Le llamaban hat-trick. Salir jueves, viernes y sábado hasta casi el amanecer. O sin casi más de un día. Época universitaria. Mucho tiempo libre. No había móviles, no había internet. Gracias a Dios. Estudiaban poco pero con alta efectividad: consiguieron terminar la carrera en más o menos el tiempo previsto. Ir a clase era sagrado. Yendo, prestando atención y tomando buenos apuntes tenían media asignatura en el bolsillo. Los estudios eran su única obligación. Algunos añadían trabajos esporádicos para pagarse caprichos o esa asignatura que se le había atragantado. Leían libros en los autobuses y se sacaron el carné de manipulador de alimentos. En las calles había peleas entre bandas.…
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La guerra de los treinta años.
Cuando dejé atrás los veinte celebré una fiesta por todo lo alto. Era lo que tocaba. Acababa de volver a Murcia tras una larga temporada fuera y me sentía poderoso, como todos deberíamos sentirnos en ese momento. Qué diez años. Éramos astronautas. El abril de nuestras vidas. Tanta aceleración que quién iba a ponerse a pensar en los frenos. Copiabas lo que te gustaba. Sin pensar mucho, estabas haciéndote. Creciéndote. Los treinta son clave, asientas conceptos, engendras la prole, descartas locuras y como dice Javier García Gibert en el ensayo que da título a esta columna: “Se te viene el horizonte en una línea, y luego en otra, y en…