De todas las clases que he impartido en mi vida (por encima ya de la centena) pocas como aquellas en que consigues involucrar al público. Sea por el motivo que sea hay veces en las que quizá tú estás inspirado, ellos están entregados, o vete tú a saber por qué, pero la cosa fluye y se convierte en mágica. En algunas sesiones formativas se llega a establecer una intensa conexión entre profesor y alumno que habitualmente desemboca en un triunfo a dos bandas que puede por momentos invertir incluso los papeles. Recuerdo haberlo sentido bastantes veces en la carrera y me muero del gusto cuando ahora puedo ser culpable de…