Durante mi etapa laboral en una productora de conciertos en Madrid pude conocer de primera mano muchos personajes del submundo artístico: cantantes, mánagers, fans enloquecidos, concejales de festejos, empresarios locales… Y agentes de la SGAE. Era una época en la que todo valía, había dinero a espuertas y la mafia campaba a sus anchas provocando miedo sistemáticamente a todo aquel que osara realizar un evento. En nuestro caso cumplíamos religiosamente con la ley existente, pagando a este organismo el porcentaje estipulado de la venta de entradas. Un sistema que siempre me pareció como poco alegal, sobre todo analizando el destino final de esa recaudación. A día de hoy no sé cómo…