Cura de humildad

Todo se reduce a la relatividad. Ahora que va entrando el invierno tenemos un ejemplo perfecto con el frío que comenzamos a sentir, viniendo de este otoño especialmente cálido, cuando cualquier temperatura algo menor nos parece congelar. Habitualmente nos comparamos. Nuestro cuerpo se compara con cómo estaba ayer. Relativizamos. De pequeño aprendí aquel poema de los altramuces de Calderón de la Barca que comenzaba con: “Cuentan de un sabio que un día, tan pobre y mísero estaba…” y posiblemente dejó huella. Sin posiblemente. Reléanlo si pueden. Todo es relativo.

Algo parecido siento siempre en los congresos nacionales de directivos que organiza CEDE y a los que asisto como miembro de la Junta Directiva de ADIMUR, la Asociación de Directivos de la Región de Murcia, que sigue paso a paso creciendo cada día y poniendo en valor una figura que no siempre se valora como debiera, al menos en mi opinión. Estigmatizada y marcada como lo que desde fuera se puede pensar que es, pero desde dentro está claro que no.

En estos eventos, tocaba en Málaga, uno tiene la oportunidad de resituarse, poner los pies en suelo, cerrar la boca, entornar los ojos, abrir los oídos, conocer cientos de personas que tienen más problemas que tú, son mejores directivos que tú, organizan mejor su tiempo que tú, tienen mejores empresas que la tuya, las gestionan mejor y tienen más problemas y saben resolverlos mejor que tú. Cura de humildad.

Hasta son mejores conductores que tú, porque lo mejor fue el viaje en coche, muchas horas de ida y otras tantas de vuelta en las que aprender de las situaciones extra laborales de mis compañeros de marcha, que al final son las que te hacen crecer: la familia, los amigos, la salud y el espíritu. Esas cuatro bolas de cristal que debes mantener en equilibrio en tu caminar por la vida. Son de cristal porque si alguna de ellas cae, se romperá, no como la quinta bola, el trabajo, que es de goma y al caer rebotará sin daño alguno, como intuyó hace años Brian Dyson, CEO de Coca Cola.

Una cura de humildad a tiempo vale más que un máster a destiempo, cambiar las velas y enderezar el rumbo, fijar objetivo cuando en el horizonte sólo hay aún agua y más agua. Esa es una de las mejores cualidades de un directivo y una enseñanza que me llevo guardada. No tienen ustedes idea de las notas mentales que puede uno tomar en este tipo de actos.

Saquemos el malabarista que llevamos dentro y vivamos centrados en esas cuatro esferas de cristal. Porque acudir a este tipo de cosas, y las que quedan por venir, no es perder un día o una semana, es ganar en todo, manteniendo a flote esas pelotas. Es vivir, joder, que esto vuela.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
13 de noviembre de 2019

Tres y tres en NYC

Dice muy poco de nosotros como seres inteligentes el ritmo frenético y la rutina que nos hemos dejado imponer desde que salimos como quien dice del cascarón, nosotros solitos lo hemos permitido, más a lo bestia aún en los últimos años. Hasta ayer mismo teníamos que encender un mechero para poder mirar la hora de nuestros relojes de muñeca.

Dice menos aún de nosotros como animales racionales la imposibilidad de degustar los pequeños triunfos diarios, eclipsados por el mañana, el pronto, el ahora, el ya y el ayer. Observo a mi perro y aprendo de él más que de muchos humanos que han pasado sin pena ni gloria por mi vida. Yo mismo con mis agonías y estreses debo haber pasado igualmente por la vida de otros que han aprendido la lección antes que yo. Nunca es tarde para ser más necio que maestro. O viceversa.

¿Y por qué comienzas con esto, Nacho, si nos vas a contar hoy el viajazo que te has pegado a New York con tus hermanos? Pues porque es muy triste que tuviera que estar a punto de suceder una desgracia para decidir, por fin, llevarlo a cabo. Ya sabéis lo de Pablo. Una promesa entre nieblas mentales, una idea un poco loca, un equipo de la NFL, un “faltan huevos” con más cervezas de la cuenta y al lío. De la noche a la mañana seis manos coordinando los memorables momentos que pasamos la semana pasada en la Gran Manzana. Tú compra las entradas, él consigue alojamiento, yo me encargo de los vuelos. Tres días y tres hermanos.

Un viaje en el que sin acordarlo previamente nos dedicamos exclusivamente a saborear cada paso, deleitarnos con las vivencias, los olores, los sabores y cómo no, las majestuosas vistas que sólo Manhattan sabe ofrecer. Y lo bueno es que nos dimos cuenta los tres de que estábamos compartiendo no solo unos días de vacaciones, sino una sensación más profunda, de conexión, de tiempo real, de un momento irrepetible. Compartimos todo eso y una habitación triple que olía a tigre de bengala cada mañana. Sin duda ayudó a este estado de catarsis que mis hermanos sean unos absolutos fuera de serie, cada uno en lo suyo y ambos en lo personal.

Por el lado turístico, Times Square sigue siendo el centro del mundo, con su cara y su cruz totalmente contrapuestas en sólo 12 horas, el Puente de Brooklyn luce madera, los cinco barrios evolucionan, Central Park no tiene rival para correrse unos kilómetros, la Zona Cero impresiona tanto como siempre, desde Battery Park se divisa la Estatua de la Libertad, los Patriots arrollaron a los Jets, la panorámica desde el Top of the Rock mantiene su corte de respiración y la vida en general por aquellas tierras cuesta un puñetero riñón. Y además llueve cuando menos te lo esperas.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
6 de noviembre de 2019

San Ignacio y el verano

Llamarte como tu padre y como tu hijo entraña unas obligaciones y genera unos derechos que no siempre se valoran. El mero hecho de bautizarte con cualquier nombre ya te perfila, sin que lo intuyas, hacia unos comportamientos que dejan en mantillas la astrología y demás patrañas, orientando desde pequeño ciertas conductas espejo o rechazo. Ya no se estila poner a los hijos los nombres de los padres, por eso adquiere aún más especial sentido celebrar un día como el de hoy en familia con tres generaciones que lo comparten (junto al apellido), encontrándome cómodamente en medio por ahora y ojalá desplazado hacia un lado dentro de unos años.

San Ignacio de Loyola era un valiente, decía mi abuelo, un santo sin duda diferente a los que estamos acostumbrados. Hay una película filipina que plasma, en rollo cutre serie B pero muy dignamente en mi opinión, su vida de juventud y cómo pasó de jugador y mujeriego a creador de una de las órdenes religiosas más influyentes del mundo. Un tío original y dado a extremos: soldado antes, tullido después, hijo de nobles de primero y mendigo por vocación de segundo, estudió en La Sorbona de París y cocinó para enfermos. Se dice que pudo matar a un hombre en una noche de borrachera, habitual de broncas nocturnas, e incluso tener una hija. Un buen pieza, vamos, que tras tener una revelación, cambió profundamente y acabo canonizado, siendo muy probablemente el único personaje del santoral cristiano con antecedentes policiales.

Hoy es 31 de Julio, se celebra San Ignacio y ha sido siempre una fiesta en casa, todavía más desde hace diez años con la llegada del tercero. Es un momento bisagra, comienza oficialmente el verano y estamos en el campo, disfrutando de la naturaleza, el frescor nocturno y, desde el año pasado, inicio también de unas merecidas vacaciones que tras más de tres lustros sin disfrutarlas, he decidido tomarme obligatoriamente cada estío, apagando el móvil, sin responder a los correos y pensando sólo en lo bien que sienta no hacer nada más que comer, beber, leer, tocar la guitarra y estar con mi familia dando tumbos por los montes. Sin viajes ni despertadores, sin estrés ni notificaciones. Sin nada pero con todo.

Por eso, ahora sí, esta será la última columna hasta septiembre, donde prometo volver, si me dejan, con fuerzas renovadas, ganas de escribir y con algo aprendido de lo que el Santo de mi nombre pudo transmitirme queriendo o sin querer, porque muchas veces lo que se transmite es involuntariamente lo más eficaz y menos obligado.

“Libre es aquel que se concentra en jugar las cartas que le han tocado, y esclavo quien se dedica a protestar y a exigir otro reparto.”

Toca jugar, toca asumir, toca concentrarse.

Toca verano.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
31 de julio de 2019

Que sigan cayendo

El lunes se amontonaron dos grandes resacas: la electoral y la de mi cumple donde me cayó un maratón de años que, mejor o peor llevados sitúan al que escribe en un más que probable, toco madera, medio camino de la vida. No entiendo a esos que no dan importancia a este tipo de fechas, en mi casa han sido siempre y seguirán siendo una fiesta, no me cabe en la cabeza que alguien pueda olvidar el de algún familiar o peor aún, aquellos que olvidan (o dicen olvidar) el suyo propio. A finales de abril yo ya me voy poniendo nervioso pensando en el que seguirá cayendo, balanceando lo vivido en los últimos doces meses enfocando lo que se deja entrever por el horizonte. Este año además mis hijos me han regalado un tarjetón pintado y escrito a mano en el que, entre otras cosas, me agradecen la ayuda, los abrazos, el amor y…. ¡las tareas que hago en la casa! Está mal que lo diga, pero qué bien educados tenemos a estos niños que serán pronto adultos y se enfrentarán a sus primeras decisiones políticas. Hay que celebrarlo.

La personal se entremezcla con la electoral, crecer en años es asimilar los resultados de las votaciones sin enfadarte, es tener claro que todo lo dicho por cualquiera hasta la fecha suele ser papel mojado cuando finalizan los recuentos, sin dolores de cabeza, malos rollos ni vergüenza ajena. Así es lo que tenemos y así va a seguir. Líneas rojas convertidas en pactos y declaraciones institucionales inamovibles por un quítame allá esas pajas. Porque al final quedan las personas, se olvidan los partidos y las siglas que seguirán cayendo y sólo permanecen las amistades y el trabajo serio. Gentes de todo el país y de todo color con los que tienes la suerte de llevarte estupendamente, que eran políticos el domingo por la tarde y ciudadanos de a pie el domingo por la noche. Y viceversa. Qué locura de elecciones. Qué necesario todo. Un batiburrillo de votos que decanta la balanza en media España. Así es la democracia, bendita sea. Claro, también hubo que celebrarlo.

Leí en algún lugar que de nada vale la cantidad de contactos que tengas, sino cuántos de ellos te responderán con una sonrisa cuando quieras localizarlos. Por mi cumpleaños el teléfono no dejó de sonar ni un segundo, como siempre. Por las elecciones no dejé de hacer sonar multitudes de teléfonos, como siempre. Reconociendo el buen trabajo ajeno o dedicando palabras de ánimo. Cuando hay cercanía el resto pasa a un segundo plano.

Esto es lo que no tiene precio, esto es lo que te hace crecer. Esto es lo que por tu parte hace crecer a otros. Esto es la vida y que sigan cayendo los años y las ideologías.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
29 de mayo de 2019

Nuestras madres, nuestras mujeres, nuestras hijas

Todos tenemos al menos una mujer en nuestras vidas: nuestra madre. Y con motivo de su día el pasado domingo, creo que merecen un pequeño homenaje, ese que les regateamos siempre y que nunca es suficiente. Ese que ya, ese que ahora. Ese que va.

Comienzo por Milagros, mi madre, toda su vida trabajando de maestra, enseñando (asignaturas y otras cosas que sólo los verdaderos maestros saben enseñar) a los críos que tiene todavía cada día en clase. Mi madre me parió con dieciocho y la confundían con mi hermana en cuanto crecí un poco. Mi madre ha estado al pie del cañón echándose la casa a hombros y sacando adelante a dos hijos con muchas alegrías, algunas penurias y más de un zapatillazo. Seguro que os veis identificados en estas letras y decís que la vuestra tal y cual, pero como la mía no hay ninguna. Mi madre es tope de gama, como dice mi hermano. Nombrar a mi madre saca una sonrisa en la cara a cualquiera de sus conocidas. Como para no estar orgulloso, como para no querer seguir sus pasos. ¡Gracias Madre!

Y seguimos andando entre mujeres, porque algunos tenemos además la suerte de añadir otras protagonistas femeninas a este camino que nos toca recorrer entre la vida y la muerte, entre que nacemos (nos paren) hasta que morimos (nos entierran). Personalmente puedo sentirme afortunado porque otras tres pedazo de tías me están acompañando o me han guiado hasta estos días y lo que me queda por delante: Mi esposa, mi abuela y mi hija.

Paz, mi mujer, madre también de Paz, mi hija, que se iba a llamar Aurora, como mi abuela. Y es que la conexión entre las tres ha sido siempre muy especial. Paz madre es la lotería que a uno le toca en vida y Paz hija tiene todas las trazas de ser tan grandísima persona como la que le dio nombre. Una nena de once años mezcla perfecta entre el sentido común de una visión de la vida privilegiada y el desparpajo lógico de su feliz infancia. Las dos Paces son un equipazo que a los Nachos nos dan sopas con onda. Qué bueno es reconocerlo, qué bien se queda uno sabiendo que está en buenas manos. ¡Gracias Paces!

Acabo con mi abuela, estandarte Ruiz (ese segundo apellido que muchos confunden con el primero pensando que tengo nombre compuesto). Esta bandera sí me representa, ondeada por ella al son de sus enseñanzas, que son tantas que me faltan líneas. Que aún desde el otro lado me enseña cada viernes sus puntos de vista únicos y auténticos, como la estación de lluvias que llega tras la época desértica.

Es una suerte tenerlas, es un placer disfrutarlas, es un orgullo acompañarlas.

Nuestras madres, nuestras mujeres, nuestras hijas.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
8 de mayo de 2019

Madrid, Madrid, Madrid

Antes de disponer de esta columna semanal ya escribía de manera más o menos asidua en mi blog personal volcando, al igual que hago ahora cada miércoles en estas páginas de papel, lo que se me pasaba por la cabeza quizá con más ganas que criterio y con más ilusión que destreza. Buceando entre los folios digitales he reencontrado una especie de poema de 2012 donde intentaba definir Madrid, esa ciudad que si no te mata te hace más fuerte, que está tan cerca del cielo como del infierno y que puede ser punto de partida o pozo sin fondo con las mismas probabilidades.

Madrid fue mi segunda casa durante una larga temporada, suelo ir con frecuencia y sigo teniendo, con permiso de Renfe y compañía, familia y buenos amigos allí. Imagina la ilusión que me hace visitarla con mis hijos, que como buenos herederos adquirieron de sus padres ese gen viajero que no todos saben gestionar, con la sonrisa en la cara aunque estuviéramos en la calle quince horas seguidas, disfrutando juntos de un lugar que siempre está ahí para sorprenderte, porque por mucho que creas conocer sus calles, sus barrios o sus gentes, Madrid siempre atrapa con algo diferente. Mis hijos, una vez más, haciéndome tan feliz como orgulloso. Qué bien lo estamos haciendo, cariño.

La Media Maratón fue esta vez la culpable de que desembarcáramos en pandilla, disfrutando de un fin de semana en familia, ideal para correr y apretarse un poco las tuercas que no venía nada mal después de dos años sin ponerme un dorsal de competición y cinco sin realizar esta preciosa distancia que son los veintiún kilómetros a pata, que aunque parece la mitad es mucho menos y los que han corrido la distancia de Filípides lo saben bien.

Iba justo de preparación pero fuerte de cabeza (para no variar) en una mañana fría y soleada, escenario perfecto para lanzarse a las calles del centro de la capital, por las que fui sumando cansancio y recuerdos a partes iguales: Castellana arriba, Torres Kio, Bravo Murillo, Cuatro Caminos, Raimundo Fernández Villaverde, O’Donnell, Goya, Velázquez, Serrano, Colón, Retiro y Paseo del Prado. ¿Puede haber un recorrido más precioso? Lo dudo bastante. ¿Puede haber un recorrido con más cuestas? También lo dudo bastante. Sufrí en mis carnes la famosa dureza de sus calles para los runners. Para el recuerdo esa maldita rampa del 15 al 16 donde pensé que se me escapaba el crono… Finalmente prueba superada, recortando por los pelos la hora treinta y cinco. Se sube mucho, sí, pero también se baja.

Sensación agridulce el momento de la separación entre los valientes que iban a por los 42 de la maratón completa y los que nos conformamos con la mitad. Me dicen que esa segunda parte es aún más dura. Quizá algún día lo sepa.

O quizá no.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
1 de mayo de 2019

Ritmos, aires, antojos e inconsciencias

Las piezas comenzaron a encajar de repente, a destiempo y como por arte de magia. El truco fue retrasar lo inevitable. Esperar a que por su propio peso todo acabara cayendo. Que siempre cae. La madurez le llega a cada uno cuando le llega, como el cambio de voz, los granos, el primer beso o la borrachera. No hay reglas, no hay calendarios. Sólo está claro que el camino se recorrerá, de eso no hay duda. Entonces, ¿para qué dar los pasos que se supone debes dar? ¿Para qué satisfacer a los que esperan de ti lo lógico y normal?

No fue fácil ver alejarse a los que te rodean, no fue sencillo asimilar que no podías cumplir sus expectativas. Claro, eran las suyas. Intuías que antes o después acabarías alcanzándoles por muy distantes que se apartaran. Y así fue. A tu ritmo, como si de una maratón se tratara.

El camino que recorremos no tiene escapatoria, los caminos que la sociedad nos obliga a caminar no tienen cruces, no hay opciones a elegir, los senderos de la vida por mucho que nos intentemos autoconvencer, no tienen encrucijadas. Todos llevan al mismo sitio. A la meta común. A la llegada.

Ha sido esta una semana en la que por vigésimo primer año consecutivo nos juntamos el grupo de amigos de toda la vida, se fotografió por primera vez un agujero negro, salí a entrenar en bici con Alejandro Valverde y retomé la guitarra. Siete días en los que la catedral de Notre Dame en París ardió en llamas, mi hija cumplió once años y tuve una experiencia cercana a todo lo sobrenatural que pueda sentir un escéptico convencido como yo. Un proceso temporal en el que ilusos de nosotros, cambiamos los planes una y otra vez pensando que somos libres y no obligados. Autónomos y no forzados. Volátiles y aéreos. ¡Ja!

Un intervalo de tiempo llamado a ser espectacular. Y así fue. Como todos los momentos de la vida si sabes encontrar la perla entre las ostras escondidas en la arena que a diario se nos ponen por delante.

Por muchas semanas así, por muchos inicios de canciones como One de U2, Linger de The Cramberries o Creep de Radiohead. Que nos persigan por toda la eternidad, mientras cantamos desgañitándonos satisfascinados, transmitiendo nuestra pasión a los que nos vienen pisando los talones descontrolados e ilusionados, ignorando afortunadamente que están condenados a recorrer los mismos senderos que nosotros.

A su ritmo, a su aire, a su antojo e inconsciencia.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
17 de abril de 2019