El conductor de autobús que nos llevó desde Dublín a los acantilados de Moher lleva dieciséis años viviendo en Irlanda. Nació en África, vivió en el norte de España y conoció a su mujer irlandesa en Francia. No hay duda de que algo de bagaje internacional tiene. Además le gusta la historia del país, lo que sirvió para ir amenizando continuamente el largo trayecto que supone atravesar Irlanda de costa a costa. Ruta en la que puedes sentir hasta qué punto puede algo ser verde y ver la gran diferencia entre ambas riberas. Por ejemplo en el clima: si ya en Dublín hace frío (al menos para un murciano como yo) en Galway y la orilla atlántica se te hielan los dedos y eso que aún estamos a finales de otoño. El acento es otro problema, piensas que puedes defenderte fácilmente en inglés hasta que te cruzas con un taxista que murmura balbuceando algo parecido al élfico. Y claro, un misunderstanding lo tiene cualquiera.
Irlanda, famoso por sus cervezas y whisky, no vende alcohol fuera de pubs y supermercados. No puedes tomarte una birra mientras comes un «fish and chips», al parar en un área de servicio de la carretera (Barack Obama Plaza se llamaba la nuestra, el ex-presidente tiene antecedentes irlandeses) o en la cafetería de un lugar turístico. Alguien me dijo al pasar por una preciosa aldea costera: «Es un pueblo de bebedores con un problema de pesca.» Puedo ahora comprenderlo. Mención especial merecen los pubs de la zona de Temple Bar, Grafton Street o, si tienes la suerte de tener amigos viviendo allí, Fade Street y otras calles menos famosas y quizá más auténticas. Para nosotros, que somos viajeros gastronómicos ansiosos de probar los platos locales, disponer de un apartamento propio (y barato) nos permitió ir al supermercado y preparar nuestro propio desayuno y sándwiches irlandeses. Menuda cocinera tengo.
No hay viaje en el que no nos apuntemos a un free-tour (visita gratuita y guiada por la ciudad) para hacernos una idea inicial que sirve de fenomenal orientación para decidir luego qué museos o lugares explorar más profundamente. Además, los guías se ganan siempre una buena propina, al menos por nuestra parte. Me llamó la atención la enorme cantidad de bicicletas por las calles, quedándome con las ganas de moverme en alguna, otra vez será. Preguntando a todo aquel con el que entablé una mínima cercanía intenté resolver sobre el terreno mis ancestrales dudas y hacerme una imagen lo más real posible sobre el conflicto entre católicos y protestantes, unionistas e independentistas, los puntos de vista de monárquicos y republicanos, las razones de los irlandeses del norte y del sur, las diferentes políticas liberales, socialistas y conservadoras llevadas a cabo en la isla, el triunfo del Tigre Celta con el que a zarpazos consiguió el milagro económico o su curioso sistema social y público, con un bajo desempleo, alto salario medio pero mucha gente durmiendo en la calle. Creo que aclaré mis ideas pero, como siempre, cada uno barre para su casa. Reveladora esta frase respecto al Alzamiento de Pascua de 1916: «Fue como ver la sangre fluir a través de una puerta cerrada.» Seguiré investigando, descifrar la historia no es sencillo.
UN TUITERO EN PAPEL
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 30 de Noviembre de 2016
Fecha original de publicación:30 noviembre, 2016 @ 10:39