Tiempo de agradecimientos (versión extendida).

Hannibal Smith, el cerebro del mítico Equipo A, con aquella cómplice media sonrisa y puro en boca soltaba esa memorable frase de «me encanta que los planes salgan bien.» ¿Y a quién no le encanta? Algo así vivimos el pasado fin de semana en el Mar Menor donde Pablo, mi hermano pequeño, quería volver a disputar un triatlón justo un año después del grave y fatídico accidente tras el que estuvo siete días en coma y más muerto que vivo algún tiempo más. Y si él quería nosotros querríamos. Así que allí fuimos Jorge y yo para controlarle, guiarle, apoyarle y protegerle.

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Pablo ha tenido que aprender de nuevo a andar, a comer y a escuchar. Ha tenido que entender que el equilibrio en la bicicleta es una parte vital del asunto y que si dejas de dar pedales es muy probable que te caigas. Que para avanzar hay que dar un paso, parece sencillo, y luego otro. No ambos a la vez. Y si se te pasa por la cabeza, puedes mirar atrás admirando tus avances. Ha tenido que aprender a respirar en la piscina mientras se suceden las brazadas. Ha perdido completamente el olfato, una tontería comparado con lo que todos hemos ganado. Ha aprendido a mirar hacia delante viendo cómo el rastro a seguir se pierde en el horizonte. A veces siento vértigo de lo rápido que ha pasado el año, de lo mal que ha pasado este año, de los cientos de médicos, de la rehabilitación que aún le queda, de las sesiones de fisio, de neuro, de cables, de puntos, de heridas, de operaciones, de fracturas. Por ello, y aún sabiendo que resta una durísima parte del camino, es tiempo de agradecimientos.

Al «Presi» por el empeño que pone en que nuestras locuras lleguen a buen puerto, y como Pablo siempre con una sonrisa en la cara. A los organizadores del Triatlón de San Javier por facilitar las cosas. Pusieron atención y empatía. No era fácil. A todos y cada uno de los que gritabais nuestros nombres durante la prueba. Dicen que hay una bebida que da alas porque no han probado las alas que dais vosotros. Al triatlón en sí mismo por haber entrado de esta manera en nuestras vidas. Y por ser tan insondable que en cada prueba se aprende algo nuevo. Ya os contaré lo que me pasó con el dorsal, las zapatillas de la bici y la valla submarina anti-medusas.

A nuestras parejas por soportarnos, por querernos sin comprendernos. A nuestro padre por lo que sólo él sabe, por lo que sólo nosotros sabemos. A nuestras madres por sufrirnos, por hacernos crecer, por llorar por nosotros, por llorar con nosotros. A Macarena, nuestra hermana, por servir de cemento en esta familia, insustituible. Al que hay allá arriba porque sin duda nos tiene cariño.

Y a Pablo por todo lo que le queda por delante. Y porque deportivamente ya casi nos deja atrás.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 5 de Octubre de 2016


 

 

 

Hasta ahí lo que ha salido publicado en La Verdad, pero continuaré ahora con la versión extendida, contando un poco lo sucedido deportivamente.

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La idea era cojonuda: Jorge y yo competiríamos en la distancia olímpica con el objetivo de preparar el Half Ironman de Cabo de Gata de dentro de 15 días. Sobre el papel no habría problema con los horarios, comenzábamos a las 15:00 y la versión sprint con Pablo (los tres juntos) tendría lugar 2 horas y media más tarde, tiempo de sobra para acabar, descansar 10 minutos, cambiar dorsales, boxes, etc…

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La salida se retrasa 20 minutos por motivos ajenos a la organización, comienzo a ponerme nervioso. Salimos a nadar y desde el inicio voy comodísimo, no sé cómo consigo ponerme en un lateral externo y no recibo ni un golpe en esos momentos iniciales tan complicados en cualquier prueba. Termino la primera vuelta dando alcance a un compañero (Sergio Cárceles) y decido ir con él durante el resto del sector. No aprieto casi nada, me dejo llevar y la sorpresa es mayúscula cuando veo el GPS y llevamos más de 900m… Se supone que son 1.500m el total y aún queda otra vuelta. Se me van a ir otros 7-8 minutos. Espero que retrasen la salida del sprint, aunque por otro lado, lo normal es que no lo hagan para no fastidiarles… Decido relajarme y no pensar mucho.

En la segunda vuelta voy empanado, siguiendo unos pies tan tranquilamente hasta que no sé cómo me veo sólo, en mitad de la nada y con las boyas de la valla anti-medusas a un centímetro. No puedo evitar el golpe, que me produce varios cortes en el brazo derecho. Más aparentes que dolorosos y peligrosos.

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Al salir a tierra, la sangre brota profusamente, produciendo el espanto de algunos espectadores. Tranquilos, no es nada. Salimos en el segundo grupo de nadadores a un ritmo medio de 1:35 nada menos. Y con la mejor cara que recuerdo saliendo del agua en mi vida.

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Tengo a Cárceles delante, uno de los mejores ciclistas de nuestro club. Si consigo seguirle la rueda en bici voy a ahorrar bastante pero sucede la globerada del día, dejé bien preparadas las botas con sus elásticos pero olvidé abrir los velcros así que le veo distanciarse mirando atrás por si le seguía. Hace bien, pillará el grupo en el que íbamos nadando y yo no.

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Tardo unos interminables segundos en calzar mientras pedaleo y me quedo en medio de ninguna parte hasta que me alcanza Yáñez, también del club. Tiramos juntos durante prácticamente los 40kms, con apoyo puntual de 2 o 3 unidades del numeroso grupo, a una media final de 35km/h. Mucho chuparueda como siempre, que no da la cara hasta el final, para coger buena posición en la T2. Ay, las cabezas.

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Durante la bici tengo una sensación extraña, por momentos me veo muy fuerte como para tirar pero quiero reservar un poco, cuando acabemos quedarán 10kms a pie y luego un triatlon completo sprint (750m nadando + 20kms en bici + 5kms corriendo). Hoy el protagonista es Pablo, así que mejor será reservar un poco. Incluso tarareo algunas canciones, jamás en mi vida me había pasado algo así.

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Hago una rápida T2 y salgo a correr sin dejar de mirar la hora. Estoy muy preocupado. Pregunto a varias personas si se sabe el horario definitivo de salida. Parece que no hay cambios y será a su hora así que lo tengo jodido. No me dará tiempo a terminar. Corro fácil en ritmos de 4:30. Doy tres de las cuatro vueltas en que consiste este sector y veo que los triatletas del sprint ya están en la playa calentando para salir a nadar. Por mucho que me fastidie y siendo la primera vez en mi vida, tengo que retirarme.

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Salgo disparado hacia la zona de boxes, dejo las zapatillas y la visera. Veo que afortunadamente Pablo ha cambiado la bici de sitio y ha preparado los dorsales en el casco y cuadro. Menos mal.

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Corro descalzo hacia la orilla de la playa y cuando no llevamos más de 5 minutos en la cámara de llamadas, se da la salida del Sprint. Unos segundos de charla técnica y nadar de nuevo.

La verdad es que no me he vaciado ni la mitad de lo que habría podido si no tuviera otro triatlon después, pero aún así, el cansancio hace mella y cuesta entrar al agua. Calambres y subidas de isquios nos hacen reir a Jorge y a mí mientras intentamos seguir a Pablo en el agua. Afortunadamente este sector es el que Pablo lleva siempre menos entrenado, por lo que no nos cuesta mucho ir a sus pies… Lo buen viene luego.

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Jorge lo pasa peor, él sí se ha apretado de lo lindo (ha acabado en 4º puesto) y en la bici las pasa canutas. Las risas que me echo viéndole sufrir son memorables. Vamos a su rueda todo el rato, el animal se casca él solito el sector entero, tirando de un grupo bastante numeroso. Mirad su cara. Espejo del alma.

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A pie sucede lo inevitable, Jorge se queda en la primera vuelta y nos espera en la meta. Ahora recuerdo que tuvo que ponerse a estirar al salir del agua por segunda vez ante la atónita mirada de otro deportista.

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Pablo nos lleva a 4:10 el muy bestia. Yo puedo seguirle un poco más, pero al final de la recta también paro un poco para poder entrar juntos los tres.

Terminamos y como guinda resulta que ganamos por equipos masculinos en la categoria olímpica y en femenino en la sprint. ¡Menuda jornada para BITEC TRI IMPULSO!

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En resumen, no terminé ni un triatlon ni el otro. Ambos por unos pocos metros a pie. Pero lo importante hoy era Pablo, y era esta foto que quedará para siempre en nuestros recuerdos.

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Vídeo de la llegada, cortesía de nuestro padre.

Una preciosa historia y un placer estar dentro para contarla.

 

 

Fecha original de publicación:5 octubre, 2016 @ 07:39

Pablo

Pablo salió de trabajar el 7 de octubre. Volvía a casa en bicicleta como cada día cuando su vida se detuvo. Un coche se lo llevó por delante. Seguro que en su cara había una sonrisa un segundo antes del accidente. Estuvo varios días en coma y cuando despertó nos miró, despistado, y sonrió de nuevo. Joder, la mejor sonrisa de nuestras vidas. Después volvió a dormirse envuelto en negrura y unos dolores que no se los deseo a nadie y esta vez pensamos que ya no volvía. O que volvía otra persona distinta a nuestro hermano pequeño.

Pablo abrió los ojos de nuevo, con kilos de menos y problemas de más, decenas de fracturas y heridas por el cuerpo. Horribles las que se veían, preocupantes las que se intuían, incomprensibles las que permanecían ocultas. Quería soltarse de la cama del hospital donde pasó más de un mes. Fueron noches eternas muertos de miedo en un estado constante de inconsciencia y pánico. Dicen que en esos momentos se recupera la fe, no he tenido nunca la suerte de sentirla, pero sí tuve sentimientos raros, especiales. Como cuando murió mi abuela Aurora. No he ido nunca a misa pero paso por el cementerio a hablar con ella siempre que puedo. Qué raro es el ser humano, qué anomalías tenemos en la cabeza.

Pablo se quedó sin trabajar, sin entrenar, sin estudiar. Tuvo que dejarlo todo por obligación: su trabajo, su carrera universitaria, sus scouts y su triatlón. Su vida. Pero la vida no se le iba a ir, no le tocaba porque lo que le toca es recuperarse paso a paso e ir retomando sus rutinas. Cuánto las echamos de menos cuando las perdemos. Puedo reconocer que algunas visitas al hospital eran medicina para nosotros, íbamos a animarle y salíamos animados, algunos somos tan débiles que se nos rompe un simple menisco y nos hundimos. Ahora tiene otro trabajo, ir a rehabilitación física y mental a diario. Trabajo duro, tajo que amarga y del que sale airoso cada día con esa sonrisa que nos desmonta, aunque le cueste escuchar, aunque le cueste ver, aunque le cueste andar.

Pablo nos ha demostrado muchas cosas en estos cinco meses: la entrega de la familia, el poder de la amistad, el apoyo de los compañeros, la profesionalidad de los médicos, la implicación de las enfermeras, el ejemplo del resto de enfermos recordándonos que siempre hay un pozo más profundo. Pablo tiene un don, devuelve más de lo que le recibe, sigue riendo cada día y la lección que nos está dando cada instante no se aprende en ningún sitio. Dice que la vida le ha dado otra oportunidad pero se equivoca, la oportunidad es la nuestra de tenerle desde 1993.

Vamos Pablo. Yo de mayor quiero ser como tú.

 

Nacho Tomás – Un tuitero en papel
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 2 de Marzo de 2016

La nueva vida de Pablo

Todos solemos usar frases hechas para intentar definir las cosas que nos suceden, tirando de tópicos involuntariamente sin pararnos a pensar en la profundidad que habitualmente transmiten los dichos o refranes de los que el castellano está plagado. ¿Quién no ha dicho alguna vez aquello de “ese día me cambió la vida”, y la vida, sin embargo, siguió igual que antes? No escribo esto con afán crítico, más bien con intención de elegir cuidadosamente las palabras que usamos, sirviéndonos así mejor del amplio léxico que a nuestra disposición tenemos los que usamos la lengua de Cervantes.

Hace pocos días se cumplieron tres años de un tropezón (iba a escribir escalón, pero no) que sí cambió nuestras vidas (y de qué manera), especialmente la de Pablo, nuestro hermano, hijo y amigo, cuando aquel fatídico accidente le dejó en coma. Ya lo he contado muchas veces y me sigue costando tragar saliva cada vez que me viene a la cabeza: un coche le pasó por encima cuando volvía de trabajar en bici camino de su casa.

Han sido tres años de infinitas pruebas, dolores, operaciones, llantos, depresión, rehabilitación, enfados, secuelas y frustración. Pero también han sido tres años de superación. De comportamiento ejemplar, de lágrimas de alegría. De victoria y por encima de todo, de una sonrisa contagiosa como ella sola. Tres años de objetivos cumplidos y de objetivos anulados. Para eso existen, para cambiarlos. Siempre lo hemos dicho, ¿verdad Pablo?

Con una incapacidad total revisable cada cierto tiempo, no puede trabajar de lo que trabajaba antes pero sí en otras cosas (la buena noticia es que le han quitado la absoluta que le impediría prácticamente hacer cualquier cosa) se debe enfrentar ahora a su nueva vida. Se ha ganado la adaptación curricular en la Universidad, donde estudia Trabajo Social, y se ha metido entre cejas acabar la carrera lo antes posible. Está realizando un curso de fotografía y, será que le veo con ojos de hermano mayor, pero le está cogiendo el punto al asunto deportivo. En su blog, con su voz, puedes ver sus progresos.

Se ha sacado el carné de conducir, ya tiene coche propio y no depende de nadie para moverse. Tus familiares te lo agradecemos, Pablo. Como guinda, se ha apuntado a mi gimnasio y me temo que en menos que canta un gallo me va a dar sopas con onda. Qué gusto, pijo.

Ya sabes su historia, si te lo encuentras por la calle y te sonríe será tu día de suerte, lo de Pablo no es de este mundo.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
31 de octubre de 2018