Lo que se cuece en Israel

Nuestro cerebro asocia un concepto exclusivo a las palabras que vamos aprendiendo desde la niñez, a las palabras que posteriormente leemos o escuchamos. Por eso a cada uno de los que ahora estáis leyéndome os acudirá a la mente algo distinto si escribo “Israel”, un espacio físico y psíquico donde resulta imposible separar religión, política e historia.

Estuve visitando este pequeño país (mismo tamaño que la Comunidad Valenciana y misma población que Andalucía) de la otra punta del Mediterráneo en un viaje de trabajo para conocer su ecosistema emprendedor, desconocido para muchos, entre ellos yo hasta ayer mismo. Y vaya la que tienen montada: un complejo entramado de gente inventando ideas con altísimo componente tecnológico, ingenieros poniéndolas en marcha, fondos de inversión para financiarlas y escaparates para mostrarlas al mundo y comenzar a monetizarlas, como por ejemplo el objetivo del viaje: OurCrowd Investor Summit, multitudinario evento con 39.000 profesionales de 183 países, con mención especial a la delegación murciana, un heterogéneo equipazo de grandes profesionales con los que tuve la suerte de coincidir. En temas de valores humanos, tenemos poco que envidiar a ningún país del mundo, oiga.

Cinco días en Tel-Aviv y Jerusalén con agenda de doce horas diarias para visitas conjuntas e individuales con empresas del sector que me ocupa, el marketing, explorando las posibilidades futuras de colaboración, ampliando y mejorando los servicios que ofrecemos a nuestros clientes en Murcia. Como me dijo un buen amigo: Israel está en el futuro y no sólo por tener una hora más en el reloj. La ciudad costera me trajo recuerdos mezclados de Barcelona y New York, rascacielos por todos lados, caos circulatorio, atascos monumentales y un paseo marítimo envidiable. Cristal y hormigón para alojar a miles de start-ups que levantan rondas de miles de millones al encontrar las soluciones exactas para los problemas concretos de este tinglado digital que nos desborda.

Luego nos dirigimos a la capital, con visita a la Universidad Hebrea (con un buen montón de Premios Nobel), a otras empresas potentes de la zona y presentación en directo de ideas locales en fases iniciales en las que pude comprobar que, como sucede en España, las tecnológicas saben mucho de lo suyo pero poco de branding, y qué falta les hace en ese mundo en el que muchas veces dependen de enamorar en dos minutos a un inversor para que les confíe su billetera. Nunca tendrás una segunda oportunidad de causar una primera impresión.

Dejo para el final el poco pero bien aprovechado tiempo de turismo que tuvimos sólo para decir que Jerusalén ha sido una de las ciudades que más me han impresionado. Y no voy precisamente corto de viajes.

Jerusalén te supera, pero esa es otra historia y deberá ser contada en otro momento.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
19 de febrero de 2020

Mensajeros, alergias y copilotos

A menudo cuento una graciosa anécdota que sufrí cuando un mensajero me entregó los billetes de un avión media hora después de la hora de salida. Eran otros tiempos, los «pasajes» se compraban por teléfono y te los entregaban físicamente en mano. En una semana como la que me viene, donde se me ha acumulado trabajo en media España, me da por pensar en cómo demonios se podían organizar en el pasado las personas que se movieran tanto como yo. Bueno, realmente ha sido culpa mía, que aprovechando actos y eventos a los que acudo en unos y otros sitios, añado reuniones de trabajo en lugares cercanos. Esto de vivir en una esquinita es lo que tiene: o matas varios pájaros de un tiro en los desplazamientos o vives viajando. Y más si tienes alergia a conducir, como el que escribe estas líneas.

Si nada falla saldré el jueves de Murcia en el Altaria dirección a Madrid, el viernes un AVE a Sevilla y el sábado vuelvo a casa en coche desde la capital andaluza. El lunes me desplazo de nuevo, esta vez a Alicante en autobús para volar a Bilbao. Desde allá en transporte compartido hasta Vitoria. Al día siguiente otro coche compartido, si tengo suerte, dirección San Sebastián terminar esa misma tarde cogiendo un avión de vuelta a Alicante, haciendo antes escala en Barcelona y poder llegar casi de madrugada a dormir el miércoles de nuevo en Murcia. ¿Tremendo eh? Pues no lo es tanto si tienes abiertas las páginas web de Google, de varias aerolíneas, las operadoras de tren y autobús, la agencia de reservas de hotel y el portal de compartir coche. Un inmenso rompecabezas que con algo de experiencia tardas en resolver pero al final resuelves. Y luego lo vuelcas todo al móvil sin gastar ni un papel.

En días como este agradezco eternamente disponer de estas nuevas plataformas que promueven estos diferentes movimientos, que facilitan este trabajo de locos que algunos tenemos de manera que podamos gestionar por nuestra cuenta las agendas de transporte de una manera eficaz y eficiente. Para continuar viajando. Para continuar viviendo.

Y ahora imagino una semana así de complicada laboralmente en, por ejemplo, los ochenta. Y visualizo a aquellas personas que se recorrían la península de cabo a rabo a través de unas carreteras a años luz de las que podemos disfrutar ahora, sentados en unos vehículos que nada tienen que ver con los que actualmente circulan por las mismas, ni en seguridad, ni en comodidad, ni en conectividad. Sin móvil y con la Guía Campsa como fiel copiloto. En el fondo era romántico, eso seguro. Deberíamos probarlo.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 7 de Febrero de 2018

 

 

 

Ancianos 2.0. Los geriátricos del futuro.

Los de mi quinta somos afortunados. Somos la generación bisagra entre jugar en la calle y las videoconsolas. Muchos de nosotros nacimos con la ilusión de pulsar un botón. Tal cual. Poder apretar ese luminoso y deseado botón rojo que lanzaba los cohetes de Comando G o ser como Koji Kabuto controlando a botonazos a Mazinger Z. Recuerdo el juego Simón que me trajeron los reyes a mediados de los años 80 con, nada menos, 4 botones. De colores. Brutal. Se encendían y sonaban al tocarlos. Eso era sentirse poderoso. Con el tiempo los botones perdieron hipnotismo cuando pasaron a formar parte de nuestro día a día: el ascensor, el mando de la tele, el microondas o la Play Station. Con nuestros padres la situación era diferente, aunque actualmente se hayan subido al tren de los aparatitos. De nuestros abuelos, ni rastro de lo anteriormente expuesto.

Ancianos 2.0. Los geriátricos del futuro.

Siempre que visito una residencia de mayores me fijo en lo mismo: ancianos sentados durante horas en un banco con la mirada fija en cualquier pequeñez. Aparentemente su soledad es absoluta, excepto cuando reciben visitas. Conozco varios casos cercanos y, por el otro lado del asunto, sé que es una solución muy buena, en muchos casos, tanto para los usuarios como para las familias. Pero, ¿qué sucederá en el futuro cuándo la generación actual sea la que esté en su lugar? Quizá la soledad no sea tanta gracias a las nuevas tecnologías, siempre que se consiga llegar a esas edades con capacidades para usarlas/disfrutarlas. No es descabellado imaginar a los abuelos del futuro, dentro de 20 ó 30 años, en constante comunicación con sus familiares o amigos, ya sea mediante chat, videoconferencia, o aquello que nos tenga preparado esa época. Por el lado romántico, me parece una situación algo triste. A veces pienso que estamos programados para perder la vista, el oído y la condición física para que llegados a la vejez, podamos pensar realmente en tranquilidad y con profundidad. Por el lado pragmático, la idea me seduce. La tristeza que transmiten los abueletes que no reciben visitas me parte en dos.

Esta es la reflexión que lanzo al aire.

Me encantará leer vuestras opiniones al respecto.

Nota: Artículo publicado originalmente en TechPuntoCero en Diceimbre de 2012. (LINK).