Vacaciones en modo avión.

Cada uno decide qué hacer con el tiempo que le ha sido concedido. Hace ya muchos años leí o escuché esta frase en algún libro o película que ahora no recuerdo. Me impactó de un modo tan brutal que aún aparece entre mis pensamientos a menudo. Vuelve a mi cabeza en estos primeros de agosto porque veo lo complicado que supone a veces gestionar nuestros horarios cuando no tenemos las obligaciones laborales de un día cualquiera. Cosa que sucede ya sea teniendo mucho o poco tiempo libre. Parece que no tiene que ver con eso. Tiene que ver con nuestro actual modo de vida. Ayer mismo tuiteaba que a veces en vacaciones no sé cuándo toca qué. Parece que no sepamos estar sin hacer nada. Esta vida interconectada que nos libera y nos ata con la misma fuerza. O quizá solo me pase a mí y esté generalizando un comportamiento personal. Hablo como pequeño empresario y autónomo, pero imagino que en función del puesto o del jefe que tengamos puede ser aplicable a todo tipo de trabajos o situaciones laborales. Esos críticos momentos en los que llega trabajo por realizar y aunque no sea urgente ni importante la mala costumbre te pone en estado de alerta impidiendo dejarlo pasar. Y lo realizas, rompiendo el ciclo tan necesario de hacerlo esperar, que además revalorizaría posteriormente su misma ejecución. Todo es cuestión de priorizar.

Publicamos en Facebook que estamos en la playa desconectados, de relax, pero lo hacemos con el smartphone en la mano y el wifi del chiringuito enchufado. Y con miedo a quedarnos sin batería. Si eso es desconexión, apaga y vámonos. Nuestras vidas necesitan de nuevo un poco de aburrimiento, necesitan de nuevo quedarse mirando al infinito mientras pasan las horas (vale, podemos comenzar por algunos minutos). Nuestras vidas necesitan ponerse temporalmente en modo avión. Está subestimado lo buenísimo que para los niños es quedarse quietos. Haciendo nada. Esas siestas eternas respetando el descanso de la abuela en las que casi nunca te dormías pero tenías que tumbarte en la cama y mirar el techo durante dos interminables horas que activaban una específica parte del cerebro que ahora no acaba de despertarse. Nos hace falta divagar. Hay que decirlo más. Vidas en modo avión. Sin volar.

También sirve tomarse tres latas seguidas de cerveza de cháchara con tu mujer y tu prima mientras anochece a tu alrededor, comienza a refrescar y se te olvida cenar elucubrando sobre los pasatiempos de nuestros bisabuelos. Nos los imaginábamos hablando, leyendo, cosiendo, rezando, reconociendo las estrellas y las constelaciones o sentándose a tomar el fresco. Nada más. Y nada menos. Es triste que hoy en día eso que hacían nos pueda parecer poco. No es poco, piénsalo bien. Es mucho pero tan escaso actualmente que nos sorprende e incluso en ocasiones genera rechazo o ironía. A tiempo estamos de rellenar nuestras vacaciones (y qué demonios, rellenemos también nuestras vidas) con esos detalles tan fácilmente alcanzables como necesarios.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 10 de Agosto de 2016

Fecha original de publicación:10 agosto, 2016 @ 11:52

La era de los hackers

Están siendo tiempos complicados «informáticamente» hablando, continuos casos de ataques a sitios webs oficiales, intentos de phising cada vez más habituales para conseguir los datos de una persona, la mayoría de las veces las claves bancarias o de acceso a una zona privada, infinitos mensajes de spam que recibimos en el correo electrónico cada día, tropecientos perfiles falsos que te solicitan amistad en redes sociales o la última moda de los SMS con un aviso ficticio de entrega de un paquete, aprovechando el tirón del comercio electrónico.

Y todo cada vez mejor ejecutado, incluso los más expertos pueden ser víctimas guiados por la inercia y la confianza del día a día.

Son tiempos complejos, los ejemplos del Servicio Público Estatal de Empleo (SEPE) o de la Consejería de Educación de la Región de Murcia (EDUCARM) no son casos aislados, pero sí posiblemente los más graves o más conocidos, por cercanía quizá, últimamente. Y no faltan razones para ello, se han puesto en peligro los pagos de algunas prestaciones, como los ERTES, o las nóminas de muchos funcionarios, a lo que se suma la problemática de la protección de datos, pues se han hecho públicas algunas informaciones confidenciales.

Pero esto no sólo afecta al sector público, no hay semana que no salte la noticia de un hackeo a escala mundial con todo tipo de daños, tanto a las empresas que los sufren como a sus propios clientes, víctimas colaterales de unos ataques que, según me confirma un amigo informático, suelen ser realizados de manera aleatoria y rutinaria continuamente por parte de programas (robots) hasta que se encuentra un fallo de seguridad real y toma el mando una persona bien humana que se encarga de sacar petróleo al asunto. En la agencia estamos últimamente recibiendo continuos ataques a las webs de los clientes, muchos más que nunca en nuestros diez años de existencia, que intentamos frenar (por ahora con éxito, cruzo los dedos) con una continua actualización de todos los sistemas, copias de seguridad y una persona dedicada full time a ello.

Por ello recomiendo nunca bajar la guardia, cambiar de clave continuamente, usar la autentificación en dos pasos, guardar copias de seguridad en varios lugares diferentes, tener todo actualizado y usar programas originales tanto en el pc como en el móvil, una de las puertas de entrada más habituales para malware, hackers y todo tipo de basura.

¿Quién nos iba a decir hace unos años que una de las mayores preocupaciones a las que nos íbamos a ver expuestos serían los ataques informáticos? Todos estos fraudes arriba enumerados están cada vez mejor disfrazados y ejecutados, por lo que además de estar preparado, se debe estar atento y con los equipos listos para la continua mejora y reajuste.

Durante la pandemia hemos sacado lo mejor y lo peor del mundo online. Como de otras tantas cosas.

El ser humano siendo fiel a sí mismo, en las duras y en las maduras. Qué novedad.

Nacho Tomás
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Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
Marzo de 2021

Nostalgia de lo auténtico

Es febrero en Murcia y el sol ya pica. No es algo nuevo por aquí. Lo diferente esta vez es otra cosa. La primavera se abre paso, con dos meses de adelanto y paso firme, tras una nueva vuelta al Sol, como siempre. Los cambios de estación provocan melancolía.

En estos días de funambulismo echamos de menos más que nunca, saltando de liana en liana, evitando por centímetros darnos de morros contra el suelo a lo trapecista. Lo que teníamos y no valorábamos. Música que suena distinta, películas lucen raro, lecturas que acompañan un poco menos, rodeados de un continuo ensayo general, una frialdad contagiosa, un estado catatónico. Un desasosiego constante observando el entorno a través un muro de metacrilato, esta morriña perpetua, la sensación de haber vuelto a la casilla de salida, de vivir en una fase beta siempre a punto de relanzarse, pero no.

Nostalgia de improvisar una cena romántica con tu mujer sin tener que hacer imposibles malabares, que tus hijos jueguen a lo burro con otros niños, de abrazar a tus padres y hermanos, cantar a voz en grito mientras suena tu canción preferida en un bar abarrotado, buscar un hueco a codazos en la barra con tus amigos, compartir con un desconocido un mini de cerveza en un concierto, ayudar a llevar las maletas a un abuelete en el aeropuerto, dar la mano a un cliente tras cerrar un trato, cruzar la línea de meta y abrazarte empapado en sudor al que te acaba de ganar por un segundo, un café al sol en una terraza abarrotada.

Nimiedades hace un año, reveladas ahora como lo único importante de nuestras vidas. Ojalá cuando volvamos a poder disfrutarlas sepamos valorarlas, porque capaces somos de darlas por sentado de nuevo cuando esto pase, que pasará, y entonces sí que nos mereceremos su pérdida. Su robo, su arrebato, porque esta vez ha sido a mano armada y con premeditación.

No sé si por haber estrenado gafas de cerca, pero intuyo que no hay medicina para este amago de depresión, para este inicio (o final, a saber) de la midlife crisis, lo auténtico volverá sólo cuando podamos volver a juntarnos, el ser humano es humano por eso, por relacionarnos, socializar, tocarnos, por eso que no vale nada, pero nos lo devuelve todo. Por eso que ahora nos falta.

Nacho Tomás
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Artículo publicado en La Verdad de Murcia
Febrero de 2021

Los empresarios y la pandemia

La semana pasada escribía en esta misma sección la importancia de la empatía, de ponernos en la piel del otro antes de denigrar un comportamiento, de afear una conducta, de criticar un gesto. Lo intento hacer a menudo, aunque debo reconocer que no lo consigo tanto como me gustaría. Los empresarios lo estamos pasando mal en esta pandemia, como todo el mundo, no creo que a nadie se le escape, no somos ni mejores ni peores que los demás, igual de sufridores, igual de tocados, igual de jodidos porque estamos ahí, en las duras y en las maduras, generando trabajo, recibiendo palos. Ganamos dinero, sí, pero otras veces tiramos de ahorros personales para mantener la empresa en marcha.

En mi sector afortunadamente podemos llorar por un ojo, ya son muchos meses de teletrabajo al cien por cien (pues tenemos la suerte de poder permitírnoslo) pero en otros sectores el desastre ha sido extremo al pasar a cero de facturación de la noche a la mañana y sufrir daños colaterales para todos: principalmente empleados y proveedores, con permiso de los clientes. Algo que no aguanta ningún riñón. En la agencia íbamos a comenzar de nuevo las reuniones presenciales este año, pero hemos decidido aplazarlo una vez más, con los problemas que ello supone a nivel equipo, comunicación interna y productividad, asimilando nuevos procesos y cambios continuos que consumen muchas horas de trabajo, sueño y cansancio. Porque (aunque nosotros hemos aumentado la facturación y las nóminas) lo que ha pasado es tan loco, tan montaña rusa, que ni en el mejor MBA del mundo nos podrían haber formado para este desquiciante día a día: en un trimestre cae la facturación un 20%, en el siguiente aumenta un 30%, unos recortan la publicidad, otros la incrementan, baja la rentabilidad, hay nervios en todo momento, aumentos o ajustes a la baja de plantillas que no siempre son acertados y, en resumen, un sinfín de decisiones en estos momentos de incertidumbre total y de nunca saber si están mal o bien tomadas, preocupado continuamente por la salud empresarial de tus clientes, que en el fondo es la salud de tu propia empresa y de todas las personas y familias que esto implica.

Y todo ello incluido en el sueldo, no vayan a pensar que esto es una queja, cuando nos va bien soy el primero que presume, ahora solo pido eso, un poco de empatía para los pequeños empresarios, que están haciendo malabarismos como nunca antes se había visto para mantener a flote sus negocios, sus empleados y, por qué no reconocerlo, sus merecidos sueños.

Nacho Tomás
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Artículo publicado en La Verdad de Murcia

Enero 2021

Envidia

La primera envidia que recuerdo fue con las zapatillas de deporte de mis compañeros de colegio, lloraba a mi madre para tener unas iguales, pero no llegaron hasta que el verano de los trece años estuve trabajando en el campo para poder comprármelas. Sentí envidia de las buenas pagas semanales de mis amigos, así que me metí a Telepizza para esos caprichos que mis progenitores no pudieron darme. Tuve envidia de los que tenían coche y ahorré para uno de quinta mano. Iba a conciertos y me daban envidia los músicos, me compré una batería, practiqué mucho y acabé subido en varios escenarios con un grupo que lo petaba. Luego tuve envidia de los que tenían una familia feliz y también tuve la suerte de encontrar alguien con la que formarla.

Envidié a aquellos que emigraron de mi pequeña ciudad a iniciar sus vidas fuera, entonces me fui a Madrid a por mi primer curro serio. Comencé a trabajar y envidiaba a los compañeros que viajaban mucho, así que aprendí para acompañarles llegado el momento. Subí ese escalón y me dieron envidia mis jefes, así que seguí aprendiendo para ser uno de ellos, cuando lo fui me dieron envidia los que no lo tenían, dejé un trabajo con un sueldo que nunca volveré a tener y me lancé al mundo freelance. Me dio envidia la vida de la pequeña ciudad, así que volví de nuevo a Murcia pasados unos años.

Cuando era autónomo sentí envidia de los empresarios, creé mi primera empresa y fracasé estrepitosamente. Tras varios intentos por fin me fue medio bien y entonces me dieron envidia los que tenían tiempo libre para hacer sus cosas y tele-trabajé desde casa para priorizar mis preferencias. Volvió a darme envidia la música y me compré una guitarra para tocar en los tiempos muertos. Cuando estudiaba tuve envidia de aquellos que transmitían su conocimiento en las ponencias a las que asistía y entonces me preparé para hablar en público con algo interesante que contar. Y gano una buena parte de mi sueldo actualmente con ello.

Cuando pesaba noventa kilos me dieron envidia los que estaban en forma y encontré horas debajo de las piedras para entrenar y hacer mi primer maratón. Luego me dieron envidia los triatletas, así que volví a entrenar y terminé haciendo un podio veterano en mi última competición oficial.

A estas alturas de mi vida debo reconocer que siempre he sido un envidioso. Y seguro que seguiré siéndolo y por ello me esforzaré todo lo que esté en mi mano en lugar de expresarlo con odio y malas babas en las redes sociales.

¡Salud y envidia sana!

Nacho Tomás
HISTORIAS DE UN PUBLICISTA
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Artículo publicado en La Verdad de Murcia
4 de noviembre de 2020

La hora azul

Noche de San Juan, la más corta del año (con perdón y permiso del solsticio) y la más especial para los que en momentos concretos nos permitimos puntualísimas licencias mágicas entre nuestro habitual escepticismo. Era muy crío cuando pasó por mis manos “A Midsummer Night’s Dream” de Shakespeare como personaje teatral en el colegio, y quedó tatuada en mi hipotálamo la idea de la noche, lo efímero y lo inmediato, aunque en aquel momento no sabía la importancia que en mi vida iban a tener esos conceptos como dilemas científico-morales.

Pasan los años y como la metáfora aquella de ir al revés por la vida, pasando de niño a adulto y muy pronto recorrer el camino en sentido contrario, recibo el verano con los brazos cada vez más abiertos, con las ganas y el ansia de un periodo más necesario que nunca. El confinamiento como trampolín hacia un vacío que vamos rellenando con las experiencias estivales. Que dure, que nos lo ganemos, que lo sepamos disfrutar como esa recompensa merecida y saboreada, no como premio injusto y por tanto despreciado. Parece estar a algunos llegándonos la vejez antes de tiempo, ojalá “tornando indietro” pronto y situándonos de nuevo en la casilla de salida, esa que nos saltamos en un momento de querer avanzar más de lo preciso, pasemos confiados y saboreando cada paso revivido. Trabajando, descansando, de viaje o en casa, solo o acompañado. Llenos siempre.

Y entre tanto la hora azul, el mítico momento entre la puesta del sol y la oscuridad más absoluta, más larga que nunca en estos días, como recompensa diaria a las inclemencias del tiempo y del espacio, del sí pero no, del trabajo y el disfrute como diferencia vital entre las dos caras de nuestras vidas, la luz y la noche. El aquí y la desconexión. Ya llega. El allá y lo común. Los universos paralelos repletos de esos planes que nunca pudimos llevar a cabo. Apaguemos, es el momento. Encendámonos.

Un tramo que siempre mejora, añadas lo que le añadas, especial y recomendable si el aditivo es gente cercana, comida y bebida. Y que suene de fondo lo que sea, música, mar, campo o niños gritando. Porque cuando sucede es tan intenso que no se escucha nada. O nada que no deba ser escuchado, que puede ser lo mismo pero no.

Y con esto, me despido de vosotros un año más.

Ya no se verán las nubes, solo esta melancólica luz y algunos fantasmas.

Adiós Sol, hola Luna.

Espero encontraros de nuevo en septiembre.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
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Artículo publicado en La Verdad de Murcia
24 de junio de 2020

Contento de haber nacido (aquí)

Hace 43 años muchas de las actuales calles de Murcia no tenían ni nombre. Quizá donde vivas ahora mismo ni existía. Apple comenzaba a andar, Maradona debutaba en el fútbol, el Concorde cruzó los cielos por primera vez, se estrenó Star Wars y los españoles votaron por fin en democracia.

En estas más de cuatro décadas ha pasado de todo a nuestro alrededor y tenemos la suerte de contarlo aún pudiendo haber rozado la tragedia en más de una ocasión. Pero es que antes de esto, como dice el brillante Bill Bryson, durante millones de años tus ancestros, por ambas ramas (madre y padre) han tenido que sobrevivir, llegar a la edad de procrear (algo que hace milenios no era tan normal ni fácil como actualmente), ser lo suficientemente atractivos como para encontrar con quien aparearse, hacerlo y conseguir que su prole siga sus pasos. ¿Parece harto complicado si echas la vista atrás, verdad? Pues sí, pero no. Aquí estoy yo escribiendo y aquí estás tú leyendo. Gracias, ya de paso.

Tengo la infinita suerte de poder resumir los 43 años que, precisamente hoy 27 de mayo, me caen con el que probablemente será mi epitafio: “Contento de haber nacido”, una frase de cabecera que robé a mi padrino en su momento y que sigue tan vigente como siempre en mi vida. Tengo una familia que no merezco, mujer de bandera, hijos ejemplares y padres sanos. Tengo unos hermanos que, a base de fuerza, están haciéndose un hueco en la vida, una empresa que me da ya casi más satisfacciones que quebraderos de cabeza y unos amigos con los que pasar buenos ratos.

Esta mañana he pasado por la gasolinera del Rollo y, como siempre, se me ha caído el mundo al suelo viendo los grupos de inmigrantes suplicando solamente por echar más horas que un reloj en el campo, posiblemente sin papeles ni seguridad ninguna, y una vez más he sentido la necesidad de agradecer la educación que he recibido, alejándome de esos falsos sueños que te acaban atando o esos falsos hobbies que te acaban matando.

Pero por encima de todo, y nunca se nos olvide, debemos agradecer cada día la inmensa suerte de haber nacido aquí y en estos tiempos, porque todo lo demás no valdría de nada si hubiéramos tenido otro destino. Puede ser un buen momento para actualizar la frase de cabecera: “Contento de haber nacido aquí.” En el fondo ese es todo el mérito que tenemos.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
27 de mayo de 2020