Parpadeos

Afortunadamente desde hace tiempo parece que la salud mental ha dejado de ser un tabú para convertirse en tema habitual de discusión y debate. Incluso en Twitter, donde la superficialidad es constante y mayoritaria, hay una ola de usuarios contando sus miserias, las que todos tenemos dentro, en un aparente modo de soltar lastre que personalmente veo como válvula de escape ante la imperante y estúpida necesidad fingida de mostrarnos y sentirnos siempre bien, especialmente a los ojos de los demás, para luego volver a casa (o apagar la pantalla) y enfrentarnos a nuestras arenas movedizas, la mayor de las veces prácticamente insignificantes que, sin embargo, nos amargan la vida. Porque no hace falta tener grandes problemas para no sentirse bien, puedes tener una familia ejemplar, un buen trabajo, grandes amigos, estar más o menos bien económicamente y sentir ese puño que desde tus propias entrañas te engancha el cuello y tira hacia abajo, encharcándote los ojos y tejiendo un nudo en tu garganta.

Un proverbio chino dice que el mejor momento para plantar un árbol era hace veinte años, pero el segundo mejor momento es justamente ahora, del mismo modo y extrapolando a nosotros mismos el mejor momento para cuidarte y entenderte es ahora, siempre ahora. No se trata de aceptar las situaciones que te hacen sentir mal sin luchar por ellas, pero entender que no todo está bajo tu control es un buen punto de partida, al menos para mí lo ha sido. Luchando por lo que pueda ser una victoria, nunca ante un ejército imbatible, que ya tenemos una edad. Y esa es otra, la edad que tenemos, nunca serás tan joven cómo eres hoy y por mucho que la nostalgia nos mienta con la necia afirmación de que cualquier tiempo pasado fue mejor vivir enganchado a un sentimiento ofrece bastante poca utilidad y proporciona mucho regusto amargo.

En un parpadeo todo puede cambiar: parece que fue ayer mismo cuando cantabas, rodeado de tus amigos de veinte años, totalmente borracho encima del capó de un coche la misma canción que hoy escuchas en total soledad mirando por la ventana de un tren mientras te diriges a una aburrida reunión de trabajo. Cada cosa a su tiempo. Siempre. Sin dolor.

Lo de ayer tenía peso ayer, valía la pena ayer, servía ayer. Lo de hoy es el pasado de mañana y puedes degustarlo conscientemente justo ahora. Vivirlo intensamente es una asignatura pendiente que, volviendo a la primera línea de este texto, apuesto que nos ayudará a mejorar nuestra por momentos maltrecha salud mental.

Parpadeas y vuelves veinte años atrás, ¿verdad? Pues sí, pero al próximo parpadeo te han caído otros diez.

Así que vive, disfruta e intenta mantener los ojos bien abiertos. Que el día de hoy no vuelve nunca.



Publicado en La Verdad de Murcia
Junio 2022

Antes de tiempo

El cuerpo pide, a veces le das, otras le niegas. La ética y el instinto luchando desde siempre dentro de nosotros. Las ganas y el freno. Si fuéramos animales, alejados de estos dilemas morales, quizá viviríamos más felices, disfrutando de cada simple placer en el santo momento en que nos diera la gana. Pero somos humanos, social y culturalemente moldeados por un entorno que, ayudando en la mayoría de ocasiones, pervierte y deforma algunas personalidades como un corsé, hasta el punto de generar peligrosos monstruos como la frustración o el desánimo por un lado o la soberbia y la dependencia por el contrario. Pocas veces en la vida nuestros tiempos internos andan al paso de los externos, acentuando esa desagradable sensación de no estar nunca del todo en nuestro sitio. Aunque, ¿cuál es nuestro sitio?

“Cuando seas padre comerás huevos” define fielmente el asunto de lo asíncrono que nos rodea cuando queremos hacer algo antes de tiempo, situación repetida continuamente en nuestra infancia y adolescencia, en la que la educación, la sociedad o simplemente la gente que nos rodea moldean o trastocan lo que sin ellos al lado podrían ser otros momentos, otras acciones u otras necesidades. Aunque, ¿cuándo es antes de tiempo?

La vida es como una rayuela pintada en el suelo: normalmente todos la atravesaremos saltando, muchos en orden, otros comiéndose algunas casillas que representan las habituales experiencias que la existencia nos proporciona: primer recuerdo, primer amor, primer trabajo, primera borrachera, primer hijo, primera gran pérdida familiar, primer gran problema real… Y cada uno de esos momentos vivido por cada uno de nosotros en el lugar temporal que le corresponde. Sea cuando sea en cada caso. Las cosas vienen cuando vienen, como mucho podrás intentar ajustar un poco previamente, ¿pero de qué vale echar la vista atrás y lamentarse? ¿Quién barema los plazos? ¿Quién puede ordenar el orden?

Algunos dicen que no hay nada peor que hacer las cosas antes de tiempo, yo creo que el gran problema actual reside en no hacerlas, o peor aún, en hacerlas después de tiempo, a trompicones y con el ansia que nunca conduce a nada pero nos guía más veces de las que debiera.                    

Nacho Tomás
HISTORIAS DE UN PUBLICISTA
Twitter: @nachotomas
La Verdad de Murcia
Diciembre 2021

Tracción total

Hasta no hace mucho lo mío con las puertas era enfermizo. Cerradas siempre. A cal y canto. La continua imposibilidad de ver algo a medio podríamos extrapolar si fuéramos psicólogos. La hiperactividad que heredé y he dejado en herencia haciendo su parte del trabajo genético. No es fácil. Un secreto a voces plasmado por fin negro sobre blanco para mejor gestión propia y ajena.

Era ver una puerta abierta y de modo casi físico la incomodidad hecha sentimiento. Necesidad de cerrarla, de orden, de control y posesión de ese instante de distensión que, por mucho que ansiara, siempre volvía. Cientos de veces al día. Eso es quizá el diagnóstico al que habrá que poner tratamiento. Y a falta/negación de ayuda química, el autocontrol como medicina. Una férrea cuadrícula dañando unas facetas y ayudando en otras.

No somos los únicos, chicos, incluso parece que ahora hay más todavía, estos últimos años somos legión los que “disfrutamos” del TDAH. Aunque como en todo, los diferentes grados de afectación nos moldean de diversos modos. Añádele un CI disparado y el cóctel, si no Molotov, explota por fuera y, lo que es peor, por dentro de tu cabeza continuamente, encallando más veces de las necesarias. ¿Falta de motor o exceso de potencia?

Los años pasan y asumes aquello que sufrías, viendo como la perspectiva que otorga el tiempo sosiega, sana y calma, como si de After Sun se tratara, las quemaduras que solo el que aquí se verá reflejado podrá entender.

Es hora de cerrar puertas, o al menos, como decía mi abuela, dejarlas entornadas, a mitad entre el corazón y la cabeza. En su sitio. Mejor aún, es el momento de aprender a verlas de cualquier modo. En cualquier situación. En cualquier situación. No es posible controlarlo todo y cuando antes lo asumas, mejor. A este que escribe le ha costado mucho. Le está costando cada vez un poco menos. Pero simplemente el hecho de poner en pausa la marabunta que nos rodea y ser por fin capaz de entenderlo, de asimilarlo y de aceptarlo es uno de los mejores pasos a dar en “La cura”. Ay Battiato, menos mal que nos quedarás para siempre en tus canciones.

A “La guerra de los treinta años” le siguió “A mi edad”. Tras tanto tiempo en estas páginas la evolución es notoria. Lo quiero ver. Lo quise escribir. Lo puedes leer.

Hoy me caen 44. A ver si va a ser eso. Cuatro por cuatro. Todo terreno.

Tiempo de tracción total.

Nacho Tomás
HISTORIAS DE UN PUBLICISTA
Twitter: @nachotomas
La Verdad de Murcia

27 de Mayo 2021