El otro día vimos en familia “Memento”, la obra maestra de Christopher Nolan que ha cumplido 25 años, nada menos. Yo ya la había visto antes, pero mi hija, fan del director, la tenía pendiente y como es bastante más lista que yo, amén de que su cerebro funciona de manera diferente, vio cosas que yo no había visto hasta ahora. En resumen, y por no aburrir al lector, me quedo en cómo nuestros recuerdos no son siempre reales, sin intención quizá, pues los reconstruimos en función de lo que queremos recordar. Y esto, en mi opinión, es nuestra verdadera esencia.
Ha dado la vuelta al mundo la imagen de señor que, con la risita de su mujer al lado, roba de las manos la gorra que un tenista había entregado al niño que se sentaba a su lado. Un gesto visceral que le ha costado la reputación, pues las redes sociales han tardado menos que canta un gallo en reconocerlo como un famoso empresario polaco que ahora mismo está pagando, tanto él como su empresa, las consecuencias de tan estúpido acto. Basta un segundo para arruinar una carrera. Que se lo digan a los otros dos famosos protagonistas de este verano, el jefe y la empleada que son pillados infraganti en la cámara del concierto de Coldplay provocando un meme mundial.
Dos gestos, dos impulsos, dos ejemplos de cómo el escaparate en que vivimos no perdona. Pero la culpa, no nos equivoquemos, es de las personas, no de los medios. La integridad, al final, es eso: actuar en privado como lo harías en público. No por miedo a que te graben, sino porque la coherencia da paz. Vivimos en un mundo en el que cualquier gesto puede amplificarse en segundos, así que la única manera de no temer a la exposición es vivir de forma que no tengas que borrar nada después. Y en la vida real no hay opción de borrar un tuit.
Este verano, como siempre, he pasado todo el tiempo con mi familia. Soy un afortunado. La suerte de poder estar dos meses fuera del horno que es Murcia, como casi siempre he podido hacer desde que tengo mi propia empresa: Camino de Santiago, Conil de la Frontera, Yeste, Salamanca, Mojácar, los Alpes… Playa, campo, amigos, familia, puertos míticos del Tour de Francia, conciertos, trabajo, deporte.
Una mezcla intensa de conexión y desconexión. Privilegio y precio a la vez. Privilegio por poder dirigir mi agencia desde cualquier lugar con un portátil y buena cobertura. Precio porque no desconectas nunca del todo. Respondes whatsapp desde la playa, coordinas campañas entre viajes, mandas emails cerveza en mano y cierras propuestas en mitad de la montaña, pero vuelvo a septiembre con las pilas más cargadas que recuerdo, y eso es lo que cuenta.
Porque lo que viene es fuerte: N7 cumple 15 años, el sector publicitario está cambiando a lo bestia, vuelven los viajes internacionales, tengo mi primera novela en el punto de mira y retomo estas colaboraciones con La Verdad que tantas ganas tenía.
Si algo he aprendido este verano es que no puedes controlar todo lo que pasa ahí fuera, pero sí cómo decides responder. Y la importancia que tienen todos los gestos. Por pequeños que sean, porque las verdades duelen más que las mentiras.