Año nuevo, nuevos propósitos.

Como cada final de diciembre toca hacer balance. Es el momento de valorar lo vivido y establecer metas para el futuro.

Tras varios años complicados, con muchas muertes muy cercanas, parece que la estabilidad se ha instalado en mi vida. Estabilidad que ha contagiado a otros aspectos y que sin duda ha mejorado el día a día.

Mi familia se está solidificando. Los hijos crecen, permitiendo ampliar los momentos unidos, hemos hecho el primer viaje largo los cuatro y la cosa pinta estupendamente. Vamos a ser felices mucho tiempo. Mi mujer es la columna vertebral de este proyecto vital. Maripaz es la clave.

El trabajo se ha consolidado, N7 no deja de darme alegrías, tengo un equipo del que estoy orgulloso y permite reorientarme profesionalmente a otras facetas como la formación, con cada clase que doy aprendo un poco y me gusta más, y la Red de Ciudades por la Bicicleta, que necesita mucho más tiempo del que en un principio valoré, pero que le entrego encantado viendo como van consiguiéndose los objetivos marcados.

Sigo trabajando como una bestia, quizá menos horas que hace un año pero sin duda mucho más productivas. Creo que he mejorado la eficiencia, ayudado por el establecimiento de unas rutinas básicas de tiempos y horarios, algo que recomiendo a todos los autónomos que vivimos en la locura total. También he sido capaz de deicr «NO» a nuevos proyectos alguna vez. Será la edad.

Deportivamente este año ha sido bisagra, varios competiciones populares, sprint y olímpicos, medio maratón de Ibiza, estreno como maratoniano en NYC y poco a poco asentado como triatleta casi veterano, disfrutando de cada entrenamiento ya sea en piscina, corriendo o en bicicleta. Organizar la agenda, como decía antes, es mi clave.

NYC2014M Nacho Tomás

Hasta aquí el pasado, el futuro llega en unos días y hacer listas me ayuda siempre, aquí va la mía de propósitos para el 2015:

  • Mi focus principal será la familia.
  • El focus secundario será el trabajo.
  • Mi focus terciario será el deporte.
  • Voy a priorizar mejor.
  • Seguiré concentrado en la educación de mis hijos.
  • Haremos un viaje largo los cuatro y otro viaje mi mujer y yo sólos, en pareja.
  • Hablaré más con mis padres y hermanos.
  • Veré más a mis amigos.
  • Reduciré una marcha, como en los coches, para verlo todo más tranquilamente y con mayor control de la situación.
  • No dejaré cabos sueltos, no me iré a la cama con nada pendiente.
  • Respiraré más y tomaré decisiones con la mente más fría. Evitaré calentones innecesarios. Contaré hasta 10 más veces antes de dar ciertos pasos.
  • Terminaré un Half-Ironman.
  • Haré el maratón de Berlín.
  • Hablaré menos y escucharé más.
  • Leeré más. Mucho más. Y veré más cine y series.
  • Usaré menos el móvil.
  • Seré menos prepotente. Seré más humilde. Y seguiré siendo yo.

Va a ser difícil, pero mi reto es este. Dentro de 12 meses volvemos a vernos…

¡Feliz Año Nuevo!

 

 

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Re-explícate

Coge un lápiz y un papel. Un boli también sirve. O una servilleta. Ponte una meta a corto, una a medio y otra a largo plazo. Escríbelas. Define temporalmente dichos plazos. Guárdalo en un cajón. Aunque quedará en tu memoria para siempre, como siempre sucede cuando apuntas algo para que no se te olvide, que al apuntarlo se marca indeleble. Y si no lo haces, se esfuma. Eso es así. Sácalo el día que se cumple el primer plazo. Comprueba que has conseguido el objetivo. Esto es como «Elige tu propia aventura». En caso afirmativo, vuelve a guardarlo y enfócate en el siguiente paso.

En caso negativo…

Re-explícateFoto: Wikipedia

 

 

 

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Mi primera gran carrera a pie.

Cuando comencé a correr, hace ya 3 años y medio, jamás pensé que podría hacer, ni tan siquiera un sprint, por debajo de 4 minutos el kilómetro. El domingo pasado, 2 de Febrero, en la Carrera Solidaria de Entreculturas Murcia, fuí capaz de mantener ese ritmo durante 10 kilómetros seguidos.

Se me metió en la cabeza el reto de bajar de 40 minutos en un 10k debido a lo bien que se me dió la Carrera Nocturna semanas atrás, en la que sin prepararme nada, y terminando de comer casi a las 18, me calcé las zapatillas e hice 41 minutos en 9 kilómetros y medio largos. Hasta tuve que correr con un dorsal prestado. Quizá la falta de presión hizo el resto.

Durante los 15 días previos seguí a rajatabla un plan específico con mi preparador, con muchas series y ejercicios de técnica. Llevo sin hacer bici desde Nochebuena (nadie sabe lo que la echo de menos) y sólo nadé de vez en cuando para descargar y cambiar de aires.

Carrera Entreculturas - Corre por un causa

Amanece el día de la carrera con un frío y viento intensos. Azota con rachas muy fuertes por momentos, tirando algunas vallas del recorrido y haciéndome temer la infinita recta pegada al Río Segura en la que no tenemos la protección de los edificios y encima viene de cara.

Para rizar el rizo, el viernes habíamos tenido una cena en casa y acabamos a las tres de la mañana entre cervezas, vinos y copas, por lo que el sábado y domingo fueron relajados y en familia. En el fondo creo que cosas así ya forman parte de mi entrenamiento y si no las tuviera todo iría peor deportivamente hablando.

En la salida me acompañan, como siempre, mis tres mejores fans: Maripaz y mis hijos, dejándose la voz animándome. ¿Cómo no iba a pulverizar mi marca? Caliento con Santi (pedazo de persona y deportista) y Raúl Martos, con el que había acordado la sencilla estrategia de carrera: sería mi liebre, marcando un ritmo fijo de 4 min/km durante toda la carrera.

Carrera Entreculturas - Corre por un causa

Las primeras zancadas son clave, me concentro en la técnica y me pego a Raúl como una lapa y agradezco sus órdenes: para, pégate, acelera, vamos bien, vamos bien.

La primera bajada por la Gran Vía tenemos que echar el freno, pues marcamos 3:54 en el primer kilómetro. Mucho viento en contra, que se convierte en a favor cuando la encaramos de nuevo en subida. Bonito callejeo por la calles del Barrio del Carmen e Infante Juan Manuel, y vuelta hacia meta con la recta desde el Auditorio hasta el primer paso por meta, de más de 1 kilómetro y medio, que se pega mucho.

Carrera Entreculturas - Corre por un causa

La primera vuelta es medianamente sencilla, el circuito tiene tramos de viento a favor y pequeñas bajadas que nos permiten «descansar» un poco. Cruzamos la meta por primera vez en 19 minutos y 55 segundos, lo que supone 5 segundos de margen sobre el tiempo previsto. 5 kilómetros clavados según mi Garmin. La cosa pinta bien. Si consigo aguantar, claro.

Carrera Entreculturas - Corre por un causa

Raúl me controla al milímetro, comprobando continuamente que voy a su lado, preguntando qué tal, demostrándome lo que es de verdad un compañero en carrera. Parciales clavados 2 segundos arriba o abajo durante los 6 siguientes kilómetros. Pasar 4 veces por la meta y ver a mis hijos animándome es el mejor dopping.

Carrera Entreculturas - Corre por un causa

Raúl aprieta un poco en el kilómetro 8, bajando el ritmo a 3:51, pero le digo que no puedo, empiezo a flaquear. Quedan 2 kilómetros y según nuestros cálculos tenemos margen de 20 segundos. Pero lo veo negro. Me centro en la técnica, me impulso con los brazos. Paso por la puerta de mi casa.

Es curioso que desde muy pronto no nos ha adelantado nadie, hemos ido pasando unidades con bastante facilidad, pero desde hace muchos minutos tampoco alcanzamos a ningún corredor. Hasta ahora que pasamos a dos y vuelvo a enchufarme un poco.

Carrera Entreculturas - Corre por un causa

Mi hermano Jorge me anima desde la bici. Por momentos pienso en bajar el pistón y volver a intentarlo en otro momento. Pero sus gritos ya forman parte de mi vida deportiva:

¡Sufre, que sólo son 8 minutos!
¡Vamooos! ¡Piensa en tu madre!
¿Es que no han servido para nada esos madrugones por la mota del río? 
¡Respira, respira, respira!

Cruzamos por segunda vez el Puente de la Fica (junto al Auditorio) y va y dice: «¡Recta de meta, último sprint!». Pero si queda más de 1 kilómetro, pienso (no puedo ni hablar). Sí, pero no hay curvas, piensa él.

Sonrío.

El último kilómetro lo hago con el corazón. O la cabeza, no estoy seguro. Las piernas van solas. Por primera vez en mi vida incluso gimo un poco, me recuerda a los gritos de jugadores de tenis cuando golpean la bola en los interminables puntos de los últimos juegos del quinto set.

Lo hacemos en 3:49. El más rápido de todos. Brutal.

Unos metros antes de la meta cojo a mi liebre por el cuello, para entrar juntos. Pero se zafa y me empuja. Quiere que, después de todo lo que me ha ayudado, salga en la foto con mi habitual pose. ¿Se puede ser más grande? Luego me he arrepentido de no obligarle a hacerlo, pero en esos momentos no estaba para pensar, la verdad.

Tiempo oficial: 39:11
Puesto: 16 de 317

En la meto veo a Juan Antonio, un ejemplo de saber estar, un señor. El pequeño paseo trotando con mi hijo, que lo está deseando, es la guinda y las cervezas de después al sol en la Glorieta con mi mujer, completan un día redondo.

Carrera Entreculturas - Corre por un causa 

Según mi experiencia, está claro que es más importante la calidad que la cantidad en cualquier entrenamiento, puesto que haciendo números con los datos en la mano, en el año 2013 sólo pude sacar una media de 4 horas de entrenamiento semanales, contando las tres disciplinas que practico (correr, nadar y bicicleta).

Para algunos de vosotros será mucho, para los que suelen hacer deporte es poco. Muy poco. Y el que mejor sabe exprimirme es Jorge Preparador.

Gracias a todos, haber conseguido este reto es en gran parte por vuestra culpa.

Carrera Entreculturas - Corre por un causa

No puedo acabar este post sin acordarme de que gracias a esta acción solidaria de Entreculturas se han reacaudado más de 100.000 euros destinados a la construcción de seis aulas, con aseos y mobiliario escolar, en el Congo.

¡Esto sí que es un triunfo!

 

 

NOTA: Fotos de mi mujer, Miguel Manzano y La Opinión.

 

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Mi primer Triatlon

Siempre he estado acostumbrado a trabajar por objetivos. Se ha convertido en una pequeña manía cada vez que debo afrontar nuevos retos. Mi primer triatlon no iba a ser diferente y desde hace meses me planteé los tres siguientes: Disfrutar, acabar y bajar de 2 horas. En ese orden. La distancia de un Triatlon Sprint es 750 metros a nado, 20 kilómetros en bici y 5 kilómetros corriendo. Más que suficiente para un novato como yo.

  • Disfrutar: aunque al final siempre termino sufriendo, considero necesarias ambas cosas: sufrir y divertirse.
  • Acabar: no ha habido, por ahora, prueba que no haya terminado.
  • Bajar de 2 horas: El tiempo lo basé en estos cálculos: 20 minutos nadando + 5 de transición + 1 hora en bici + 5 minutos de transición + 25 minutos corriendo. Eran los tiempos que, más o menos, había estado entrenando. Si a esto unimos que 2 horas era la marca de los últimos clasificados de los triatlones de los últimos años: objetivo fijado.

Un mes de preparación más o menos concienzuda, truncada en los últimos días por acontecimientos que no vienen al caso, es lo que me marqué como entrenamiento específico para la prueba. No había montado en bicicleta desde el instituto. Menos mal que Tito, de Adventure Bike me dejó una reliquia Cannondale. Nadé 3 días en el mar y otros 3 en piscina. Correr lo llevaba, más o menos, controlado.

Dos días antes del evento me paso por la zona para intentar reconocer el terreno y la imagen que se graba en mi retina es dantesca. El incendio de la Sierra de los Donceles asoló el paisaje, que aún huele a quemado. La foto de abajo está hecha a pié de la carretera. Para rematar el día, casi se me saltan las lágrimas al ver el desnivel desde el pantano hasta la zona de la transición a las bicicletas. Y luego otras rampas infernales hasta el asfalto. Me asusto. Vuelvo sin ni tan siquiera sacar la bici del maletero.

El 4 de Agosto. Día D.

Me planto en Agramón a las 16:30, como la organización ha pedido. Chapeau a todas y cada una de las personas con las que me cruzo. Encantadoras, serviciales, simpáticas y educadas. Así da gusto. Recojo los dorsales y el chip. Cuando me pintan el número con rotulador en el brazo y pierna me siento como Superman. Nos trasladan en autobús al Pantano de Camarillas, dónde comienza la parte de nado. Las bicis van en camiones. Al llegar, saludos a los conocidos y muchos nervios. Finalmente somos 325 participantes, y la amplia mayoría con una pinta de máquinas que asusta: equipaciones profesionales, bicis de competición, 3 pares de zapatillas (para correr, para bici y otras para la transición del pantano), cuerpos depilados y muchos músculos. Me asusto más. Bajamos del bus, coloco la bici en los boxes, preparo el casco, la camiseta y las gafas de sol. Bajo al pantano.

Por fin suena la bocina y comienzo a nadar, el circuito del pantano es triangular, consiste en pasar dos boyas y volver al inicio. Me caen golpes por todas partes, pago la novatada de meterme en el medio y tengo que abrirme hacia la izquierda para no acabar magullado. Poco a poco voy cogiendo ritmo y paso por la primera boya, la amarilla de la foto, entre los 100 primeros (a ojo, claro). De ahí a la segunda voy bien, tranquilo. El problema está a la vuelta, el sol da totalmente de cara y no veo absolutamente nada. Nadar en un pantano tiene su gracia, nada que ver con la piscina, en la que mirando el fondo puedes guiarte. Aquí no. Se me ocurre seguir la estela de otro participante que va a mi ritmo, entre el lodo acierto a distinguir su maillot negro y me concentro en ser su sombra. Al rato comienzo a mosquearme, ya deberíamos haber llegado, pienso. Me paro. Levanto la vista y, maldiciendo, compruebo que nos hemos desviado bastante del grupo. Intento avisarle pero es tarea imposible, así que rectifico la trazada y llego a la orilla perdiendo unos minutos preciosos.

La transición del pantano a las bicicletas es brutal, unos 500 metros de camino de tierra con un desnivel bastante importante. Y yo que pensaba usarlo para tomar aire… Me calzo las zapatillas en la orilla, que son las mismas con las que montaré en bici y correré a pie, y comienzo a subir. Llego al box, busco la mía, me quito el gorro y las gafas de natación y me pongo el casco, la camiseta, los pantalones, las gafas de sol y el dorsal. Estoy empapado y no sé qué porcentaje es de agua y de sudor. Esto es duro.

Monto en la bici. Mis dotes de grimpeur (escalador) son nulas y la primera pendiente, como se puede apreciar en el gráfico es digna del Anglirú. No entiendo mucho de porcentajes, pero es como subir la rampa del garaje durante 2 kilómetros y medio. Además, me enteré luego, el desarrollo de mi montura no está especialmente pensado para escalar, y lo paso realmente mal. Me adelanta mucha gente. Pero no me desanimo y pienso en uno de los consejos que me dieron: no te fundas que esto es muy largo. Regulo.

Continúo lo mejor que puedo hasta cruzar el Río Mundo. Todo es bajada, aunque con pequeños repechos que se me atragantan. Nota mental: practicar más bici para el año que viene. Al llegar al pueblo pienso que ya estoy terminando el tramo, pero no, me queda lo peor: la subida al puerto de Agramón, que se me hace eterno. Por fin, tras una recta interminable y un giro a la derecha, alcanzo a ver el punto en el que damos la vuelta y bajamos de nuevo al pueblo. Ahora sí que me queda un último empujón. Pasar entre las callejuelas de Agramón con la bici se ha grabado en mi memoria para siempre, el pueblo está volcado, se nota en sus gritos, ánimos e incluso caras. Es una fiesta y me han invitado.

Llego a los boxes menos cansado de lo que pensaba, aparco la bici, me quito el casco, giro el dorsal para que se vea por delante (las normas) y salgo a correr.

Comienzo mal, me duelen las piernas y empieza el flato. Regulo, me quedan 5 kilómetros a pie que pueden ser eternos si me quedo sin gasolina, así que bajo el ritmo. Aflojo. Me pasan algunos. Respiro hondo. El flato se va.  Aprieto un poco. Poco. El pueblo sigue volcado, las abuelas en las puertas de sus casas nos animan como si fueran nuestros familiares, me siento en volandas y corro un poco más rápido, intentando exprimirme. Ahora sí que voy a darlo todo hasta el final. Un diez para la gente y otro aplauso para la organización, que nos refresca las calles con mangueras, el calor del que todos se quejan es agobiante, aunque para un murciano es casi brisa, todo hay que decirlo. De repente veo la meta. ¡Horror! No puede ser, no llevo ni 12 minutos corriendo cuando diviso el final de mi primer triatlon. Me he debido saltar una alfombra (las que controlan con el chip el paso de los corredores) y he acortado dos o tres kilómetros el recorrido. Ha sido sin querer. Nadie me ha avisado. Llegaré descalificado, pero bueno, no ha sido con mala intención. En el fondo es un placer acabar, las fuerzas me faltan. Aunque sea descalificado, por fin acabaré. El año que viene me fijaré mejor. Giro la calle hacia la meta y… ¡SORPRESA!

Una chica de la organización me grita: «¡Te queda otra vuelta!» mientras me da una pulsera roja para justificar mi primer paso. Dos sentimientos al mismo tiempo: No me descalifican, pero… ¡me quedan dos kilómetros y medio! Saco fuerzas de dónde no quedan y hago el segundo parcial aún más rápido que el primero. Incluso adelanto a algunos corredores. Veo a mi padre. Entro en meta con una sonrisa: 1 hora y 32 minutos.

Estos son los tiempos oficiales:

Natación 0:17:02
Transición 1 05:06
Bicicleta 0:45:29
Transición 2 01:08
Carrera 0:23:48
Total 1:32:33

Aún siendo un tiempazo para lo que me había planteado, acabo en la posición 240 de 325, lo que quiere decir que mi nivel es todavía muy bajo, y el de la prueba en cuestión está mejorando sustancialmente año a año.

Desde estas líneas doy mis más sinceras gracias a Raúl, Lolo, Marisa, Oscar y Pakito. Gracias por sus consejos y por estar ahí. Y en especial a Tito, por tratarme como un amigo de toda la vida. Me quedo sin calificativos.

Acabo con esta foto, la cara es el espejo del alma. Os aseguro que ha sido la mejor experiencia deportiva de mi vida. Muchos fallos de novato, muchas cosas que mejorar, pero lo recordaré siempre.

Y encima cumplí, con creces, los tres objetivos que me había marcado.

El año que viene por debajo de la hora y media..