Desde que dejé el triatlón tras aquel objetivo conseguido en 2017 y bajé el ritmo general de entrenamientos deportivos tenía claro que antes o después debía encontrar otra “diversión” atlética para liberar la mente del estrés laboral. Así que sin muchas esperanzas ni expectativas, me apunté a un gimnasio. Hace ya casi un año de aquello y la verdad es que me está gustando bastante, quizá porque siempre aprovecho para ver algún capítulo pendiente de las series que sigo. Ayer olvidé los auriculares y, como los veo habitualmente en inglés con subtítulos, decidí seguir la rutina habitual con un episodio de Mad Men. Tremendo error. Aunque podía seguir la trama…
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De la profundidad
En Murcia hay un pueblo que daría para película. Se llama “La Unión” y está al lado de Cartagena. Es un municipio nuevo, mezcla de antiguas poblaciones que se fusionaron independizándose de la cercana ciudad portuaria, creciendo tan a lo bestia que por algunos fue bautizada como la California española. Pero lo que sube tan rápido suele descender a la misma velocidad, perdiendo, principalmente por la crisis minera, dos tercios de su pico de treinta mil habitantes en poco más de treinta años. Su Parque Minero merece una visita, con la mina Agrupa Vicenta como vértice de una ruta con mucha historia. Si además se adereza con un buen guía,…
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Nacido para esto
Cuando aún no tenía hijos, y de eso hace ya más de diez años, tocaba la batería en un grupo de música bastante rocambolesco. Teníamos un MySpace y ensayábamos en los sórdidos locales de la Sala Gamma, en la carretera de Alicante. Recuerdo el larguísimo y estrecho pasillo, agujereado a ambos lados con puertas de metal forradas con cutres carteles de conciertos propios y ajenos. Quedábamos varias veces por semana y sudábamos más que en un gimnasio. Era un cuchitril cochambroso, pero joder, cómo sonábamos ahí dentro. Éramos cuatro. Yo, con mucha diferencia, el más malo de todos. Aunque tenía bastante experiencia componiendo por ordenador temas musicales para videojuegos y…
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Eurovisión y lo previsible
O la música de Eurovisión está mejorando a pasos agigantados o mis gustos musicales se han relajado con la edad. No hay otra explicación para el hecho de habernos tirado varias horas en familia frente a la televisión escuchando una por una las veintiséis canciones que este año formaban parte del certamen. Con lo que yo he criticado esto, madre mía. Una muestra más de mis contradicciones. Jóvenes negaciones convertidas en adultas decisiones. Un palito más en la pared de la celda que conduce a mi libertad condicional mental. Lo que hay que escribir. Pero es que no sólo estoy disfrutando (y mucho) con algunas de las composiciones musicales, es…
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Mesías Battiato.
Pido por adelantado disculpas si hiero sensibilidades religiosas. Pido por adelantado disculpas si hiero sensibilidades musicales. Pido por adelantado disculpas si hiero algo, lo que sea, porque escribo estas letras desde la emoción y el subidón. Y eso es algo que no debe hacerse. Pero como soy consciente de ello, me arriesgo encantado. Tenía ocho años cuando compré mi primera cinta de casete. Era un día de primavera y desperté al mundo musical. En el bolsillo me quemaba el billete naranja de doscientas pesetas, toqueteándolo mientras miraba al frente, camino de la tienda Discos Hamelín en el Jardín de Floridablanca. Lo sacaba cada varios pasos para comprobar que no se…
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Música clásica, astrofísica y órganos vitales.
Si me obligaran a elegir sólo una entre todas las composiciones de música clásica de la historia sería sufrir una terrible encerrona. ¿Pero a quién no le gusta que le pongan contra la espada y la pared? Pues venga. Elijo Barber. Elijo su Adagio para Cuerdas. Elijo emocionarme. Y elijo seguir escribiendo esta columna mientras la escucho de fondo. Si después pudiera ampliar la oferta y tuviera que elegir sólo tres el abanico se abriría y aunque seguiría siendo una emboscada saldría de ella con sigilo dejando tras de mí otras dos joyas eternas: la Cuarta Sinfonía de Brahms y las Tres Gymnopedies de Satie. Si las conoces tienes que…
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Esos de 1977.
Le llamaban hat-trick. Salir jueves, viernes y sábado hasta casi el amanecer. O sin casi más de un día. Época universitaria. Mucho tiempo libre. No había móviles, no había internet. Gracias a Dios. Estudiaban poco pero con alta efectividad: consiguieron terminar la carrera en más o menos el tiempo previsto. Ir a clase era sagrado. Yendo, prestando atención y tomando buenos apuntes tenían media asignatura en el bolsillo. Los estudios eran su única obligación. Algunos añadían trabajos esporádicos para pagarse caprichos o esa asignatura que se le había atragantado. Leían libros en los autobuses y se sacaron el carné de manipulador de alimentos. En las calles había peleas entre bandas.…