Impulsos: Junio 2023

Estas últimas semanas he divagado sobre ciertos conceptos que me rodean empresarial o personalmente, abro así una nueva sección del blog para comentar ideas y pensamientos de manera más breve. Se llamará “Impulsos”

Sobre el crecimiento empresarial:

Suelo leer libros de empresa para intentar mejorar la forma en la que gestiono mi negocio, el modo en que me relaciono con los empleados, clientes y proveedores, cómo afronto los problemas o cualquier otra cosa que vaya surgiendo en la vida corporativa y que los autores me cuentan desde su experiencia personal y profesional.

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Casi todo el mundo que escribe se centra en las mismas recomendaciones, enfocándolas desde diferentes puntos de vista, claro, pero pocos le han dado una vuelta al asunto como lo que he encontrado en “Reinicia: Borra lo aprendido y piensa la empresa de otra forma” de David Heinemeier Hansson y Jason Fried.

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En este libro encontrarás otro prisma por momentos rompedor e incluso radical con el que, debo reconocer, muchas veces me siento totalmente identificado, especialmente en el capítulo titulado: “¿Crecer, ¿por qué?”, dilema con el que me encuentro a diario en mi agencia, habiendo llegado all punto de valorar si merece o no la pena hacerlo.

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En ello estamos y para empezar hemos decidido aceptar sólo nuevos proyectos con los que nos sintamos bien, e incluso hemos dicho que no a algunos que ya habíamos comenzado pero se estaban torciendo (por H o por B), esos que antes teníamos que “tragarnos” por no perder negocio y que ahora no nos merecen la pena personalmente, sin importar el dinero.

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Puede sonar a chulería o a cualquier otra cosa, pero hace tiempo que en N7 estamos más sanos mentalmente, más cómodos en nuestro día a día, y más fuertes para todos los demás proyectos en los que dejarnos la piel, que son (afortunadamente) muchos más y mejores.

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Sobre marcas y modelos empresariales:

Hoy he tenido una reunión de trabajo muy interesante.

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He quedado con una persona que no conocía para proponerle unas acciones publicitarias tras haber leído algo en redes sobre su empresa. Me ha recibido en su oficina (sigo siendo muy fan de las reuniones presenciales) y hemos estado hablando un buen rato de lo divino y lo humano, esas veces que notas que conectas profesionalmente con alguien.

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Cuando me ha tocado explicar lo que hacemos en N7 y los clientes con los que trabajamos me ha venido sobre la marcha a la cabeza un símil e improvisando totalmente le he dicho que algunas agencias son con Ralph Lauren, focalizándose en ellas mismas tanto o más que en sus clientes, consiguiendo que éstos quieran presumir de trabajar con ellas, dispuestos incluso a lucir un caballo gigante en sus productos, algo que no voy a criticar porque seguramente les abre puertas y les da caché. Un tipo de caché.

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Siguiendo con la metáfora, otras agencias son más bien como Lacoste (llevaba puesto uno de sus polos y el cocodrilo me ha debido inspirar): son excelentes en calidad precio, cumplen con creces su cometido, no hacen tanto ruido para ellas mismas y están enfocadas totalmente a sus clientes. Y además dentro de 10 años seguirán ahí, llueva o truene, con la misma calidad y eficiencia. Otro tipo de caché.

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No sé si la comparación me ha salido del todo redonda, espero que se entienda, pues estoy seguro de que esto que cuento es aplicable para muchos otros sectores.

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¿Tu empresa, de cara a sus clientes, es Lacoste o Ralph Lauren?


Sobre branding y geometría:

La geometría como protagonista de los logos más famosos del mundo.

Qué importante es dedicar el tiempo necesario a la hora de diseñar una imagen de marca, algo que persista al paso del tiempo y a la vez sea siempre adaptable y en crecimiento.

Me encanta esta pata del marketing y qué suerte tengo de contar en la agencia con los mejores en este campo.

Fuente: Behance

¿Qué está pasando en Dubái?

Es curioso cómo la vida profesional te va conduciendo a lugares que no esperas o no decides y a mí me ha llevado últimamente varias veces a esa parte del planeta que conocemos como Oriente Medio. Tras Israel, Turquía y Egipto, ha sido el turno de los Emiratos Árabes, concretamente Dubái, uno de los siete que componen este país bañado por las aguas del mítico Golfo Pérsico y rodeado del no menos imponente Desierto de Arabia. Cuatro países tan parecidos como diferentes.

Dubái llama la atención desde el primer momento por su continuo gigantismo, todo allá es descomunal, todo parece hecho para superarse a sí mismo, he perdido la cuenta de cuántas cosas “más grandes del mundo” tiene esta ciudad, aunque por momentos roce el esperpento como las imitaciones del Big Ben de Londres o el edificio Chrysler de NYC, todo ello dominado como un vigía por el interminable Burj Khalifa y sus más de 800 metros de altura. Párate un segundo a pensarlo, estamos hablando de algo que es 8 veces la torre de la catedral de Murcia, 3 veces la Torre Eiffel o casi 4 veces el Pirulí de Madrid. Un mastodonte que se puede divisar perfectamente desde cualquier punto de la larguísima urbe que cuenta con dos “centros urbanos” separados por unos 30 kilómetros en línea recta y atravesados por múltiples autovías con diez carriles en cada sentido. Súmale una incontable cantidad de estructuras cada cual más rimbombante, giros imposibles, círculos, cuadrados, rectángulos, torres que se unen a sus gemelas con un techo común en forma de barco o las tres más reconocibles como The Frame (un marco dorado de 150 metros de alto con un colosal vacío en medio), el Museo del Futuro (un cilindro en forma de donut que parece imposible arquitectónicamente) y The Palm Jumeirah (una isla artificial con forma de palmera donde viven más de 70.000 personas). Puedes buscar estos tres ejemplos en Google para una aproximación, pero ni te haces una idea por más que intente explicarlo o puedas verlo en fotos. Si alguna vez has estado en un plató de televisión o en el rodaje de una película entenderás mejor lo que intento transmitir.

Los gobernantes de Dubái están concentrando sus esfuerzos en ser el centro del mundo en aspectos como turismo o finanzas y con las acciones que promueven van camino de serlo, nos dijeron que han superado a París en número de visitantes este primer trimestre del año y nosotros mismos vimos que las grandes empresas se están moviendo en masa hacia allí atraídas por su casi total libertad de movimientos a todos los niveles, los impuestos son vistos como animales mitológicos y las posibilidades parecen ser interesantes para cualquier sector, especialmente los relacionados con el lujo. Si tuviera 20 años menos no sé si me habría atraído la idea de instalarme temporalmente por aquellas latitudes, pero con una empresa consolidada, unos hijos ya adolescentes y el calor abrasador hasta para un murciano como yo ahuyentan cualquier peregrino pensamiento que pudiera cruzárseme por la cabeza, sin descartar, eso sí, colaboraciones puntuales que ya estamos valorando en la agencia.

Por otro lado, como siempre hago, recomiendo salirte un poco del guion, y de paso salirte del centro, de la limpieza de sus calles y cuidado extremo de cada rincón (algo que es ciencia ficción en Turquía o Egipto, por ejemplo) para ver otras realidades que no son tan fotogénicas. Momentos que hacen más gratificantes las palizas de avión, de reuniones y los cambios de hora, porque al igual que trabajando me dejo la piel, eso de terminar y tirarse en la cama del hotel a descansar no va mucho conmigo, rellenando siempre con iniciativas propias los huecos laborales de experiencias personales: salir a correr entre agua y arena, tomar un té o comerte un bocadillo en un local auténtico o callejear lo poco que permite una ciudad hecha casi en exclusiva para el coche. Lo hice hasta en Medellín con el peligro que aquello supuso para sorpresa de mis acompañantes y aquí no iba a ser menos: sin rastro de riesgo alguno (presumen de ser la ciudad más segura del mundo), sirve esto para ver la parte que no brilla tanto, como en cualquier sitio. Recomendable discusión para desarrollar en otro momento.

En resumen, Dubái es verdaderamente diferente a todo lo que he visto, ficticio y real a partes iguales, generando una sensación extraña en el visitante, al menos en mí que pensaba que todo allí está construido gracias al petróleo, pero el oro negro brilla por su ausencia y es el polvo del desierto el que, aunque continuamente estén limpiándolo, seguirá allí siempre, quien sabe si devorando en el futuro lo que antaño era suyo.


Gracias a ENAE Business School por el viaje formativo tan interesante que han organizado.


FOTOS DEL VIAJE:

https://photos.app.goo.gl/ug1FAN1njLyqF4zW6

El futuro de los jóvenes directivos

Aunque no lo parezca (o eso me dicen) este que escribe está ya más cerca de los 50 que de los 40, siempre he pensado que se debe a algo de suerte en los genes y, pudiendo engañar por fuera gracias a cuidarme bastante, por dentro uno sabe que está ya mayor en ciertos aspectos. La edad está ahí y lo bueno es que no llega de golpe, te van entregando fascículos y no hace falta tener la cabeza especialmente bien amueblada para aceptarlo de tan despacio que te va afectando.

Cuento esto porque el otro día en un evento para jóvenes que organizamos desde ADIMUR (la asociación de directivos de la Región de Murcia) me presentaron como ese “senior” que no lo parece (el cansancio va por dentro se ve, porque estaba reventado y no me encontraba ni mucho menos en mi mejor momento, que uno ya tiene unos años) y me pidieron explicar los motivos para recomendarles formar parte de nuestro cada día más numeroso grupo.

Decidí centrar mi minúsculo discurso en tres ideas fuerza que pudiera recordar fácilmente el auditorio, tres grandes ventajas y beneficios que a nivel personal me ha proporcionado pertenecer a este proyecto, primero como asociado y luego como miembro de la junta directiva: aprendizaje, generosidad y bienestar personal.

Aprendizaje: Cuando uno es empresario, viniendo además de ser autónomo desde hace mil años, está bastante cegado en ciertos temas de los que principalmente es autodidacta, el tiempo es limitado y cuesta instruirse en nuevos asuntos enmarañado en el día a día. Desde que estoy en ADIMUR he aprendido lo que no podría ni imaginar de los compañeros de viaje que me acompañan, todos me han mostrado un lado que no conocía, unas soft-skills que son oro molido y una continua formación a su lado que no tiene precio. En las reuniones de trabajo y en las personales, que también las hacemos los que mejor conectamos.

Generosidad: Me he dado cuenta de que conforme uno se hace mayor va perdiendo el egoísmo, diluyéndose como un azucarillo endulzando a su vez el agua en el que vivimos con ese conocimiento y experiencia que, poco a poco, deseas compartir. En ADIMUR he encontrado gente que comparte contigo lo que sabe sin esperar nada a cambio (igual me lo he ganado, quiero pensar) y de esta forma sacan de ti eso mismo, ganas de ser más generoso y compartir lo que sabes.

Bienestar personal: Me cuesta muchas veces separar mentalmente la figura del empresario y del directivo. Es lógico: la empresa es mía y aunque me considero director general también soy el que se la juega cada día económicamente (administrador único), por lo que llevo puestos los dos sombreros durante mi trabajo diario. Desde que estoy en ADIMUR, evolución que ha ido a la par del crecimiento de la empresa, he ido dando galones a algunos de mis empleados más implicados y efectivos, haciéndoles crecer en responsabilidad y sueldo, convirtiéndoles en eso, mandos intermedios que hacen más fácil la vida del resto de miembros del equipo.

Estar en ADIMUR no solo me ha hecho mejor directivo, me ha hecho también mejor persona, contagiado por los que me rodean. Y este es mi mayor consejo para el futuro de los jóvenes directivos, viniendo además de alguien que también lo ha sido y que para muchos sigue pareciéndolo. Aunque la profesión vaya por dentro.

EXTRA:

Gracias a Yayo Delgado y Estrella de Levante por lo bien que (me) nos tratan siempre.

Nacho Tomás
HISTORIAS DE UN PUBLICISTA
Mayo 2023

Capitalista ético

Desde hace algún tiempo he cambiado los hábitos lectores relacionados con los libros de economía y empresa: hasta hace poco seguía leyendo aquellos más centrados en el modelo de negocio, en el management puro y duro, en los procesos internos de recursos humanos o incluso apoyos contables o financieros para la dirección. No digo que no vuelva a ellos llegado el momento pero actualmente, con la suerte de tener una empresa consolidada (o en vías de serlo), he dirigido la atención a otros aspectos más laterales y sociales, centrándome en lo que puede llegar a ser un negocio ético, responsable e implicado con sus componentes, esencialmente los trabajadores y los clientes.

No vamos a negar que sin facturación cualquier negocio está condenado al fracaso, en una sociedad capitalista como en la que vivimos se antoja paso previo necesario para casi todo. Y así debe ser, no podemos ir plenamente en contra de la corriente pero sí podemos, cuando la cosa comienza a funcionar, cuando puedes seleccionar con qué proyectos trabajar y qué reglas comenzar a poner, cuando te ves con la fuerza de anteponer la ética a otros prismas. No es que antes no lo hiciera, pero reconozco que alguna decisión empresarial que tomé hace años podría ser diferente ahora. Ya decía un gurú de mi sector, el publicitario, que las agencias atemorizadas pierden el valor de dar consejos sinceros cuando se refería a ciertas campañas que no deberían haber visto nunca la luz y por no atreverse a perder la facturación, acabaron en alguna televisión. Qué gran verdad, tan extrapolable a cualquier sector.

Volviendo al capitalismo, modelo económico mejorable a todas luces pero con el que tenemos que lidiar tanto empresas como empleados, se abre un camino que podemos trazar e intentar recorrer para hacer un poco mejor la humanidad que nos rodea aunque sea de manera competitiva (o egoísta alguna vez, por qué no) maximizando los beneficios económicos, intelectuales y sociales, no sólo para los accionistas, sino para la sociedad en su conjunto.

De este modo las compañías podrán crear grandes productos o servicios con un valor superior al que se les puede suponer monetariamente, consiguiendo con ello un sistema rentable, sostenible y equitativo, dando a cambio a estas empresas la fuerza y protagonismo que les corresponde, sin ponerles trabas innecesarias, para con ello alcanzar la innovación y el crecimiento que todos necesitamos.

Puede parecer que hablamos de algo demagógico pero ya tenemos muchos ejemplos de creación de valor por parte de los consumidores, cuya fuerza se ha multiplicado, y las empresas que lo han entendido, forman parte junto a ellos de un todo más grande, con una orientación hacia un propósito, no solo a la maximización de los beneficios.

Cualquier gran cambio en el mundo se inicia con un simple paso, permitid que como pequeño empresario me emocione con estas posibilidades e intente que la marca en la que llevo tantos años trabajando trascienda su sector o sus ganancias, sus proyectos o sus clientes, sus campañas o su facturación, situándose mediante las continuas acciones que discreta y humildemente podemos llevar a cabo, hacerse un hueco en la sociedad en la que desarrolla su actividad económica y social. Sí, me quiero considerar un capitalista ético, aunque suene a paradójico es donde más cómodo y feliz me encuentro hoy en día. Intentando hacer cada día un poco mejor el mundo que me rodea.

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El gen comercial

Intuyo, sin más argumentos que mi propia experiencia, que el primer trabajo que uno desempeña en su vida moldea sin contemplaciones el futuro que le espera a nivel laboral. En mayor o menor medida todos los encargos profesionales que he desarrollado, en mis más de veinte años de cotización, han llevado aparejada una pata variable en el sueldo que incluso, muchas veces, superaba el fijo mensual.

Cuando repartía pizzas para pagarme la carrera casi siempre obtenía el extra de mayor rapidez de entrega en moto (con algún susto vial incluido) y sumando a ello las sustanciosas propinas conseguidas prácticamente duplicaba lo percibido en el salario fijo. En otro momento podremos hablar de la gran diferencia en “tips” que obteníamos los repartidores: plantarte tras la puerta recién llamado al timbre con amplia sonrisa y cajas en mano, siempre saludando y dando las buenas noches era clave para rascar un poco cada viaje. Y así sigo, sin necesidad de propinas afortunadamente, pero con la educación por delante. Y el continuo agradecimiento de fondo a poder trabajar, que no es poco, en los tiempos que corren.

Luego estuve muchos años currando directamente de comercial en varios lugares diferentes, uno de los puestos de trabajo quizá más denostados que existen, la gente suele hablar despectivamente de ellos, como si no llegaran a ser del todo sus compañeros de trabajo, quizá debido a una mala fama seguro que a veces ganada a pulso, pero sin buenos comerciales las empresas no venden y por tanto el resto de personal de las mismas no serviría para nada. Exactamente igual que al contrario, sin un buen servicio o un buen producto que vender, de poco vale un excelente comercial.

¿Entonces el gen comercial viene de serie o se fomenta por la experiencia? Pues, como decía al principio, sin más argumento que mi propio ejemplo, intuyo que surge por una mezcla de tener vocación de servicio hacia los clientes, un pelín de ambición, mucha empatía, capacidad de adaptarse a trabajar por objetivos y ese gusanillo que se siente al preparar una reunión de negocios, al encontrar justo lo que mejor se adapta al comprador y finalmente, la inigualable sensación de cerrar positivamente para ambas partes un presupuesto. También se trata de ir mejorando las habilidades sociales y las relaciones públicas, unas destrezas que personalmente considero imprescindibles en el mundo actual, tanto a nivel empresarial como personal. Algo que además se ha visto reforzado con el boom digital y de las redes sociales, donde podemos estar en contacto más cercano con clientes y proveedores.

Se te meta al cuerpo del modo que sea, una vez dentro no sale. Con sus reveses, oiga, que los comienzos no son un camino de rosas y cuesta mucho arrancar, ir construyendo tu cartera de clientes y, llegado el momento, que sean capaces de confiar en ti sabiendo que cuando una operación sale bien, es buena para los dos, creando ese vínculo a largo plazo que, tantos años después, se puede mantener con las personas y se debe mantener con las buenas personas.

Porque el gen comercial no te da sólo clientes, proporciona intensas relaciones humanas que pueden acabar convirtiéndose incluso en amigos. Que en el fondo es lo que a uno le alegra la vida.

Nacho Tomás
HISTORIAS DE UN PUBLICISTA
La Verdad de Murcia
Octubre 2022

N7, 11 años contigo

Montar una empresa es fácil, lo chungo es mantenerla y no hace falta que nadie diga lo complicado que supone pasar la decena de años. Ser parte de un negocio que paso a paso se convierte en algo grande genera una mezcla de orgullo y responsabilidad complicada de explicar con palabras. Tener un equipo cada vez más grande, un listado de clientes cada vez más amplio, un abanico de servicios cada vez más completo.

Ser parte de N7 es comenzar cada día con la ilusión de encontrarnos algo diferente, un mundo (el de la comunicación) que cambia cada minuto, que evoluciona a una velocidad que no permite dormirse nunca, convirtiendo en un precioso reto cada nuevo cliente, cada nueva campaña, cada nuevo acierto. No hay palabras para describir lo que disfrutamos con nuestro trabajo y eso se nota en el cariño que ponemos a lo que hacemos y en el que recibimos de nuestros compañeros de viaje.

Ha llegado 2021 y tras el shock mundial de la pandemia cumplimos 11, a punto de la docena y con más ganas que nunca de seguir caminando al lado de cada día más marcas. ¿Quién nos iba a decir allá por 2010 cuando comenzamos a rodar haciendo sencillas páginas web que llegaríamos a donde estamos?

No hay otro secreto que el trabajo duro, la empatía con los clientes y los empleados, la educación y buenas maneras, la formación continua y las ganas diarias de hacer las cosas bien, con entrega y mucha pasión.

Mientras no perdamos nada de este cocktel creo que podremos seguir creciendo, pasito a pasito, con mano firme y como dije en una entrevista hace poco, transmitir con tranquilidad, serenidad y seguridad la idea de que “Elegir N7 es tener la tranquilidad de estar en buenas manos”

Ahora a por otros 11 años. ¡Y que tú los veas!

Limpiando por dentro para brillar por fuera.

El otoño ha llegado esta mañana. Salgo a la calle y respiro el día. Camino tranquilo, los miércoles son suaves laboralmente hablando. Envidia de lunes y espejo de viernes. Parece que refresca. Cuando el termómetro baja de 20 grados para los murcianos huele a invierno. Huele a nuevo. Me viene a la cabeza la primera vez que escuché “winter is coming”, también en un septiembre aunque catorce años atrás cerveza en mano en Múnich, disfrutando del Oktoberfest con mi mejor amigo. Menuda rasca.

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A lo lejos distingo una cara. Viene andando hacia mí. Creo que aún no me ha visto. Fuimos compañeros de trabajo hace mucho tiempo. Nunca amigos. Esa relación con conocidos que baila entre la amistad y el sencillo saludo levantando la barbilla. En los siete segundos que tardará en llegar a mi altura tengo tiempo de sobra para analizar lo que sucedió. Tuvimos un enganche laboral por culpa de un cliente que nos mareó a ambos. Los dos estrenábamos cartera en esa empresa y la ambición de juventud actuó de pólvora. No volvimos a hablar nunca. El orgullo de la novedad. La pena de no valorar adecuadamente las cosas en directo. No recuerdo quién se llevó el gato al agua ni cómo fue en detalle la incómoda situación, pero algo dentro de mí salta y me pide que actúe. Siete segundos. El cuerpo manda. La cabeza obedece.

Le paro. Se sorprende. A bocajarro le pido perdón, sin añadidos ni excusas. Sin por qués.

– “Perdona tío, fui un capullo.” – Nervios.

– “Yo más” – dice. Y sonríe. ¡Qué sonrisa! Fuera nervios.

– “¿Qué tal todo, familia, trabajo? – Topicazos.

– “Te invito a un café y nos ponemos al día.” – Triunfo.

Apago el móvil y escucho. Y escucha él. Nos damos la mano. El apretón de manos más sincero que doy en meses. Nos despedimos prometiendo volver a quedar algún día. Nos llamamos, ¿vale? Claro tío, hablamos.

Quizá nunca lo hagamos, pero nos hemos quitado un peso de encima. Un simple gesto que nos hace comenzar el día con otra cara, con otro ánimo. Con la tranquilidad de una conciencia un poco más limpia. Y qué fácil. Nos hemos limpiado por dentro. Se nos ve brillar por fuera. La gente se da cuenta y nos mira sin pudor. Facilísimo.

Decido ponerlo en marcha con todas las astillas que tengo (tenemos) clavadas. Será un trabajo arduo, pero la recompensa brilla tanto que sin duda merece la pena. Y por los ojos con que nos hemos mirado sé que él (puedes ser tú) también se pondrá manos a la obra.

Siete segundos. Una eternidad.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 21 de Septiembre de 2016

Fecha original de publicación:21 septiembre, 2016 @ 07:48