Hielo en Murcia

Poca gente conoce esta curiosa historia que sucedió en Murcia hace un siglo y que mezcla la pasión de un aventurero, el empuje de unas familias y la mayor crisis económica de la historia… ¡Vais a flipar!

En 1927 un jovencísimo Alberto Ruiz, natural de Yecla, viajó a Estados Unidos en un barco pesquero, enrolado como marinero. Obligado por su padre, pobre de solemnidad, pues huía de un más que probable ajuste de cuentas por unas deudas de juego.

Dicen que llegó habiendo perdido un dedo, a saber si por un accidente laboral o por otra apuesta a bordo, y los azares del destino le llevaron dando tumbos de acá para allá, buscándose la vida peor que bien la mayoría de las veces. Nadie sabe a ciencia cierta cómo acabó en Canadá, donde en medio de un durísimo invierno quedó totalmente fascinado con un juego que nunca había visto en su vida y que cambiaría el rumbo de muchas historias: El hockey sobre hielo.

Los canadienses eran los mejores por aquel entonces en un deporte que comenzaba a hacerse medio conocido en el mundo tras el exito cosechado en los Juegos Olímpicos de Chamonix en 1924 donde, curiosamente, los padres de Alberto se habían conocido catorce años antes. Él era conductor de autobús, contratado por una bodega y ella, Aurora Alcaraz, de Hellín, estaba de vendimia en la ciudad francesa. Flechazo, viaje de vuelta juntos y no es necesario que contemos mucho más: un precioso hijito.

En esta foto, junto a sus cuñados y el vástago protagonista de esta historia. Ojo, que no hay muchas más instantáneas de todos ellos juntos.

Alberto, buscavidas de nacimiento (además de murciano), consiguió convencer a la federación canadiense de que vinieran a España a demostrar sus habilidades y de paso él ganarse unos cuartos. Era una época radiante en todo el mundo, ideas locas welcome.

Pero claro, no había tenido en cuenta (o sí) lo complicado que es ver hielo en su fresco estado por debajo de algunas latitudes. Por cierto, esta es la única foto que existe de Alberto en una pista de hockey…

…porque lo que realmente gustaba a su familia materna no era el hockey sino el tenis, no obstante el chaval de El Palmar que estos días está revolucionando el mundo de la raqueta es descendiente de Aurora, cuyos hermanos trabajaron toda su vida en el Club de Tenis de su pueblo.

Para semejante proeza de mover a tanta gente había que tener mucho dinero y aquí es donde se pone interesante la cosa. Alberto convenció, tras un viaje relámpago de vuelta a España (para la época eran dos meses de ida y vuelta) a un grupo de empresarios cuyos nombres quizá os suenen. Son todos ellos dueños de empresas que aún hoy, cien años después, siguen funcionando a pleno rendimiento en Murcia. No voy a hacerles publicidad, pero no me digáis que no son reconocibles.

En aquella reunión, celebrada en la pecera del Casino, dicen que Alberto les aseguró que el equipo canadiense vendría de gira por todo el país si se preparaban a conciencia para ello, pistas de hielo incluídas.

Y se les pagaba, claro. Para lo cual, problema principal, deberían aprovechar el invierno, pues a principios del siglo pasado, mantener el hielo sin derretirse no era tarea fácil. Tendría que ser en pleno invierno.

La idea era sencilla, montar una gira de partidos de exhibición en los que el público quedara maravillado viendo a estos súper atletas, de casi dos metros de altura, patinando grácilmente sobre hielo al tiempo que metían goles en unas minúsculas porterías.

Alberto consiguió embarcar a cinco personajes canadienses que tenían negocios en España para ayudar en la intendencia. Tenían dinero e intereses, enamorados a distancia de nuestras costumbres, tradiciones y folklore, según le contaron.

Cinco hombres que todavía hoy nos suenan a todos y que nunca volvieron a cruzar el Atlántico de vuelta, pues formaron sus familias en nuestro país, siendo además, fundadores de algunas de las más famosas tradiciones murcianas: Sí, el Bando de la Huerta de Murcia, la Fiesta de la Vendimia de Jumilla, los Caballos del Vino de Caravaca, el Carnaval de Águilas y los desfiles bíblico-pasionales de la Semana Santa de Lorca provienen de Canadá. ¿Cómo te quedas?

Ojo entonces a lo que debemos a Alberto, no sólo traer la primera gira de hockey sobre hielo a España, sino además ser el germen de cinco grandes pilares de la sociedad y cultura murciana.

Pero sigamos a lo nuestro: con el dinero de todos los implicados bajo el brazo, el proyecto fue tomando forma en meses de arduo trabajo, hasta que tras el verano de dos años después, todo estaba finalmente preparado. A punto para el viaje desde América dirección a Europa, las sedes estaban acordadas, los jugadores motivados, los políticos deseosos y los empresarios ilusionados. Y por encima de todo, Alberto, muerto de miedo a la par que emocionado.

El barco, pagado por adelantado junto al caché de los deportistas, cargado hasta los topes de jugadores canadienses, empresarios con futuro y mucha ilusión por hacer un negocio que sacara de la pobreza a Alberto, estaba atracado a la espera de zarpar en el muelle de Chelsea.

Todo preparado, hasta que el jueves 24 de octubre de 1929, el día de antes de la partida prevista, la bolsa de Nueva York se desploma, arrastrando por el camino no sólo la idea de Alberto, sino el dinero de los empresarios murcianos y las ilusiones de los canadienses.

El crac del 29 truncó vidas y economía, provocando la Gran Depresión que muchos años después todavía colebaba a ambos lados del océano y más de un hijo tuvo que mendigar trabajo para sus padres. Perdido el dinero, Alberto volvió a Murcia de polizón muchos años después, en un momento complejo en España, donde tras pasarlas de nuevo canutas, formó una familia que sigue creciendo a día de hoy.

En el Malecón, cerca de la actual autovía en lo que se conocía como Huerto de los Cipreses, todavía se conserva una placa conmemorativa justo en el lugar en el que se comenzó a construir la pista de hielo murciana. Nunca sabremos si se habría podido jugar alguna vez un partido de hockey sobre hielo en nuestra tierra. Por ganas e ilusión no sería, desde luego.

¿Y sabes qué? El día previsto para el partido en Murcia era el jueves 7 de Noviembre de 1929…. Aún guardo la hoja de aquel calendario.

Y de ahí surge el nombre de mi empresa. Sí, N7 surgió un honor a una persona muy querida por mi, ya que si sé todo esto es porque Alberto era… ¡MI ABUELO!

Y esta historia ha sido parte de mi vida, contada en persona a trocitos durante muchos años en las noches de verano…

Una historia, además, completamenta falsa, porque acabo de inventármela ahora mismo, pensando en algo fresco en esta tórrida tarde murciana.

FIN

Entierros

Sin contar a los que iría de niño, recuerdo como si fuera ayer el primer entierro al que acudí siendo consciente del drama que supone morirse, principalmente para los que no lo hacen y se quedan en tierra sufriendo. Fue la joven hija de un amigo de mi madre al que todos queríamos mucho. Yo no tenía ni veinte años y como novato en estas lides me presenté en el tanatorio con una camisa negra pensando que era lo habitual, levantando un velo extra de dulzura e inocencia.

La muerte nunca ha sido tabú en mi familia, pues de bien pequeños pasamos por la de un primo hermano bebé que nos dejó a todos jodidos, traumatizados y echándonos por encima la primera capa de dureza que con el tiempo se hace costra. O eso crees tú, porque cada muerte es un mundo y aunque pienses que estás preparado, por muy lógicas y consecuentes que sean, todas duelen lo suyo. Luego ya esto fue un no parar, las familias grandes tienen este inconveniente, disfrutas a muchos, pierdes a muchos.

Mi lista, como la tuya, es amplia: Abuelos, tíos, amigos, primos, conocidos… Primero propios, a los que con el paso de los años se suman los políticos. Cada muerte tiene su historia y su tristeza. Porque cuando alguien se va, suele llevarse un trocito tuyo que ya no vuelve nunca. Todas las muertes suponen un bofetón de realidad que en el fondo es hasta bueno, te atan al suelo, te priorizan el día. Siempre sacamos tiempo para ir a un entierro, demostrándonos, a las bravas, que lo importante es lo importante. Esa llamada a destiempo que, poniéndote alerta, te prepara sin quererlo para una mala noticia, un nudo en la garganta, un cactus que crece por dentro, regado con las pocas lágrimas que consigues no sacar.

Los entierros, como tú mismo, evolucionan convirtiéndose en otro tipo de eventos sociales en los que vuelves a encontrarte, desarmado, con tanta buena gente a la que has querido en otros momentos, con los que has vivido mil batallas que, vistas ahora a distancia entre el velo del paso del tiempo, crecen y se sitúan ante nosotros con pureza, con limpieza, con experiencia. Sentimientos completos, miradas intensas, abrazos auténticos.

Las muertes nos matan un poco, al tiempo que nos hacen sentir vivos. Las muertes nos unen, derribando barreras que nadie recuerda quién construyó. En los entierros he escuchado algunas de las frases más bonitas de mi vida, el amor más verdadero, la bondad más penetrante, las emociones más genuinas.

Igual me arrepiento de estas líneas cuando la muerte cierre su círculo a mi alrededor y el dolor sea tan agudo que nada de lo arriba tenga sentido. Dicen que el tiempo lo cura todo, la verdad es que lo dudo: no puedo ni imaginarme lo que debe ser perder a una madre o un padre. Y vamos, ni pienso escribir lo doloroso de invertir el orden lógico de las cosas. Me tiemblan los dedos sólo de pensarlo.

Por eso, si estás leyendo esto por favor tarda en morirte, te quiero llorar cuando llegue el momento, ni antes ni después y mientras tanto a mi lado. La vida eterna debe ser preciosa, pero la prefiero por ahora táctil y compartida con mis seres queridos en este barrio de la película. Los créditos pueden esperar.

Nacho Tomás
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Twitter: @nachotomas
La Verdad de Murcia
Mayo 2022

Y por encima de todo, leer

Está la cosa complicada, seamos sinceros. Las distracciones son parte del flujo, dudando si lo que hoy nos despista es lo que ayer llamábamos concentración. Las continuas salidas de la carretera de la libertad de pensamiento dificultan cualquier otra cosa que no sea ir dando tumbos mentales. ¿Cuándo fue la última vez que viste una película del tirón, un partido completo sin mirar el móvil, una cena de amigos sin notificaciones?

Por eso, hoy más que nunca, cobra una especial importancia la lectura. La lectura cierta, concentrada y disfrutadora, porque cuando leemos el foco se ajusta, se centra y se agranda a cada página. Escribo hoy estas líneas tras ver una web que presume de comprimir los libros hasta dejarlos en infinitesimales resúmenes. ¡Ahorra tiempo (argumentan insensatos) y lee un libro en 3 minutos! Como si leer fuera un suplicio, o condensando el conocimiento que la lectura te aporta fueras a ganarlo para otra cosa más rentable. ¿Qué otra cosa puede darte a cambio más valor que un buen libro?

Confieso que cada vez leo menos y aun así creo que todavía mucho más que la media, no es raro el mes que no acabe dos o tres lecturas, ya sea en Kindle o en papel, pero es cierto que ya casi únicamente lo hago en la cama, justo antes de dormirme y, con el frenético ritmo actual, esos lapsos cada vez son más cortos pues caigo frito enseguida. Ya no encuentro esos huecos que antes buscaba para despejarme a través de unas buenas páginas, novelas (las menos de las veces) u otro tipo de estilo de no ficción que me suelen llamar mucho más la atención. Pero me he propuesto cambiar esta deriva, esta insustancial marea que a veces nos lleva sin rumbo por la procastinación para volver a saborear esos momentos en que el tiempo se para, o que vuela, lo mismo es en estos casos.

Leer como bálsamo y burbuja, como apoyo y compañía en la soledad de un mundo lleno de ruido. Leer para aprender, pero también para olvidar. Leer para escapar de los problemas, para enfrentarlos, para encontrar ayuda y resolverlos. Leer periódicos, novelas, anuncios, reportajes, blogs o tuits. Leer en cualquier idioma, sobre empresa, deporte, economía o sobre marketing. Leer artículos largos o columnas cortas, leer whatsapp kilométricos, leer prospectos médicos, leer emails e instrucciones de uso, leer subtítulos y actas de reuniones, leer manuales, contratos, etiquetas de la ropa. Leer podcasts.

Leer sin interrupciones, con un poco de sol dándote en las piernas, oliendo a esta primavera de entre estaciones que por fin estamos disfrutando, sintiendo el paso del tiempo a la vez que te haces joven entre letras. Leer para estar mejor contigo, para conectar con los demás, para estar mejor con los demás y conectar contigo. Leer para separar el día de la noche, la ficción de la realidad, lo importante de lo accesorio, la lectura de la imaginación.

Leer porque alguien ha usado antes su valioso tiempo escribiendo. Y es de bien nacido ser agradecido.

Leer para agradecer.

Gracias a los que escriben.

Gracias a los que leen.

Nacho Tomás
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La Verdad de Murcia
Abril 2022

¿Estamos conectados?

“Nacho, ya tienes tema para tu próximo artículo, pero a ver cómo lo enfocas que no piensen que estás pirado.”

Recibo este whatsapp (literal) tras contar a mi tío Juan lo que me acaba de pasar en el avión Madrid a Santiago. Me dirijo a Pontevedra a dar una de las clases del curso que imparto habitualmente en la ciudad gallega. Y todavía me tiemblan las piernas.

Vale, pero volvamos unos días atrás que todo encaje mejor. Es sábado y hemos quedado a comer con mis tíos, hace tiempo que no nos vemos, lo está pasando malamente por (entre otras cosas) una puñetera hernia en la espalda que lo tiene jodido a la par que dolorido. Ya os he hablado de él alguna vez en estas páginas. Juan fue como un hermano mayor en una larga época de mi vida que ahora no toca contar y en la que los reales tenían todavía poco protagonismo: Jorge era prácticamente un bebé y a Macarena y Pablo aún le faltaban dos o tres lustros para siquiera ser “pensados”. Con él descubrí algunas de las cosas que se descubren en la primera juventud. Mi madre (su hermana), la suya (mi abuela), la playa, los mediodías laborables de colegio y los veranos al sol, forjaron un hormigón que aún se mantiene, como esos edificios que sin el lustre de antiguo, siguen en pie, haciendo su función. Qué os voy a contar, todos tenéis un tío, un primo o un sobrino Juan en vuestras vidas.

Necesaria introducción ya realizada, es hora de volver al sábado de marras: comida y lo típico, ponernos al día, hijos que crecen, trabajos con altibajos, familia cerca y guitarra a mano. Sí, esto último quizá no es tan típico pero tengo comprobado que ir a todos sitios con las seis cuerdas parece una locura inicialmente pero al final canta siempre hasta el vecino. A Paz le van a poner una estatua, pero eso es también otra historia que ya he contado y que no sorprende a nadie. Su cara cuando diluviando nos metimos dentro del taxi con un bulto que parece una escopeta quedará en mi retina bien fijada una larga temporada.

Venga, vamos a mi casa, un par de copas y comienzan los recuerdos, comenzamos con los Enemigos y Septiembre, canción de despedida habitual en la Torre. Seguimos con El Último de la Fila y sus grandes éxitos. Nos estamos calentando y entonces recuerdo que a los dos nos ha gustado mucho siempre Victor Manuel. Pero el Victor Manuel más antiguo, el de la Planta 14, Solo Pienso en Ti, Bailarina, El Cobarde o Soy un corazón tendido al sol. Las cantamos todas, una por una, repitiéndolas cien veces para desesperación de nuestras mujeres.

Pasa el fin de semana y cómo esas veces que no puedes sacarte de la cabeza un recuerdo, más cuando lleva parejo una canción, las melodías cruzan nuestros whatsapp en forma de audio o de texto. Ayer mismo la última vez: “Aunque soy un pobre diablo, se despierta el día y echo a andar” me escribió el jueves a las 7 de la mañana. ¡Qué grande eres, Juan!

Hoy es viernes y estoy embarcando en Barajas, delante y de espaldas tengo un señor de pelo blanco que comienzo a reconocer. No me lo puedo creer. Me tiemblan un poco las piernas. Esto es increíble. Nunca he sido muy de acciones estas que hacen los fans, pero no puedo resistirme. Allá vamos.

  • Perdona, ¿Victor Manuel?
  • Sí, hola.
  • No te lo vas a creer, llevo una semana cantándote con mi tío, ¿te importa que nos hagamos una foto?

Nacho Tomás
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La Verdad de Murcia
Abril 2022

Jóvenes y redes sociales, un gran poder conlleva una gran responsabilidad

Los últimos informes sobre uso de redes sociales en la juventud son demoledores, se pasan al día muchas (muchísimas) horas con el teléfono en la mano, navegando entre aplicaciones, principalmente de mensajería, con las que están en contacto continuo con los suyos. Pero no son los únicos, tú mismo puedes consultar el tiempo de uso que haces de tu dispositivo y otras estadísticas que, sin duda, te darán que pensar.

Pero esto no es un sermón, es una responsabilidad la que tenemos todos, desde los padres a los hijos o desde los profesores a los alumnos y con este punto de vista, continúo dando charlas en institutos sobre las ventajas y los peligros que lo anteriormente comentado tiene para ellos.

Esta vez en el Floridablanca, la idea es hacerles ver el gran poder que tienen en sus manos y cómo las marcas usan esos datos que continuamente están generando para poder realizar publicidad «teledirigida». Dando por hecho que sus usos no van cambiar, al menos entenderán cómo pueden «domesticar» el algoritmo y recibir los impactos publicitarios más relevantes y útiles para ellos.

Otro punto de debate y reflexión fueron las fake news, haciéndoles ver también su poder como consumidores y distribuidores de noticias falsas sin conocimiento, algo que pueden evitar sencillamente leyendo medios de comunicación reales, no memes de internet o vídeos sacados totalmente de contexto o directamente manipulados.

La ludopatía que va ganando terreno en nuestros jóvenes fue otro tema candente, aceptando cómo un gran número de equipos deportivos de referencia nacional están patrocinados por casas de apuestas. Pero no todo es apostar en un partido, comprar el pase de batalla del Fortnite o las gemas del Clash Royale también son pequeños gestos que los introducen en una vorágine de la que es difícil salir.

La publicidad mueve el mundo y entender cómo esta ha cambiado y nos afecta es un paso de gigante para formar parte consciente de un sector que está ahí y no va a desaparecer a no ser que apagues tu teléfono y te metas a una cueva. No podemos quejarnos sin conocer cómo funciona y alimentando sin querer ciertos comportamientos: Si algo es gratis tú no eres el cliente… ¡sino el producto que se está vendiendo!

Varios alumnos vieron en persona cómo se personalizan los anuncios en sus teléfonos en función de sus datos demográficos o gustos personales, una maravilla para todos: anunciantes y usuarios.

Estar ultra conectado es fantástico para muchas cosas, pero lamentable para otras (acerca a los que tienes lejos y aleja a los que tienes cerca) y está provocando que los chicos y chicas de la actualidad cada vez tengan más pánico a hablar en persona para realizar cualquier gestión en la vida real.

En resumen, un gran poder, como decía el tío de Spiderman, conlleva una gran responsabilidad y los jóvenes de hoy en día, cada vez más conectados, tienen en su mano eso: Poder y Responsabilidad.

¿Les acompañamos?

Nacho Tomás
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Publicado en La Verdad de Murcia
Marzo 2022

Dejen sitio en los cielos

Quizá sea producto de mi imaginación, pero hoy me ha venido a la cabeza el sonido de los aviones en aquel invierno de 1991. Comenzaba la Guerra del Golfo y las noches retumbaban siniestras mientras sobre nuestras cabezas pasaban volando esas máquinas cargadas de vete tú a saber qué. Los niños de octavo de EGB de aquella época no tenían más forma de informarse que lo contado por padres o profes. Recuerdo haber sentido un poco de miedo, el justo para tener clara la dureza de una guerra que, aunque a distancia, estaba a las puertas de Europa y a la cual aquel ruido nos acercaba un poco. Todo era novedoso, nunca antes nadie de las dos últimas generaciones había (habíamos) sentido algo así. ¡Qué ilusos! Poco después los Balcanes, Chechenia, las crisis de Crimea, Osetia del Sur o Georgia… ¡Y lo que queda en cualquier parte del globo!

El polvorín que supone la constante tensión al Este de nuestro continente no debería amenazar lo conseguido, de hecho, quizá la situación actual del conflicto ruso tenga un efecto positivo en el aumento de poder real y de influencia de una Unión Europea en horas bajas. ¿Será por fin este el ansiado momento de demostrar que vamos todos a una, por encima de rencillas monetarias, fiscales, Brexit allá o ampliaciones acá? ¿Será por fin el momento de dejarnos de simples medias tintas, continuos brindis al sol y argumentaciones políticamente correctas para dejar paso a una altura de miras acorde a la compleja situación que tenemos frente a nuestras narices?

En 1991 yo tenía 14 años y no entendía muy bien lo que pasaba, aunque tardé poco en sospechar que aquello del petróleo por alimentos olía mal y que tener un enemigo público número uno a nivel mundial era tan real (para unos) como necesaria cortina de humo (para otros).

Y la historia se ha repetido incansablemente.
No sé por qué da tanto miedo nuestra ética.
Y cuánto os hacemos falta temblando.

Ha pasado el tiempo y hoy son mis hijos los que rondan los 14 años, sus dudas son las mismas, sus miedos son ahora los nuestros y asisten frustrados a una obra de teatro en la que los actores desconocen sus papeles, a los directores les importa tres pimientos el guión y donde el perdedor será como siempre el público, que además ha pagado su butaca.

Vuelven a sonar los aviones, quizá vuelva a traicionarme la imaginación, se parece a cuando siento que aún puedo oler la lluvia en el patio de aquel colegio.

Dejen sitio, por favor, hay gente trabajando. En los cielos sólo debería haber espacio para los pensamientos a nuestros seres queridos, las nubes y los pájaros. Bueno, y los aviones de pasajeros que tengan por destino un paraíso.

Y ojo, que en los actuales edenes ya no hay oasis, palmeras ni playas cristalinas, son sencillamente esos lugares que nos hacen falta.
Y hacia ellos siempre hay que dirigirse.

Nacho Tomás
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La Verdad de Murcia
Marzo 2022

Get back

No es la primera vez que me llaman cansino por algo. Y no va a ser la última. Soy de esos que cuando le da por algo lo exprime hasta la saciedad, principalmente ajena, con el consiguiente riesgo de malas caras, comentarios o cualquier otro exabrupto que, merecido posiblemente, me lanzan en esas habituales épocas de obsesión con esto o con aquello.

Mientras escribo tomo conciencia de que la mayoría de las veces que me pongo intenso tiene que ver con la música. Joder, la música. ¿Acaso existe otra cosa que consiga, con permiso del amor, revolverle a uno las tripas de esta manera? Para bien, digo. Bueno, para mal a veces también, la clave es amplificar los sentimientos y con sólo siete notas, oiga usted.

Como ya sucedió con “The last dance” de Michel Jordan, lo primero que sorprende de un documental de esta magnitud es cómo demonios han conseguido mantener en secreto semejante calidad y cantidad de metraje durante tantos años. Para despistados, estoy escribiendo sobre “Get Back”, la historia visual de la grabación de “Let It Be”, el mítico álbum de los Beatles que coincide con su no menos legendario concierto en el tejado.

Todos tenemos alguna relación con los Beatles, apuesto a que alguna de sus canciones te ha llegado al alma en algún momento de tu vida. Haz memoria. Personalmente los conocí de pequeño, mi padre vivió aquello y me transmitió musicalmente los discos “Rojo” y “Azul” a los que borré el surco de tanto ponérmelos. También tuve la suerte de que muchos de mis amigos eran y siguen siendo fans, recientes conversaciones incluidas. Qué buen gusto tenemos los de 1977, ¿eh?

El documental en sí da luz sobre la relación del resto del grupo con personas externas, permite formarte, como si de una película se tratara, un retrato de la personalidad de cada uno de ellos: retrasos, discusiones y respeto, deliciosa complicidad, frustraciones y poca fe en un futuro juntos que deriva por momentos en pasotismo. Pero por encima de todo está el descomunal talento que tenían los cuatro chavales y, a los que nos gusta toquetear con música desde siempre, esa curiosa manera de componer sacándose de la chistera himnos atemporales en semejante momento de crisis grupal o los paleolíticos métodos de grabación que hasta ayer mismo existían y el tremendo mérito que ello supone.

Sentir tan de cerca al cuarteto de Liverpool es una completa maravilla. ¿Es algo largo? Puede ser. ¿Es una obra maestra? Sin duda. Para el recuerdo la kafkiana situación con la policía y como se lo toman los músicos a la intrusión en la azotea. Posiblemente los mejores, y más tristes a la vez, momentos del documental, mezclando clase a raudales y nostalgia, a toro pasado, de saber que esa sería la última vez que los Beatles tocaron juntos.

Y gracias a Peter Jackson, podemos casi sentir que estuvimos allí: We all get back.

Nacho Tomás
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La Verdad de Murcia
Febrero 2022