Vale, no tengo perdón de Dios, un murciano de pura cepa como yo que nunca
había estado en Cabo de Palos, nombre que proviene del latín “palus”
(laguna) por su cercanía al, lamentablemente en boca de todos estos días, Mar
Menor. Según Wikipedia “situado en las últimas estribaciones de las
cordilleras Béticas del complejo nevado-filábride formado por micaesquistos
paleozoicos” y en cristiano: enclave esplendoroso en un emplazamiento geográfico
único.
Unas aguas en las que hace unos cuántos años se libró la mayor batalla naval de la Guerra Civil Española y donde aún más tiempo atrás se construyó el majestuoso faro que a 80 metros sobre el nivel del mar domina la zona. Y esto es la parte de arriba, la que se ve en superficie, porque debajo del nivel del mar la cosa aún mejora, si cabe, declarado como uno de los mejores lugares de Europa para bucear.
Y a eso fuimos el pasado domingo, hermanos y buenos amigos, a disfrutar sufriendo como siempre que llevamos un dorsal, esta vez pintado en la piel. La travesía a nado TimonCap consiste en unos tres kilómetros y medio dando la vuelta al promontorio en el que sitúa el anteriormente mencionado edificio luminoso. Con una paupérrima preparación acuática un año en el que principalmente me he dedicado a entrenar en bicicleta, afronto esta prueba con pocas garantías pero dos ases en la manga: el buen estado de forma deportivo en general que siempre ayuda y el pique con los hermanos que habitualmente hace el resto.
A las diez de la mañana suena la bocina y comienzo a nadar tranquilo, sin
los codazos típicos del triatlón esto es como agua bendita. Al no ser nadador
habitual y menos en aguas abiertas me provoca extrañeza ver tan pocas boyas,
luego me lo explican, no es una competición en sí misma, se trata de orientación
que favorece a los que mejor sean capaces de hacerlo bordeando las rocas. Visualizando
por momentos el precioso fondo donde algunas medusas despistadas hacen de las
suyas y creo que a todos en mayor o menor medida nos acaban pasando por la
piedra, gajes del oficio que aguantamos encantados.
Durante el trayecto voy divisando en todo momento la icónica construcción
que vamos dejando siempre a la izquierda. Por momentos pienso en los marineros
de antaño, en plena tormenta, rezando por encontrar esta luz a mitad de la
noche. Pienso también en los amigos que no pudieron terminarla otros años y
encaro el último giro, algo tocado ya físicamente, pegado a un nadador que
resulta ser un conocido al que aprovecho para saludar, qué cosas tiene la
fuerza mental.
Al acabar, comida con padre, hermanos y familia, un pedazo de arroz y un buen vino para comentar la jugada, hacer planes y recordar los viejos tiempos, que nunca fueron tan buenos como los actuales.
UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
16 de octubre de 2019
Golpeo las letras de mi teclado con la felicidad pintada en mi cara.
Empecemos con la foto de la llegada a meta en la mejor compañía posible: mi mujer y mis hijos han venido a verme de sorpresa. Terminar un medio Ironman es un importante paso en la vida de un triatleta. Va a ser difícil transmitir en palabras lo vivido en Caravaca el 30 de Mayo de 2015 pero voy a intentarlo.
Hay poco secreto en el deporte: el entrenamiento da sus frutos y la cabeza hace el resto. Voy, afortunadamente, bien servido de ambos. Llego pleno de fuerzas y con la seguridad de estar en un pico de forma envidiable, mi preparador está contento, yo más. De nuevo hay pique con compañeros de equipo, Fran Parra está pletórico y con ganas de revancha después del Festrijump (crónica aquí) por lo que el día se pone caliente y no sólo por la temperatura. Los nervios hacen el resto, no recuerdo haber estado así antes de la salida en ninguna prueba.
En el pantano del Argos, donde vamos a nadar, hace un calor importante, comemos un buen tupper de pasta antes de comenzar, vemos a muchos conocidos en la salida: comentarios, buenos deseos, ambientazo. Los elite protegen sus bicis del sol y los mortales nos ponemos crema para evitar quemaduras, así acabé en Jumilla por olvidarme hacerlo.
Dan la salida con puntualidad británica a las 14 horas. Me coloco justo detrás de la primera fila, con la idea de coger unos pies durante el tiempo que pueda. Por delante 1.900 metros en una sóla vuelta (se agradece), por lo que mejor ir delante aunque sin apretar mucho, que el día será largo. Alcanzo las boyas sin problema, hay muchos menos golpes que en los sprint u olímpicos y la natación se hace hasta placentera. El neopreno ayuda, teniendo en cuenta que me he propuesto no mirar el reloj en todo el tramo, intuyo que voy bien. Quizá incluso muy bien, y eso que no he podido seguir de manera cómoda a nadie, el agua está muy turbia y al final decido ir a mi ritmo.
Alcanzo la boya del fondo y encaro la vuelta buscando la referencia del dique del pantano. Sigo nadando a un buen ritmo, adelantando unidades, concentrado en la eficacia de las brazadas, no quiero malgastar ni un gramo de fuerza. De pronto me doy cuenta de que no hay nadie alrededor, cambio de lado al respirar para asegurarme mirando hacia allá pero nada, estoy más sólo que la una. Por un momento pienso que me he desviado mucho, no hay otra posible razón, hasta que decido parar y levantarme un poco para tener mejor visión. Al fin localizo un grupo muy delante, de unas 30 personas y a unos 200 metros, que resulta ser la cabeza. Pero la sorpresa viene cuando miro hacia atrás y veo que soy el primero del resto, la punta de una flecha que se ensancha hacia detrás. No me lo creo, estoy tirando del grupo más numeroso. Uno de los momentos de más subidón que nunca he vivido en una carrera.
Los últimos metros se pegan bastante, parece que hay corriente en contra y ya casi saliendo del agua me adelantan varios participantes. Salgo algo desubicado y con un flato tal que me obliga a hacer totalmente andando la transición hasta la bicicleta.
Arranco el segundo sector centrado en la respiración, el flato se pasa poco a poco y puedo ser consciente de lo que me queda por delante dando pedales. Nada menos que 90 kilómetros sin un palmo llano y casi 1.500 metros de desnivel positivo. Algunos conocidos que ya han hecho algún Half e incluso Ironman durante los días previos me han aconsejado que en la bici no apriete nada, que reserve todo lo que pueda, que se hace muy largo y cuando la cuelgas, todavía te queda la carrera a pie. Con ese martilleo en la cabeza pasan los kilómetros y me adelanta mucha gente. Yo también adelanto unidades, esto es muy largo y hay para todos. Lo que está claro es que voy varios puntos por debajo de mi ritmo normal de entrenamiento, concentrado en no dar ni una pedalada más fuerte que otra. Espero que los consejos sean fructíferos.
Los primeros 45 kilómetros son matadores, con subidas continuas, pasado el alto de Los Álamos me confío pensando que hay bajada, pero es un rompe piernas muy simpático hasta el 60 aproximadamente, en el que sí comienza un descenso divertido hasta la meta, aderezado con rachas de viento en contra. Veo a Antonio, el Presi, animándome en una curva, ha pintado en la carretera nuestros nombres… ¡Tremendo! Le pregunto por mi hermano y su respuesta es la típica de los ganadores: «¡¡Parra te mete 8 minutos!!» Joder con Parra, pienso yo.
En la memoria, para siempre, las rectas interminables del Campo de San Juan, acompañadas por una lluvia intensa y corta, toboganes y frío repentino que nos rodea. Muy épico todo. Menudos paisajes más preciosos, que disfruto tranquilamente mientras pedaleo. Veo muchos abandonos, la climatología nos está pasando factura. No me quito a Parra de la cabeza, menudo animal, me habrá metido 5 minutos en el agua y otros tantos en bici… Quizá estoy reservando demasiado. Pero el caso es que hace muchos kilómetros que no me adelanta nadie, todos debemos estar reservando, quiero pensar.
En el tramo final de la bicicleta me da vueltas en la cabeza una idea fija, no soy consciente de que por delante tengo todavía una media maratón. Yo, que sólo he corrido tres en mi vida me enfrento a la cuarta con casi 2.000 metros nadados y 90 kilómetros en bici. Llego a la segunda transición, en la que totalmente por sorpresa escucho un «¡PAPÁ!» que me vuelve loco. Mi mujer y mis hijos han venido desde Murcia, les doy un beso a cada uno mientras me pongo las zapatillas de correr y me lanzo a por la primera de las tres vueltas al circuito de este tercer y último sector.
La carrera a pie es compleja, un recorrido de 7 kilómetros con una gran bajada y una gran subida que imposibilitan llevar un ritmo de crucero adecuado. Estoy muy fresco, dentro de lo que cabe, y la primera vuelta rondo los 4:30, que se escapan un poco en la subida aunque dentro de lo normal. Por primera vez en mi carrera deportiva tengo que parar a hacer pis, no me aguanto y pierdo un tiempo precioso. Pienso que es debido al control total en la bici, no he debido sudar lo suficiente para expulsar los líquidos.
Me cruzo con mi hermano, tiene mala cara, y a ojímetro estimo que irá el séptimo, un resultado muy bueno para cualquier persona, pero no para él, que el año pasado en su estreno, acabó quinto. Me cruzo con Oscar (el Chero) que sí tiene buena cara (al final acabó segundo de su categoría nada menos) y, cómo no, también me cruzo con Parra, en esta primera vuelta me saca unos 2 kilómetros, algo totalmente insalvable aún contando con los ánimos de mi hermano Pablo.
La segunda vuelta sigo bien, las piernas ya pesan un poco pero no estoy cansado, veo de nuevo a mi mujer y mis hijos, que me animan en la entrada del estadio… esto parece la televisión, ¡qué barbaridad! Los tiempos se mantienen, me veo fuerte. Es una recta infernal, en la que abarcas con la vista perfectamente los 3 kilómetros que ocupa, me centro en las caras de los participantes, muchos andan, otros están directamente en el suelo descansando o retirados, pobrecillos.
Vuelvo a cruzarme con Oscar, Jorge y Parra, pero esta vez noto algo raro en su cara, me huelo que va capuzar. Entro de nuevo al estadio y lanzo un beso a mi mujer. Mis hijos me acompañan unos metros, supera esto Gomez Noya.
Han pasado 14 kilómetros corriendo y las piernas comienzan a pedir auxilio, van casi 5 horas de ejercicio intenso. Es la última vuelta, hay que echar el resto. Los ritmos suben, lógico, aunque sigo por debajo de 5 min/km. A lo lejos veo a Parra, que ha comenzando a andar (luego me comenta que ha ido alternando durante un tiempo), le doy alcance, una palmada en la espalda, mucho ánimo y le adelanto con un sonrisa interior tamaño XL.
Todo marcha bien hasta que de repente, la pierna derecha se bloquea, se ha puesto en huelga. Decido no parar y acelerar un poco, me pasó lo mismo en el kilómetro 38 del Maratón de NYC y conseguí salvarlo con esta acción pero ahora vez es diferente, no se me va el dolor. Miro hacia atrás. Nacho, piensa, fuera pánico. Decido dar pasitos cortos y rápidos, confiando en que de esta forma pase el mal momento y sí, parece que tras un kilómetro interminable en el que ritmo se descalabra hasta los 6:30 min/km las aguas vuelven a su cauce. Temeroso, hago el resto de recorrido hasta meta muy tranquilo.
Cruzo la meta feliz y satisfecho, he podido con un medio Ironman, que fácil suena al leerlo, qué sencillo escribirlo. Me abrazo a Jorge, mi hermano y preparador. Veo a mis hijos y mi mujer, que se han pegado 150 kms en coche sólo para verme unos minutos. Orgulloso de mis compañeros de equipo como Manuel el Grillo, que lo ha pasado muy mal por culpa del asma, y Fran Parra, sin él seguro que no mejoraría cada día. Los piques sanos son salud mental.
Organización perfecta desde el primer momento, así da gusto. Muchos voluntarios, jueces, puntos de avituallamiento, espectadores… Una prueba totalmente recomendable.
Durante toda la competición me he alimentando a conciencia, 4 geles y 3 barritas, además de mucho líquido, clave en pruebas de larga duración. En NYC tardé 3 horas y 42 minutos, que se me hicieron mucho más largas que estas 5 horas y 37 minutos. Curioso.
Al final estos son los tiempos oficiales:
Natación 1.900m – Tiempo: 0:32:48 – Posición: 39
Bicicleta 90km – Tiempo: 3:12:14 – Posición: 57
Carrera a pie 21km – Tiempo: 1:45:24 – Posición: 75
Tiempo total: 5:37:18 – Posición: 52 de 235
Gracias muy especiales a Antonio López por dejarme las zapatillas de baño (menuda cabeza la mía), Joel, mi hermano Pablo y Antonio, el Presi, por el apoyo logístico y porque me han dado alas cuando más falta me hacían.
Me quedo con la sensación de que podría haber recortado 10 o 15 minutos en bici solo apretando un poco, aunque quizá me habría pasado factura en la carrera a pie.
Nunca lo sabré. O quizá sí. Quizá el año que viene. Y espero que lo vuelvas a leer.
Aún no sé si se ha dado el caso de que tres hermanos compitan en el mismo triatlon el mismo día. De lo que estoy prácticamente convencido es que será difícil encontrar el caso de que dos de ellos suban al podio. Triatlon Olímpico de Jumilla 2015: Jorge hace tercero de la general y Pablo tercero sub23. Mi abuelo estaría orgulloso.
Comienzo la crónica por el final y hablando de ellos, de la familia y los piques sanos que surgen entre nosotros. La salsa del deporte.
Los entrenamientos anuales comienzan a dar sus frutos, ha sido un periodo de muchos cambios, de horarios y de trabajos, ajustes que me han permitido subir a una media de 6 horas de entrenamiento semanales, casi el doble del año anterior.
Este Triatlon de Jumilla es especialmente complicado al tener dos zonas de transición totalmente diferenciadas, lo que obliga a dejar las bicicletas el día antes por la tarde, de modo que un camión de la organización las traslada al pantano de Camarillas, donde se realiza el primer sector, a nado, de la prueba. Hemos convertido esa complicación en una ventaja y nos hemos ido a nuestra casa de Jumilla los 12 triatletas del club que vamos a competir en esta prueba, en una mezcla de convivencia-concentración previa que ha servido para estrechar aún más si cabe los lazos que nos unen.
Cenamos pasta como si no fuéramos a comer nunca más en nuestras vidas. Damos un paseo y a la cama prontito. A las 5 suena el despertador, desayuno lo de siempre: mucho cafe con leche y muchas (muchísimas) galletas. Un plátano a la mochila para comerlo, como cada competición, una hora antes de la salida. 4 horas más tarde, se dice pronto, estamos en la orilla del pantano, con esos nervios tan característicos que anteceden el bocinazo que pondrá en marcha el espectáculo. Es el primer triatlon olímpico que realizo sin drafting (no puedes ir a rueda de nadie en bicicleta) lo cual premia a los ciclistas aún más de lo habitual. Estoy con ganas. Se nota. Eso me dicen.
Desde el primer momento me siento cómodo en el agua, es la primera vez que uso neopreno en una carrera y las sensaciones son tan diferentes que por un momento pienso que voy en cabeza. Al llegar a la primera boya me doy cuenta de que no ha sido una sensación, es una realidad y estoy, a ojo, entre los 20 primeros. Me centro en continuar nadando relajado, hay pocos golpes esta vez, excepto algún manotazo aislado y totalmente normal.
Encaro la vuelta y, sorpresa, la boya amarilla, única referencia cuando estás en pleno esfuerzo, en la que tenemos que volvernos para girar no está. Sigo concentrado en la respiración y brazadas, no me vaya a dar flato, pero la boya sigue sin aparecer. Por las referencias de los árboles y la gente que está en la linea de salida puedo hacerme una idea de la trazada hasta que, ya muy cerca de la orilla, no doy crédito cuando veo que una lancha de la organización se ha puesto delante de la boya, tapándola por completo. Me paro a su lado y grito algo que ahora no recuerdo, semejante a: «¿Pero estáis locos? ¡Poned la boya delante!»
En esos momentos veo cómo algunos nadadores han girado antes de darle la vuelta por detrás a la lancha (y la boya), lo que me ha hecho perder bastantes posiciones, puesto que yo sí he dado todo el giro. Maldigo la situación y encaro la segunda vuelta intentando relajarme. Adelanto varios puestos y ya no sé en qué posición estaré. Salgo del agua y me pongo las zapatillas para hacer la transición 0, como algunos la llaman, que conecta la orilla del pantano con el box. «¡Vas muy bien, Nacho, el 25 o así!» me grita alguien. Lo que me pone las pilas y subo como un cohete, destino mi bici. Veo a mi amigo Oscar (que está en la orilla a punto de comenzar su Medio Ironman) y a Maribel. Sus ánimos son gasolina.
Siempre he temido al sector de la bici, es habitualmente el que peor se me ha dado hasta la fecha. Pero los entrenamientos de este año no han sido en balde y en el kilómetro 24 de los 46 ya he alcanzado a Fran Parra. ¿Quién es este tipo? Pues es el compañero de equipo con el que me he picado desde hace varios meses, con la mente puesta en este Triatlon de Jumilla. Él es un nadador consumado, se defiende en bici y corremos a la par, por lo que estará reñido saber quién será el ganador particular de esta mini-competición. Fran sale del agua en novena posición y yo el 21, me ha metido 2 minutos y medio que, como antes he contado, he conseguido pulverizar a mitad de sector. Le veo a lo lejos, me pongo a su lado y le animo pero sé que esta apuesta ya tiene un ganador. Voy a cerca de 34 km/h durante todo el recorrido, y eso que hay casi 600 metros de desnivel positivo acumulado.
Cuando me he tomado un gel a la salida del pantano, se me ha caído otro, así que estoy sin nada para afrontar el resto de carrera, hasta que veo a los amigos de Adventure Bike en al avituallamiento de Agramón y les pido uno, que me guardo dentro de la pernera del mono. ¡Gracias tíos!
Durante este sector vuelo literalmente, nunca me había sentido tan fuerte sobre dos ruedas, adelanto y me adelantan pocos, buena señal al haber salido tan arriba del agua. Hay algo de viento en contra, pero no muy molsto. Me acoplo y tomo la referencia, dejándole unos metros por delante, de un ciclista llamado Enrique, es todo lo que por ahora sé de él, el nombre de su dorsal, que va a mi misma velocidad. Los jueces en moto, muchísimos, comprueban que vamos lo suficientemente alejados como para no chupar rueda. De hecho me pongo en el lado contrario de la carretera cada vez que él se mueve, para no dejar ninguna duda. Lo dicho, disfruto como un enano y llego a la transición 2 como un misil. Contento, convencido de que sigo en las primeras posiciones.
Me bajo de la bici con bastante problemas pues dudo entre dejar las botas caladas e ir corriendo o quitármelas como siempre y correr con ellas puestas. Tras un momento de tensión en el que no me caigo de milagro, consigo meter las botas de la bici en una bolsa y sacar las zapatillas de correr (aún no me explico esta decisión de la organización) y salgo a por el tercer y último sector de hoy.
El sol es ya de justicia a esta hora del día, y eso que parecía nublado, lo que complica un poco los ritmos iniciales. Me planteo ir a 4 minutos por kilómetro muy centrado en la técnica y mirando de reojo por si se me acerca alguien por detrás. El cansancio comienza a hacer mella, van casi 2 horas de competición y entonces me acuerdo del gel que me había guardado. Lo saco con tan mala suerte que se me escurre de las manos y se me cae al suelo. Decido continuar corriendo, sólo queda algo más de la mitad y perder el tiempo en parar, darme la vuelta y cortarme el ritmo creo que no merecerá la pena. Pero entonces mi Pepito Grillo interior me convence de que más vale perder 1 minuto que tener un pajarón y hago todo lo que hace 30 segundos negaba. Me tomo el gel como si fuera maná del cielo y encaro la segunda vuelta apretando los dientes. Entonces veo a Fran, con el que me cruzo en una zona de doble sentido. Le saco unos 3-4 minutos. Respiro tranquilo.
Llego a meta bastante entero, veo a mi padre y Fran Francés animando. Aprieto los puños y levanto los brazos. Esta vez la foto sí que es representativa. No me imagino lo que debe ser ganar una carrera alguna vez. Busco a mi hermano Jorge y esperamos juntos a Pablo. Tres Tomás Triatletas en meta. ¡Mola!
Los tiempos finales oficiales son estos:
Natación – Tiempo: 0:27:00 – Posición: 21 (Media de 1:40, contando el parón en la maldita boya invisible)
Bicicleta – Tiempo: 1:22:11 – Posición: 20 (Media de 33,5km/h)
Carrera a pie – Tiempo: 0:41:35 – Posición: 23 (Media de 4:13m/km)
Tiempo total: 2:37:34 – Posición: 21 de 160
Vamos llegando todos los compañeros de equipo, animándonos entre todos. Ahora toca hablar un buen rato, tomarse muchas cervezas y analizar lo sucedido. Es un lujo compartir momentos con esta gente: Pablo Candela, Joel García, Antonio Lopez, Alex Martinez, Matias Gonzalez, Manolo Grillo, Eneko Emparanza, Antonio Fernandez (el presi), Eduardo Juarez, Fran Parra y mis hermanos.
Casualidades de la vida, Enrique el ciclista referencia, es el hermano de un viejo conocido. ¡Qué cosas!
Gracias a Bricofermín por ser nuestro patrocinador principal, y al resto de empresas que confían en el deporte como canal de comunicación. Esto debe ser parecido a los futbolistas cuando dicen que sienten los colores, ¿no?
Dejo para el final una pequeña crítica a la organización, que podría tener pase por ser nuevos en esto:
Hubo una reunión técnica que contradijo aspectos que se comentaron por mail unas horas antes.
Se cambió la hora de salida el día antes.
El tema de las boyas en el pantano que ya he comentado arriba, esto es de traca, sólo si has nadado en un pantano con otros 150 animales dándote palos entiendes lo incomprensible de que taparan la boya, única referencia para los nadadores.
Los jueces en la salida decían cada uno una cosa respecto a los chips, cestas de transición, guardarropa, etc… Desesperación.
La seguridad de las zonas de transición era nula: podía entrar gente y llevarse una cabra o un casco de valor económico importante y nadie se habría enterado.
Insuficiente señalización en los cruces de la carrera a pie y de la bicicleta, les preguntabas y nadie sabía nada…
Eso sí, la gente ENCANTADORA.
Ojalá sirva para que mejoren de cara al año que viene.
Voy a empezar esta crónica por el final. Voy a recrearme en la siguiente foto durante unos años. Tres hermanos juntos en la meta, abrazados, contentos y orgullosos los unos de los otros.
Llego al Triatlon Valle de Agramón 2014 más preparado que nunca, con dos meses de entrenamientos brutales tanto en calidad como en cantidad. Algunos cambios laborales en mi vida han permitido que saque más tiempo para este hobby (y también para mi familia), de lo cual estoy cada día más contento.
Acaba la temporada con esta exigente prueba, en la que participan varios profesionales y poco a poco se está convirtiendo en referencia ya no sólo en la zona, sino en todo el país. El año pasado hice 1h 23m 50s. En mi fuero interno visualizo cruzar la línea por debajo de la hora veinte. Sólo tengo que mejorar un minuto en cada sector y algo las transiciones.
El día de antes, haciendo el último entreno antes de la carrera, se me pincha una rueda de la bicicleta por primera vez en dos años que la tengo. La cambiamos sin mayor complicación, pero el susto de novato en estas lides me lo llevo.
El sábado 2 de Agosto los tres hermanos desayunamos fuerte, no tengo ningunos nervios. Será mi tercer Triatlon de Agramón consecutivo. Aquí fue donde me bauticé en este mundo en 2012. Aquí fué donde el año pasado se bautizó mi hermano Jorge. Y aquí será donde hoy mi hermano Pablo se bautice en este mundo. Curioso. Tres años seguidos, tres estrenos seguidos de tres hermanos ordenados por edad. Muy curioso.
Si hay algo que no me guste de esta prueba es que echas el día entero en ella. Por la mañana hay que llevar las bicis y recoger el dorsal, volver a casa a comer (suerte que nuestro campo está a sólo 30 minutos) y a las 16:30 de la tarde estar de nuevo en Agramón para que los autobuses nos lleven a la salida en el Pantano de Camarillas.
Allá vamos con las 4 bicis (sí, 4, mi padre se viene a animar a sus tres hijos y de paso quiere hacer una parte del sector ciclista en su clásica MTB) y cuando nos las están cargando en el camión me doy cuenta de que se me ha vuelto a pinchar. Muevo Roma con Santiago, compro otra cámara y llamo a Tito de Adventure Bike que me tranquiliza, diciendo que me la arreglan antes de la salida.
Llego al pantano en el coche de un señor de la zona que se ofrece a llevarme, acepto encantado para ganar tiempo, en mi cabeza la rueda pinchada y el miedo a no poder tomar la salida. Pero Tito es un crack y con la ayuda de Javi, mecánico, me cambian la rueda en menos de 1 minuto. Me siento como los pilotos de Fórmula 1 en boxes, ha sido todo tan rápido que aún ni ha llegado el autobús con el resto de atletas. Les debo la vida. Mil gracias.
Más de 300 valientes en la orilla. Caliento un poco en el agua y me coloco en primera línea, he mejorado bastante nadando y no quiero llevarme muchos palos esta vez. Pero sucede todo lo contrario, desde las primeras brazadas noto que estoy en el ojo del huracán: golpes y más golpes, ininterrumpidos. No consigo respirar bien y tengo una de las gafas llena de agua. Más patadas y zarpazos en la primera boya. Indicios de flato. Voy lento. Llego a la segunda boya y ya todo es más sencillo: el sol se refleja en la alfombra de la salida del pantano y es fácil tomarlo como referencia. Es lo único que veo, los ojos empapados, las gafas a la mierda. Más flato. Acelero y dejo algunos atrás, pero no tengo ni idea de cómo voy. Salgo del agua y tropiezo, estoy algo mareado, pero miro el reloj y he recortado un minuto el tiempo del año pasado. 12m49s para estos primeros 750 metros, puesto 87. Bien.
Me pongo las chanclas y comienzo la interminable primera transición, de casi 500 metros, por un sendero de tierra muy cuesta arriba hasta las bicis. Me cuesta respirar, el flato no perdona no haber respirado adecuadamente en el agua (a ver quién lo hacía con el tráfico que había) y me adelantan muchos, muchísimos corredores antes de llegar a descolgar la montura y comenzar a pedalear. Otro minuto recortado en la transición. Vamos según lo previsto. Bien.
Para quien no conozca la salida del Pantano de Camarillas hasta la carretera, puede imaginar la rampa de un parking cualquiera, pues así durante casi 1 kilómetro. Todos vamos pegados al suelo, algunos incluso no pueden meter las calas en los pedales. Creo que es la zona del Tri (exceptuando la meta, claro) en la que más animadores hay.
Adelanto algunos en la primera subida y como en esta prueba no se permite drafting, no me preocupo por seguir buenas ruedas. Me centro en lo mío y listo. Conocer el recorrido ayuda mucho y yo mismo me sorprendo de ir tan bien (los entrenos en bici de este año también ayudan, claro). Veo a mi padre, que va con su BTT y le doy una palmada en el culo, me grita ¡ANIMO! y su apoyo es como tomarse un gel.
Hablando de comer, me tomo el que llevo y menudo error. Adelanto varias unidades y sólo me pasan 10 o 12 durante los 20 kilómetros de este sector. Tengo ganas de vomitar, el gel me ha sentado fatal, las arcadas siguen y valoro la idea de parar un momento a echar hasta la primera papilla, pero comienza la bajada hasta Agramón y las angustias se evaporan, aunque vuelven en la subida al Puerto de Hellín, reducidas, eso sí. Llego a la T2 contentísimo y sin más complicaciones, mi mejor sector hasta la fecha, aunque he necesitado 1 minuto más, dada la fuerza del viento en contra que no ha perdonado en una buena parte del recorrido. Mejoro 60 puestos respecto al año pasado. Qué pena que me haya adelantado tanta gente en la T1.
Dejo la bici, veo a mi mujer y mis hijos animando como si fuera Campeón del Mundo, hago una transición limpísima (15 segundo más rápido, un 15% mejor al tratarse de una zona normal, no como la primera) y me lanzo a correr.
El primer kilómetro a 3:55, voy fenomenal e intento aguantar el ritmo que, lógicamente, baja un poco pero consigo mantenerlo en 4:20 durante los 5kms de la carrera a pie. Veo y oigo ánimos de Armando, Maribel, David, Raúl, Paco, Miguel, Juanan… Gracias a todos, me vienen de lujo. Al final he mejorado otros 65 puestos este sector respecto a 2013, recortando más de 1 minuto.
Cruzo la meta con un tiempo final de 1:21:39 y el puesto 109 de 324. Son 58 peldaños subidos en comparación con el año pasado. Dicen que mal de muchos, consuelo de tontos. La mayoría de los triatletas empeoraron sus tiempos del año pasado. Analizando los resultados, hay una caída generalizada de entre 3 y 5 minutos debida al fuerte viento que sopló en contra en el sector de la bicicleta.
El primer clasificado el año pasado me sacó 22 minutos y este año solo 15. Aún así tengo un sabor agridulce: me hubiera gustado bajar de la hora veinte e incluso estar entre los 100 primeros. Otra vez será.
Mención aparte merecen mis hermanos. Jorge ha quedado el 12º de la general, con dos parciales estratosféricos en la bici y a pie, como mejore la natación el año que viene sube al podio. Y Pablo, el pequeño de la familia, se ha estrenado con un tiempazo de 1h31m, mejorando el tiempo de mi estreno, como entrene un poco más, el año que viene nos da un susto a todos. Resumiendo, contento pero con la espinita que he comentado antes.
Ir camino de los 40 y poder seguir disfrutando del deporte es el trofeo que me llevo. Ese, y tener la mejor familia del mundo.
Ya sabéis que no soy de los que busca excusas a los malos resultados. De esos que todos conocemos que se quitan presión antes de las carreras diciendo que han entrenado poco, que el reto que se proponen es casi imposible, que les duele esto, que están muy tocados de aquello, pero luego hacen unos grandes resultados faltando al respeto al resto de compañeros. Mi caso es justo el contrario, siempre pienso que voy a tope, que voy a superarme, que he entrenado un montón, que me siento pleno de fuerzas. Con la cantidad de encajes de bolillos familiares y laborales que me encuentro a diario para conseguir cumplir (o casi) lo que me manda el míster. Esas 5 horas semanales que quiero alcanzar semanalmente. Luego vienen buenos o malos resultados, pero son míos. La presión me la quito en carrera, no antes, como hacen los de mente débil.
Dicho esto, llego al Triatlón Olímpico del Pilar de la Horadada convencido de que estoy fuerte. Poco a poco voy sumando kilómetros en bicicleta, mi gran talón de Aquiles, y creo que si salgo del agua bien, puedo incluso dar una sorpresa. Pero nuestra vida tiene otros planes, y al «Cúmulo de imprevistos»(explicado en el blog de «El Contragolpe») de la semana pasada, tenemos que sumar el vendaval que se ha empeñado en soplar esta mañana casi veraniega en la costa mediterránea.
Finalmente suspenden el sector de natación, convirtiendo la prueba en un Duatlon Olímpico (10kms de carrera a pie + 40kms en bicicleta + 5kms de carrera a pie), algo durísimo para las piernas, como podré comprobar después.
Los 10.000 metros del primer sector no son nada del otro mundo, un circuito de cuatro vueltas y mucha gente agrupada hacen fácil correr en los 4 minutos por kilómetro aunque el viento en los tramos de cara es bastante molesto. Llego a la T1 con un parcial de 40 minutos y 40 segundos, aunque se ha quedado corto, como suele pasar en muchas pruebas (9 kilómetros y medio aproximadamente). Transición rápida y limpia y de nuevo al asfalto.
Cojo la bici y empieza el festival: sufriremos como chinches por el aire en este segundo sector, un nuevo circuito de 4 vueltas por momentos ratonero, con cuervas cerradas y muchos baches en el firme. Además, capón a la organización, bastante mal señalizado. La primera vuelta es complicada, incluso equivocándonos en alguna rotonda. El resto, al ya conocerlo, se hace más sencillo, pero parece que el viento sube de intensidad. Voy chupando rueda y dando los relevos cuando me toca, en un grupo que pedalea fuerte y se entiende bastante bien. Me quedo sin agua, sólo he llevado un botellín y no sabía que no dan avituallamiento en este tramo, por lo que pido un trago a un compañero. Curioso que me lo da a cambio de ponerse a rueda y no darme relevos, me dice. Cosas de las carreras. Termino el sector en 1 hora y 11 minutos, a una muy buena media para el escenario recién narrado. Otra vez corto, con algo menos de 38 kilómetros.
Hago la mejor transición que recuerdo, he practicado mucho bajarme de la bici en marcha y me sale perfecto, la cuelgo, me cambio de zapatillas y vuelvo a correr. Comienza el infierno.
El tercer sector se me pega como nunca antes. No encuentro las sensaciones, me adelantan muchas unidades y me hundo mentalmente. Al continuo viento y castigo que ya llevamos en las patas se suma el calorazo, del que no me había percatado sobre las dos ruedas. No consigo bajar de 4:30 min/km y me voy dejando llevar. Por momentos pienso en abandonar. Serán cerca de 25 minutos mortales. Incluso el segundo kilómetro lo hago por encima de 5. Pero comienzo a ver caras conocidas, que me animan con ganas y me crezco. Poco, pero lo suficiente para terminar en 21 minutos y 14 segundos, mejorando sustancialmente los parciales que me temía.
Cruzo la meta reventado pero contento. Satisfecho de no haber sucumbido a la tentación de pararme.
Los tiempos finales oficiales son estos:
1ª Carrera a pie – Tiempo: 0:40:40 – Posición: 51
Bicicleta – Tiempo: 1:11:48 – Posición: 48
2ª Carrera a pie – Tiempo: 0:21:14 – Posición: 60
Tiempo total: 2:13:42 – Posición: 51 de 129
Mal tiempo final, mala posición para la progresión que estoy teniendo y sensaciones encontradas, como casi siempre.
La organización bastante mejorable. A la cancelación del agua, que no entendimos muchos corredores, se une que no hubo guardarropa para quebradero de cabeza del personal. Imagina ir con la mochila con todos los aparejos y no poder dejarla en ningún sitio. Y peor aún que una chica de la organización dijera que sí podíamos hacerlo, autorizando un pequeño bulto junto a la bici con las llaves y el móvil, pero luego un juez de la Federación fuera detrás amenazando con sanción a todos los que lo hacían. Para colmo, la ya comentada mala señalización del circuito en bicicleta, había giros de 180º incorrectamente indicados, entre otras cosas. Muy raro, porque el año pasado hice el TriWhite de San Javier y todo salió perfecto.
Menciones especiales a Santi Liétor, que acabó 3º de su categoría, subiendo por primera vez a un podio. A Fernando Ballesta, por su buen rollo continuo. A Antonio Alcaraz, miembro de Impulso Triatlon, que ganó la carrera, y a todos los que formamos parte, puesto que fuimos segundos en la general por equipos. A Jorge Preparador, por ponernos las pilas a más de uno. Y por último y no menos importante, a mi familia, por todo. Siempre.
En resumen, he sufrido mucho, siendo la primera vez en mi vida que me planteo retirarme. Me llevo el aprendizaje de los errores, el haber conocido a muchos miembros del equipo Impulso y un duatlon olímpico a la saca, modalidad en la que no volveré a competir nunca, al menos voluntariamente.
Gracias por las fotos a Jose María Falgas, Impulso Triatlon, Andrés Castaño y David Awesome.
El cálculo es sencillo, mi mejor Triatlon Sprint lo hice en 1 hora y 23 minutos, siendo la mitad de distancia. El objetivo para el primer Olímpico será el doble de tiempo y algo de margen. Sé que no tiene nada que ver una prueba con otra, y este cálculo es, en el fondo, una estupidez, pero necesito tener referenicas. Fijado: bajar de 3 horas. Con esa cifra en la cabeza llego, más preparado que nunca gracias a Jorge Preparador, al TriWhite de San Javier. Han sido dos meses de entrenamiento metódico, aún con el poco tiempo del que dispongo (una media de 5 horas a la semana), siguiendo unas rutinas que, sin duda, me están dando alas. La agradable sensación de salir a la calle con el objetivo diario fijado. Y cumplirlo.
Llegamos a San Javier a las 7 de la mañana, de noche cerrada y con un frío importante. Vamos en busca de los dorsales, dejamos las bicis en el box y nos preparamos para la salida. El agua está caliente, se agradece puesto que no llevo neopreno, de los pocos insensatos… En la orilla está Santi, con su mujer, nos abrazamos y deseamos suerte. En mi interior le tengo como un guía, sé que nado mejor que él, pero en bici y corriendo me lleva mucha ventaja, así que puede ser una buena referencia. También vemos a Fernando, que transmite la tranquilidad que yo nunca tengo.
Suena el bocinazo y casi 200 triatletas nos tiramos al agua. Recibo más golpes que nunca, hay poco espacio entre los dos pantalanes por los que salimos hacia la primera boya y por un momento pienso en pararme y dejar pasar, me dan contra las gafas y casi las pierdo. También me dan patadas. Nunca entiendo cómo hay deportistas con tanta mala leche, todos buscamos nuestro hueco, yo el primero, pero cuando noto que voy dando collejas a alguien, modifico un poco, o por lo menos no voy a hacer daño. Pero bueno, así es esto y en el fondo me encanta. Primera boya, bien situado, giro fácil, contacto visual con la segunda. No miro al fondo, plagado de medusas y casi al alcance de la mano. El primer problema viene cuando me entero de que son dos vueltas al mismo circuito en agua, y para comenzar la segunda hay que salir a la arena y volver a tirarnos. Corte total de ritmo.
Comienzo la segunda vuelta más holgado, el grupo se ha estirado y nadar ahora es hasta divertido y relajado. Según mi reloj voy a un ritmo bueno, el previsto. Lo sorprendente es que marca casi 2kms cuando llego al arco de salida. Han sido 30 minutos cuando debería rondar los 26, la distancia es la misma para todos, está claro, pero por un momento pienso que quizá me he despistado en la trazada (posteriormente compruebo que no, que realmente han sido 1.850 metros, en lugar de los 1.500 previstos). A mi hermano le perdí la pista hace rato, bien por él. Veo a Santi un poco por delante, bien por él. Salgo del agua y miro hacia atrás, veo mucha gente, también hay muchas bicis colgadas. Buena señal. Voy en el puesto 53. Bien por mí.
Hago la transición tranquilo. Cómo se nota cuando preparas bien el casco, las gafas, el dorsal y las botas. Empujo la bici hasta la carretera y voy sólo, nadie por delante y nadie por detrás. Tomo el gel que me ha dado mi hermano y comienzo a pedalear con la vista fijada en el grupo de 3 o 4 unidades que tengo a unos 100 metros. La cabeza me dice que me tranquilice, pero no puedo hacer caso, me siento fuerte así que aprieto mucho y tras 2 curvas consigo contactarles para ponerme a rueda unos kilómetros. Por momentos me cuesta seguirles, vamos rondando los 37 km/h y llevo el cansancio de haber forzado para cazarlos. Se me escapan en cada giro, pero poco a poco ajusto y consigo entrar incluso a dar relevos. Es la primera vez que hago 40 kilómetros a estas velocidades. La sensación de ir a rueda y de ir en cabeza alternativamente. Sufrir disfrutando, disfrutar sufirendo. Es como sentirte dentro de una crono por equipos del Tour de Francia.
Se trata de un circuito de 10 kilómetros al que damos 4 vueltas, con varios giros de 180º muy peligrosos a la par que técnicos, que para mí son los momentos más críticos, donde más me cuesta seguir la rueda. No dejo de pensar en los consejos que me han dado muchas veces: «en la bici déjate llevar», pero decido darlo todo para no descolgarme. Con todo y con eso somos un buen grupo, absorbemos a bastante gente, sensación que da muchas fuerzas, hasta que llegando casi a meta, conseguimos incluso unirnos al gran grupo que iba delante, entre los que se encuentra Santi, entrando todos juntos a la segunda transición. Descalo, cuelgo la bici, me quito el casco, cambio de zapatillas, bebo un gran trago de agua, giro el dorsal y me lanzo a correr con mucho miedo, me he vaciado en la bici y puede que me pase factura la osadía. Voy en el puesto 42.
El calor aprieta, típico día de playa en Murcia, estamos a 20 de Octubre y hay mucha gente bañándose o tomando el sol, entre ellos mi mujer y mis hijos, que no fallan nunca. Me siento afortunado. Son mi bebida energética. Me toca verlos 8 veces en este último sector, que se compone de otras 4 vueltas a un circuito de ida y vuelta por el paseo marítimo de La Ribera. Autoimpongo un ritmo de 4:30min/km para no «capuzar» y veo, para mi sorpresa que respondo bien. En la segunda vuelta me alcanzan las primeras chicas, su posición siempre suele un referente para mí, que normalmente rondo sus tiempos en muchas carreras. Pero esta vez pasa algo que me hace pensar. Les pregunto qué tal, y me responden, entre gestos, que bien, sin poder casi articular palabra. Su respiración es entrecortada, la típica del corredor que va al límite. En cambio yo iba medianamente fresco, así que decido apretar, subiendo la media hasta 4:15min/km, que consigo mantener, sin no poco sufrimiento, hasta el final. Más tarde me doy cuenta de que ellas estaban en la primera vuelta, pues les saco 9 minutos en la meta final. Nota mental, no ponerme los calcetines por encima del chip del tobillo, me he hecho una herida muy fea por el roce. Dato curioso los parciales de cada vuelta: 10:24, 10:18, 10:02 y 10:23, soy un reloj gracias a mi Garmin y mi hermano.
Llego a meta en solitario y mucho más fresco que en todas y cada una de las competiciones en las que he participado. Miro feliz a mi mujer, que está donde siempre. El crono marca 2 horas, 21 minutos y 40 segundos y hago el puesto 44. NO ME LO CREO.
Los tiempos finales son estos:
Natación – Tiempo: 0:30:54 – Posición: 53
Bicicleta – Tiempo: 1:09:39 – Posición: 42
Carrera a pie – Tiempo: 0:41:07 – Posición: 49
Tiempo total: 2:21:40 – Posición: 44 de 170
Mención aparte merece mi hermano, que ha terminado 6º en la general con un descomunal 2º puesto en la carrera a pie. Su tiempo final es de 2:09:26. Cuidado con él. La satisfacción del trabajo bien hecho genera felicidad. Ducha, cervezas al sol, charlas aburridas para los que nos oigan. Hemos reservado mesa en un restaurante de la playa y nos comemos un sabroso y bien merecido caldero con Fernando, ejemplar como siempre. Ni el tercer tiempo de un partido de rugby. Sobremesa para recordar. Volvemos a Murcia a media tarde, 12 horas después, tranquilos, felices y reventados. Mi hijo se duerme en el asiento de atrás del coche mientras suena Franco Battiato por el Puerto de la Cadena con el sol de frente.
Un año y un día después de mi estreno en este mundo del Triatlon, vuelvo a Agramón con la misma ilusión, bastantes menos nervios de novato y más responsabilidad. Vuelvo mejor preparado, muy bien acompañado y con un objetivo en la cabeza: bajar mi marca del año pasado.
Llegamos a las 11 de la mañana para dejar nuestras bicis, novedad respecto al año pasado, y recoger los dorsales. El ambiente ya es bueno, y me encuentro muchas caras conocidas: Tito, Oscar, Foski, Pello, Miguel, Pakito, Santi… Y algunas que por fin conozco como Armando, Maribel y Guillaume. Tres pedazo de personas. Tiene su gracia, pero comienzo a dar consejos a mi hermano, consejos sobre pequeños trucos que harán de su estreno una experiencia más agradable que la mía. Lo normal, durante el año, es que los consejos deportivos me los dé él, como preparador.
A las 16:30 ya estamos de nuevo en Agramón, dejando las cosas en la T2 para la carrera a pie, y subiendo al autobús que nos llevará al Pantano de Camarillas. Tengo la suerte de sentarme junto a Pablo y su padre, dos generaciones de triatletas en 1 metro cuadrado. Buena gente. El cielo se está ennegreciendo por momentos y parece que hasta hace algo de fresco, comparado con el calorazo matinal. Vemos muchos ciclistas que han preferido ir en su montura hasta la salida, aprovechando para calentar, cosa que lamenta no haber hecho mi hermano. También vemos algún pinchazo, cosa que lamenta sobretodo el afectado.
En la orilla ya se disparan los nervios, hay mucha gente (aproximadamente 350 participantes y muchos acompañantes), me cruzo con dos rusos con una pinta de máquinas que tira para atrás y comenzamos a calentar un poco en el agua. El agua está helada y comienza a llover. Se guarda un minuto de silencio por la muerte de David Quirós, el chico que estaba apuntado a la prueba y murió hace unos días en un accidente de tráfico. es un momento íntimo y emotivo, me emociono un poco y me relajo totalmente. Estas cosas minimizan todo lo demás. Como curiosidad, cuando suena la bocina dando fin al homenaje, los rusos salen nadando como delfines, pensando que era la salida. Risas y descarga de adrenalina. Pasan unos minutos en los que nos enfriamos bastante, veo incluso gente temblando del frío, hasta que por fin, a las 18:30 en punto, comienza el Triatlon de Agramón 2013.
Nos hemos colocado en las primeras filas y a la izquierda, cerca de la trazada de la primera boya. Este sector se me da especialmente bien, aunque desde el principio noto que estoy frío y no nado a gusto. Me adelanta mucha gente, aunque poco a poco voy recuperando. No hay muchos golpes y llego a la primera curva entrando en calor. Noto cómo las gotas de lluvia me golpean la cabeza. Sensación inolvidable. Hasta la segunda boya adelanto a más gente, y en el último tramo hasta la orilla de nuevo vuelvo a ir suelto… una pena que no fueran 200 metros más. Cuando salgo del agua, miro hacia el agua con el rabillo del ojo y todavía hay mucha gente nadando. Buena señal que se confirma cuando, tras los 500 metros de subida por camino de tierra, llego a la T1 y está bastante llena de bicis. Dejo las gafas y el gorro, me pongo el dorsal, las gafas de sol, el casco, los calcetines y las botas. También me enfundo el maillot del JPTeam de mi hermano, y me dirijo a la salida mientras me adelantan un montón de corredores en el propio box. Algo tengo que hacer para mejorar esta transición.
Bebo un buen trago de agua y me tomo un gel de limón que me regalaron en la última carrera. Comienzo a sufrir desde el primer metro, las rampas de la salida son mortales, hasta que enlazo con la carretera y la cosa se pone mejor. La novatada de hoy ha sido que me confundo de botón en mi Garmin y en lugar de darle al «LAP» para marcar la transición, le doy al «STOP» dando por finalizada, en mi muñeca, la carrera. Me rallo intentando poner de nuevo todo a cero, para luego en casa, editar y juntar las sesiones, pero no consigo atinar y corro toda esta parte totalmente a ciegas. No sólo no veo el pulso, sino que, al ir sin cuentakilómetros, tampoco sé la distancia y velocidad…
Imagino que no debo ir muy bien dado que, como siempre en este sector, me adelanta hasta el apuntador. Llego a Agramón y veo a mi mujer, mis hijos y mi padre, que me animan como si fuera campeón del mundo. Sólo por estos metros merece la pena el sufrimiento. Sigo pedaleando atravesando el pueblo y enfilando la subida hacia Hellín, y sigo rallado con mi pulsómetro, como muestra la foto siguiente. Menudo error de globero.
La bicicleta se me hace siempre pesada, no poder ir a rueda de nadie es un fastidio, sobre todo cuando eres un paquete como yo y continuamente te están adelantando, lo que te obliga a ir cambiando de carril para no ser sancionado. Incluso algunas chicas, que salieron del pantano 5 minutos después que los chicos, me adelantan como balas. De nuevo, tengo que mejorar este sector.
Llego a la T2, echo pie a tierra y me confundo de sitio, así que tengo que recular un poco e irme hacia la izquierda (foto de abajo). Cuelgo la bici, me quito el casco y el maillot, me cambio de zapatillas y salgo a correr concentrado en que la tercera parte, suele ser buena para mí. Curioso que, al igual que en la T1, haya multitud de bicicletas colgadas en sus perchas. Saquen sus propias conclusiones.
Los primeros metros se me hacen pesados, vuelve a hacer calor, y sigo sin referencias de mi reloj. Veo muchas caras conocidas en este tramo que me alegran la cara. Este año sé que son dos vueltas, y dosifico lo poco que me queda de fuerzas. La primera la hago controlando, pero me adelantan algunos triatletas y pienso que de perdidos al río: la segunda apretaré. Así lo hago, recuperando puestos y disfrutando de este mejor ritmo que, aunque suene raro, llevo con más facilidad. Hago una segunda vuelta muy buena. Contento. Creo que puedo bajar de 1 hora 25 minutos, lo que será un gran éxito personal.
Atravieso la meta con los brazos en alto, marca de la casa, y veo a mi mujer (a la derecha, bajo el arco, móvil en mano y gritando), mis hijos, mi padre y mi hermano, que ha llegado bastante antes que yo. Sonrío y bebo mucha agua. Disfruto, orgulloso de la compañía.
Resumiendo: He mejorado mucho desde el año pasado, pero el resto también lo ha hecho.
Posición 167 de 350 (el año pasado hice el 240 de 325) y 9 minutos menos en total.
Recortar 4 minutos en natación y 5 en bicicleta no es moco de pavo, además la carrera a pie ha sido ajustada en distancia, pasando de los 4.600 metros del año pasado, a los 5.000 justo de este año, por lo que habiendo hecho el mismo tiempo en la tercera parte, son unos 2 minutos más de mejora.
Mención aparte merece mi hermano, que se estrena en esto del triatlon con un tiempazo de 1:12:50 y un puesto 45 en la general. Próximo objetivo, además juntos, el TriWhite de San Javier, nuestro bautizo en distancia olímpica.