El móvil infinito

Intento hacer memoria pero no consigo concretar cuándo compré mi primer teléfono móvil. Fue en una tienda de electrodomésticos que vendía lavadoras y calculadoras. Un Motorola con tapa de plástico que se abría para acceder al teclado y al que había que estirarle la antena para coger algo de cobertura.

Hace tanto tiempo que aún no entendíamos cómo funcionaban los mensajes de texto y tuve que explicar a varios familiares la magia de escribir algo con aquellos teclados, en los que cada número tenía tres o cuatro letras, y que llegara al destinatario ipsofacto (o casi). Aquellas tarifas suenan a chino ahora, con establecimiento de llamada o tener que esperar a la noche, al menos yo por mi plan, para poder hablar un poco más por un poco menos. Las baterías duraban dos horas escasas.

Recuerdo con especial cariño el tacto de las teclas de goma que además se iluminaban, las mini pantallas grises con letras y números cuadriculados, recibir un mensaje era una fiesta y había que hacer malabares para que cupiera la respuesta de vuelta sin pasarte de caracteres. ¿Una precuela de Twitter? Qué decir de aquellas marcas ya olvidadas: Sony, Alcatel, Eriksson y la joya de la corona: Nokia. Yo era muy fan de Nokia, por mis manos pasaron modelos de todo tipo y sufrí en mis carnes las modas que los hacían cada vez más pequeños. Joder, lo que costaba marcar algo en el 8210 y las horas que me pasé en los descansos de la biblioteca de la Universidad jugando al Snake en el 3310. Disfruté del novedoso huevo 6600 y del modernísimo, ríete tú ahora, N95 y su sistema operativo Symbian. A veces aún suena en mi cabeza de vez en cuando el mítico tono de llamada “Circles”. Leches, sueno a abuelete.

Recuerdo a mi padre, sacando el bolígrafo y apuntando en su agenda de papel mi número, un número que veintipico años después sigue siendo el mismo. Y aquí empieza la odisea. He tenido, como casi todos, muchos trabajos diferentes y en ninguno he querido un número nuevo o tener que cargar con dos aparatos. Y en semanas como éstas, que están sido atómicas laboralmente, me planteo seriamente que quizá ha llegado el momento de conseguir una nueva identidad móvil para mi familia y amigos. Es complicado vivir con este volumen de llamadas al día, la inmensa mayoría de las cuales son de números que desconozco y cojo siempre por deformación profesional. ¡Pero es que aún a veces me preguntan por la discográfica en la que dejé de trabajar en 2005!

Seguiré informando. Quizá desde un nuevo número de teléfono. Se me va a hacer difícil soltar estos sietes y más ahora que mis hijos se lo han aprendido.


UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
6 de marzo de 2019