Cuando dejé atrás los veinte celebré una fiesta por todo lo alto. Era lo que tocaba. Acababa de volver a Murcia tras una larga temporada fuera y me sentía poderoso, como todos deberíamos sentirnos en ese momento. Qué diez años. Éramos astronautas. El abril de nuestras vidas. Tanta aceleración que quién iba a ponerse a pensar en los frenos. Copiabas lo que te gustaba. Sin pensar mucho, estabas haciéndote. Creciéndote. Los treinta son clave, asientas conceptos, engendras la prole, descartas locuras y como dice Javier García Gibert en el ensayo que da título a esta columna: “Se te viene el horizonte en una línea, y luego en otra, y en…