ruedas se me pasa rápido, he mejorado mucho en los últimos meses y solo me adelantan dos o tres misiles. Un mal recuerdo tengo aquí de un triatleta que fue a mi rueda prácticamente todo el recorrido, algo prohibido en este triatlon no-drafting, pero allá cada uno.
Aprieto constantemente y aprovecho las zonas de viento a favor, conozco el circuito perfectamente y eso me ayuda a trazar mejor que otros. En la zona de subida hacia Hellín me cruzo con los primeros. En la zona de bajada con los que van detrás. Me encantan estos momentos. Ánimos entre unos y otros. Equipo. Una buena media de 34km/h dado el perfil escarpado del sector. ¡Bien!
Hago la segunda transición muy bien, he practicado el saltar de la bici en marcha y recorto otros 30 segundos al tiempo del año pasado. ¡Bien!
Salgo a correr confiado aunque noto el dolor de siempre en la rodilla, el maldito menisco vuelve a asomarse. Además parece que tengo una piedra en la zapatilla que luego resulta ser un pequeño cristal que me hace un corte importante al no llevar calcetines. Gajes del oficio.
No consigo aumentar la velocidad a pata, tampoco es que haya entrenado mucho este sector, y llevo meses sin hacer series en condiciones. Todo resta. Pero el pueblo sigue aquí, menudos ánimos. ¿El mejor ambiente de España?
Me cuesta horrores bajar de 4:00, hasta que me cruzo con Sergio Sáez y Joel que me dicen: «Abuelo, vamos a por ti.» Esto me da alas y hago el mejor kilómetro a 3:58, con miedo a que me pillen aunque es un espejismo, al final les meto casi 3 minutos en meta. En carrera las distancias son complicadas.
Cruzo la meta serio, veo a mi familia. Mi hijo me dice que es la primera vez que no estoy feliz en carrera, no he sonreido. Pero sí sonrío. Y mucho. Sobretodo cuando veo a Pablo.
La verdad es que me he exprimido. Reduzco más de 1 minuto la marca del año pasado. Y casi 20 minutos menos que mi primera vez, 5 años atrás.
Estos son los tiempos oficiales: (Link)
- Natación 750m – Tiempo: 0:12:41 – Posición: 53
- Bicicleta 20km – Tiempo: 0:35:50 – Posición: 44
- Carrera a pie 5km – Tiempo: 0:20:57 – Posición: 69
- Tiempo total: 1:14:19 – Posición: 52 de 276
Los momentos post-carrera, como siempre, son los mejores. Amigos, compañeros, familia. Insuperable. Ahora a cuidar la rodilla, la tengo inflamada desde que acabé.
He seleccionado las mejores fotos en bici, esas en las que no se me ven los michelines. Como bien dijo el mítico Carlos Triatlon, si este año he ido tan bien cuando me quite los 5 kilos que me sobran voy a volar.
No tengo claro cómo afrontaré los siguientes retos: Half Ironman de Cabo de Gata, Maratón de Valencia y Ironman de Vitoria 2017. El tiempo dirá. Yo pondré todo de mi parte. ¿Quién no iba a hacerlo con estos trofeos que me esperan en meta?