Desde mi casa se ve, se oye, se huele, se saborea y se toca la vida, como desde todas las casas, al ritmo que cada uno marca, saltando a trompicones las vallas que la salud pone en nuestra carrera a ninguna parte.
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Paracetamol y zumos de naranja
Somos débiles. Los seres humanos, digo. O quizá sea yo, porque cuando me pongo malo capuzo irremediablemente y me hundo en un profundo pozo del que me cuesta salir una media de tres o cuatro días. Y eso si la cosa no pasa a mayores. Somos fuertes, los seres humanos digo. O quizá sea yo, porque me pongo malo muy pocas veces. Eso sí, cuando caigo, caigo con todas las de la ley. Afortunadamente son tan pocas que la última vez que fui al médico no encontró mi historial en el ordenador. ¿Eres de Murcia seguro? Me preguntó. Juraría que sí aunque en esos momentos de mala fiebre uno es…
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Anginas
Llegaron las anginas con sigilo, se quedaron con estruendo y desaparecieron muy lentamente. Así suele ser mi relación con ellas. Me visitaron hace poco, tras varios años sin informar de su paradero. Volvieron con ganas, esas con que ves a un amigo de toda la vida tras una larga temporada desconectados, con la sensación de que no ha pasado el tiempo. Maravilloso. El termómetro alcanzó los 39.9C de fiebre, un nivel que sólo aguantan dignamente los niños. De los sudores mortales tuve que cambiarme de camiseta seis veces en una noche. Terrible. Una semana en cama. Inaudito. Llegó el frío a España y me pilló en el norte. Despachos calientes y ciudades…