Descansa en paz, fistro.

Dicen que el humor no tiene lenguaje, no tiene idioma, no tiene sexo ni tiene edad. El humor te atrapa, te rodea, te emborracha y te eleva cuando menos te lo esperas. Hay humor inteligente, humor estúpido, humor previsible, humor negro y humor sin ninguna gracia. También rizando el rizando tenemos el humor mezcla de varios de los anteriores, como ese examen tipo test en el que la respuesta D era la correcta, afirmando que todas las anteriores eran verdaderas. Qué pillín ese profe que usaba siempre este recurso. Qué risas, ¿eh? No.

Las primeras veces que recuerdo reírme de modo consciente fue con Martes y Trece. Esas nocheviejas míticas. Más tarde, en plena adolescencia, un amigo me contaba que otra pareja lo estaba partiendo, eran raros y de primeras costaba cogerles el punto, pero luego, joder luego, estos tíos marcaron un antes y un después: Faemino y Cansado con su hombre impuntual, Kierkegaard, el subiditas y un eterno repertorio «Orgullo del Tercer Mundo» que por mucho que vuelvas a ver te volverás a desternillar. Redescubrir los chistes de Eugenio que aún disfruto alguna vez. El Informal y sus doblajes de películas con el enorme Florentino Fernández. El desparpajo e incorrección de Ignatius Farray (envidia poder decir muchas veces las burradas que dice mi tocayo) o la murciana Raquel Sastre, ejemplo de «humor del negro». Un puesto de honor debería tener “Una altra cosa” con Edu Soto, Buenafuente y Pasalacabra. Cierro con el podio, los manchegos de Muchachada Nui, La Hora Chanante o Smonka. Estos tíos han tocado el cielo en mi opinión, y será por la tierra y por la sangre, pero su humor me vuelve loco, sus imitaciones son verdaderos clímax: Ahmadineyad, Bono, Lars Von Trier, Donald Trump… Solo de recordarlos me da la risa. Corre a YouTube y desconecta un rato.

Ahora también tenemos risas a diario con algunas cuentas de Twitter que debo reconocer que merecen saltar de los 140 caracteres (ahora 280) a algún escenario en el que se ganarían la vida mejor que la basura que suele poblarlos.

Y luego está Chiquito de la Calzada. Quizá con la gran diferencia de haber ideado un lenguaje propio, imitado hasta por Mariano Rajoy. Quién no ha llamado «Pecador de la pradera» a su compañero de piso, quién no ha soltado un «¡Jarl!» en un momento dado. Quién no ha usado un «No puedoorrll» incluso más veces de las que podría recordar. La gracia de Chiquito es que cuando salía al escenario te pillaba descolocado: un tipo normal, con su traje de chaqueta y esa pose de abuelo despistado. Te pillaba descolocado y entonces te desmontaba. Y mira que hace años. Luego pasó el tiempo y cayó en un olvido que ahora queremos saldar con homenajes cutres, en columnas como esta. Chiquito, reconozco que ya no me acordaba de ti, pero tu muerte ha servido para desempolvarte, para volver a disfrutarte y para desearte un: «Descansa en paz, fistro».

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 15 de Noviembre de 2017