Lo que nunca olvidaremos

Habían pasado escasos veinte años cuando contra todo pronóstico se volvió a repetir la situación más dantesca vivida hasta entonces en la Historia. La Primera Guerra Mundial acabó en 1918, involucrando principalmente a países europeos, provocando millones de muertos civiles y militares, dejando naciones al borde de su bancarrota o desaparición y consiguiendo un destrozo de proporciones bíblicas a todos los niveles. Pues en 1939 la cosa se puso en marcha de nuevo. Pero a peor. La Segunda Guerra Mundial enfrentó a los mismos y otros muchos más estados en la contienda, generó infinitamente más bajas (que ya es decir) y originó unas secuelas en forma de consecuencias sociales y económicas que perduran hasta nuestros días, casi un siglo después.

Porque está comprobado que el ser humano olvida todo, lo cual por un lado es una bendición, pero por otro también es capaz, como lo expuesto arriba, de repetir lo patético. Quedémonos hoy con lo primero: Antes o después todo esto que estamos viviendo pasará, como siempre sucede y siempre ha sucedido. El pasado se deja de lado y seguimos a lo nuestro con mayores o menores destrozos interiores y exteriores, persiguiendo un futuro que desfila ante nuestros ojos mientras suelta la mano a la mente y los recuerdos.

Escribo esto recién llegado a casa de hacer la compra mensual y me siento en el teclado algo afectado tras dejar el carro en cuarentena y cargado hasta los topes en la puerta. Solo vi caras tristes por la calle, gente separándose unos de otros, algo irreal en este país de los abrazos (esta ciudad, esta familia), qué difícil la distancia social aquí, queridos compañeros de viaje mundial. El guardia de seguridad de la entrada nos va dejando pasar poco a poco, los compradores nos evitamos en los pasillos, los cajeros y reponedores se lavan las manos compulsivamente, todos somos sospechosos. Afortunadamente no hay desabastecimiento y adquiero sin problemas prácticamente todo lo que iba buscando. Lo que no esperaba encontrar era este escenario de realidad distópica y peliculera. Cuesta creer que estamos realmente viviéndolo.

Pero todo mejora a las ocho de cada tarde, la España de los balcones dando la vida, organizándose de manera ejemplar, sacando magistralmente partido a los dos metros cuadrados más cálidos de cada casa en estos tiempos. Aplaudiéndose unos a otros, saludándose y deseándose un buenas noches, hasta mañana, mucho ánimo, un día menos.

Sobreviviremos a esto, conseguiremos una vacuna, saldremos del aislamiento y renaceremos económica y socialmente.

Pero nunca olvidaremos la distancia, el miedo y sentimiento de culpabilidad. Eso se queda.

Pero eso no mata. Y lo que no mata nos hace más fuertes.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
25 de marzo de 2020