Uno de los peores daños colaterales que Internet ha provocado es la imposibilidad de saber a ciencia cierta quién es el autor de esa frase que nos llueve a diario a través de cualquiera de sus plataformas. Esas expresiones que antiguamente escribías en el interior del libro de texto de la Universidad o veías pintadas en las paredes de tu barrio o la puerta del baño de tu bar favorito. Ahora llegan vía Instagram, cadena de WhatsApp, taza de desayuno o tatuaje de vecino de tumbona en la playa, curiosamente el ochenta por ciento de las veces firmadas por Churchill, Gandhi o Paulo Coelho, prolíficos ellos, y con una imagen…