Hay ciudades que no entran a la primera. Me sucedió, por ejemplo, con Londres y con Florencia. Con la capital inglesa tuve la suerte de quitarme la espinita y a la segunda oportunidad cambió, afortunadamente, mi concepto. A la urbe de los Uffizi todavía no he vuelto. La primera vez que estuve en Barcelona bajé del avión a las 9, cogí un taxi a las 10, me metí a una reunión a las 11, y a las 14 estaba de nuevo, aterrizando, en Barajas. Las siguientes tres o cuatro veces llegaba por la tarde, entraba a la sala de conciertos de turno y a la mañana siguiente ya desayunaba en…