Hace tiempo vi una ilustración de un hombre y su perro paseando al atardecer. Ambos de espaldas, dirección al horizonte durante una preciosa puesta de sol. Cada uno tenía un pensamiento en forma de la típica nube en la que visualizarse de forma gráfica. El internacional lenguaje del cómic. El hombre llenaba su espacio de situaciones familiares, económicas, laborales. Problemas y alegrías. La cabeza repleta de historias, escenarios, movidas, futuros, angustias. El perro pensaba en ese preciso paseo con su dueño, al atardecer, directo al horizonte en una preciosa puesta de sol.
Me marcó bastante ese dibujo. Los perros son animales inteligentes. Más que eso, son listos. Disfrutan de cada momento sin tener que repetirse «carpe diem» y tonterías semejantes de forma autómata. Para ellos no hay un mañana. Viven y punto. Capaces de estar tumbados al sol durante horas, sentarse a tu lado el tiempo que haga falta, tirarse a la calle enloquecidos como si fuera la primera vez que lo hacen en la vida o estar esperando en la puerta a que entres y echarse en tus brazos. Todo es una fiesta para ellos. Sol y necesidades fisiológicas. No necesitan más. Su Pirámide de Maslow sería una línea. Envidiable, ciertamente.
Hace poco llegó «Coco», un cachorro que no sabía casi ni andar. Mis hijos querían perro desde siempre, como todos los niños, pero yo me negaba en redondo. Cacas, sacarlo tres veces al día, pipís, pelos, olores. ¿Estamos locos? Pues se ve que sí, porque llegó y nos ganó ipsofacto. Lo que más me gusta de nuestro perro es su estilo de vida. Suena a cursilada, pero es la pura verdad. Un ser vivo que no levanta un palmo del suelo nos va dando ejemplos de vida a cada momento. Pasea por la casa como si llevara aquí desde siempre. Le faltan nuestros apellidos.
Coco tiene seis meses y nos entiende perfectamente. Más aún, se hace entender. Nunca me había fijado en la profunda mirada que tienen estos animales. Sus ojos hablan. Se mete en nuestras camas, se sienta a ver la tele en nuestro sofá, besucón y abrazador, nos cuida la casa (bueno, esto es un futurible, por ahora se encarga más bien de poner todo patas arriba). Encima es guapo rematado y tiene estilazo.
Juré a mis hijos que se tendrían que encargar ellos de todo pero les mentí sin saberlo. Es un placer sacarlo a pasear y disfrutar con él esos momentos de pensar intensamente en lo que estás haciendo justo en cada instante. Si esto es la vida perra, yo me la pido.
UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
9 de Mayo de 2018