El día que…

Todo se desequilibró el día que cruzamos la delgada línea que separa la opinión de la crítica, el comentario del juicio, la exposición de la sentencia. Antes, en los bares, no había problema, todo quedaba entre las cuatro paredes y las siete cervezas, entre las risas y los gestos que delataban la certeza o directamente la coña total. Pero ahora… ¡Ay, ahora!

En las redes hay más expertos que temas a tratar, igual te crítica una renta mal presentada que analiza con fruición la nueva serie que lo peta en Netflix o el último spot publicitario de moda. Oye, que sabes de todo. Y de todo sabes mal y pronto. Dejándote continuamente en el ridículo más espantoso.

El día que desconectamos de lo salvaje nos acabamos asalvajando, perdiéndonos entre lo que no somos. He visto hace poco «Nomadland» y «Lo que el pulpo me enseñó», película y documental con un fondo común y una trastienda llena de enseñanzas: el ahora como tesoro. Matthew McConaughey dijo al recoger el Óscar al mejor actor en 2013 que su objetivo en la vida era él mismo a diez años vista y cuando pase la década su meta seguirá igual de lejos, pero estará ahí, al alcance de sus dedos. Bonita metáfora de no estar aquí ni allí nunca. Qué ansiedad.

Tengo una teoría, la falta de contacto con la naturaleza ha asalvajado a algunos, valga la paradoja. Ahora se asilvestra el personal cuantas más horas pasa enjaulado. Y son ellos, a propósito y con todo el gusto, quienes se encierran encantados en sus guaridas, ilusamente pensando que son libres. Pero la libertad sigue donde siempre ha estado. Fuera.

El resto, los más numerosos, tenemos la suerte de vivir en un momento de giro, el mundo está de mudanza, los cambios son inevitables y, aportando un poco de nuestra parte, orientando las velas en la misma dirección, nos encaminamos a un lugar inhóspito pero deseado, la felicidad.

Es momento de volver a notar nuestros sentidos, de escuchar con oído, tocar con fino tacto, oler con memoria, ver con los ojos entornados… Saborear, al fin y al cabo. Son cinco pero podrían ser más y para todos estamos en el momento de agudizarlos.

El día que pasemos cinco minutos al día escuchando a nuestros cinco sentidos seremos finalmente libres, felices y, seguramente, conectados con nuestras raíces, que se adentran en la tierra, verde, marrón y húmeda.

Ese día será el día que…

Nacho Tomás
HISTORIAS DE UN PUBLICISTA
Twitter: @nachotomas
La Verdad de Murcia
Noviembre 2021

Hijos y redes sociales, trabajo duro conjunto

Hijos y redes sociales, una relación a trabajar conjuntamente

Sigue sorprendiendo que todavía, tantos años después de que las redes sociales comenzaron a invadirlo todo, haya mucha gente que no conozca algunas de las funcionalidades, características o motivaciones que supone para las empresas, los soportes publicitarios o incluso los propios consumidores la revolución habida en la forma de comunicar de la actualidad. Un tema especialmente punzante para nuestros hijos y las redes sociales que, sin saberlo, forman parte de esta industria.

Hablamos de un negocio que mueve millones de euros por segundo en cada país y que, al ser su uso gratuito, está claro que algún precio se debe pagar en algún lado del proceso. Cuando algo es gratis, el producto es el usuario, concretamente sus datos, que valen oro en esta época de intercambio de información y captación de leads.Todos actualmente vivimos inmersos en el mundo online, lo cual tiene infinidad de ventajas, pero también algunas vertientes ocultas y poco conocidas que especialmente nuestros adolescentes deberían ir asimilando. No se trata de meter miedo, ni mucho menos, únicamente debemos conocer lo que sucede cada vez que sacamos el móvil del bolsillo, abrimos e interactuamos con una red social, realizamos una búsqueda en Google o chateamos con cualquier app instalada en nuestro dispositivo.

Últimamente una parte de mis esfuerzos formativos va dedicado a exponer lo anterior en los centros educativos. Se trata de una asignatura pendiente ya no solo en las universidades, sino especialmente en institutos y colegios, por lo que se hace necesario el diálogo entre profesionales, padres, profesores y alumnos, de modo que se pongan en la mesa ciertos consejos y recomendaciones de utilidad para que la global convivencia con el mundo online sea más fructífera que negativa, consiguiendo una experiencia ampliamente satisfactoria para todos.

Personalmente, como padre, entiendo imprescindible hacer ver a los chavales su poder como usuarios a la hora de realizar compras y recibir la publicidad, su responsabilidad en la difusión de bulos y fake news, así como intentar ayudarles a que no les suceda lo que un estudio puso de manifiesto hace un tiempo: algunos jóvenes sufren ansiedad cuando tienen que relacionarse personalmente para realizar ciertas gestiones tan sencillas como acudir a un organismo público, abrir una cuenta en el banco o incluso recibir o realizar llamadas telefónicas.

Queda claro que padres, tutores, profesores y demás agentes implicados en la educación tanto doméstica como académica tenemos una responsabilidad que, si ellos como protagonistas están correctamente informados, será más sencilla atajar y sacar ventaja para su correcto desarrollo personal y social. Hijos y redes sociales, una relación a trabajar conjuntamente

Por mi parte, pondré todo lo que conozco en ello. Y a recibir lo que venga, que quizá aún ni lo podamos intuir. Aquí estaremos, apoyando y aprendiendo juntos. A vuestra disposición.

Nacho Tomás
HISTORIAS DE UN PUBLICISTA
Twitter: @nachotomas
La Verdad de Murcia
Noviembre 2021

N7, 11 años contigo

Montar una empresa es fácil, lo chungo es mantenerla y no hace falta que nadie diga lo complicado que supone pasar la decena de años. Ser parte de un negocio que paso a paso se convierte en algo grande genera una mezcla de orgullo y responsabilidad complicada de explicar con palabras. Tener un equipo cada vez más grande, un listado de clientes cada vez más amplio, un abanico de servicios cada vez más completo.

Ser parte de N7 es comenzar cada día con la ilusión de encontrarnos algo diferente, un mundo (el de la comunicación) que cambia cada minuto, que evoluciona a una velocidad que no permite dormirse nunca, convirtiendo en un precioso reto cada nuevo cliente, cada nueva campaña, cada nuevo acierto. No hay palabras para describir lo que disfrutamos con nuestro trabajo y eso se nota en el cariño que ponemos a lo que hacemos y en el que recibimos de nuestros compañeros de viaje.

Ha llegado 2021 y tras el shock mundial de la pandemia cumplimos 11, a punto de la docena y con más ganas que nunca de seguir caminando al lado de cada día más marcas. ¿Quién nos iba a decir allá por 2010 cuando comenzamos a rodar haciendo sencillas páginas web que llegaríamos a donde estamos?

No hay otro secreto que el trabajo duro, la empatía con los clientes y los empleados, la educación y buenas maneras, la formación continua y las ganas diarias de hacer las cosas bien, con entrega y mucha pasión.

Mientras no perdamos nada de este cocktel creo que podremos seguir creciendo, pasito a pasito, con mano firme y como dije en una entrevista hace poco, transmitir con tranquilidad, serenidad y seguridad la idea de que “Elegir N7 es tener la tranquilidad de estar en buenas manos”

Ahora a por otros 11 años. ¡Y que tú los veas!

Estambul, entre dos continentes

Estambul, ciudad Asia Europa

Que hay una época para cada cosa en la vida lo sabe todo el mundo, aunque tardemos a veces más de la cuenta en ser conscientes del asunto. Mira hacia atrás y dime que no tengo razón. Cuántos argumentos tragados, cuánta nueva perspectiva años después, cuántos diferentes prismas van apareciendo por los que visualizar y entender, antes o después, que lo único inmutable es la propia mutabilidad. Y lo vivido en Estambul lo demuestra.

No es la primera vez que hablo de mis contradicciones, de lo que nunca haría y ahora es rutina, de lo que odiaba con toda mi alma y actualmente amo. Y viceversa, por supuesto. A la infinita lista anterior toca unir hoy los viajes organizados, madre mía, con lo que he renegado de ellos tantas veces en la juventud ya van unos cuantos últimamente, quizá tener que viajar tanto por mi cuenta fue el detonante de la necesidad de dejarse llevar y pensar poco de vez en cuando, disfrutar con todos los sentidos del destino elegido sin esa chispa que otras veces puede proporcionar perderse, llegar tarde, confundir una conexión en el metro, no tener claro el cambio de moneda, desorientarse o no encontrar lo que en algún momento se busca.

Estambul, con el Colegio de Economistas de Murcia ha sido el último ejemplo de sus ventajas, viaje exprés bien exprimido por un genial organizador y con una compañía inmejorable. No tenía ni idea de que unido a la cantidad de beneficios que otorga la colegiación se incluían estas maravillas. La ciudad más grande de Turquía (inabarcable a la vista, más de quince millones de habitantes) necesitará una visita de revision más adelante, ojalá con la prole, para acabar de interiorizar el shock que en el visitante produce esta joya. Rodeada por el mar de Mármara y el estrecho del Bósforo (el famoso Cuerno de Oro) las empinadas calles te reciben entre cantos a la oración y mercaderes del siglo XXI con las manos tan abiertas como solo puede hacer un histórico lugar mezcla de todo: continentes, religiones, mares, rutas comerciales y distintas personas. Vistas que quitan el aliento, riberas jalonadas de perlas arquitectónicas, paisajes urbanos descomunales, Historia con mayúsculas: sultanes, emperadores, césares, príncipes, cambios continuos, puesto que como nosotros, las ciudades también evolucionan, a veces a mejor.

La plaza Taksim, el barrio de Galata, la calle Istiklal (especialmente sus alrededores), los Palacios de Dolmabahce y Topkapi (con sus respectivos harenes), la Mezquita Azul, la de Solimán el Magnífico y la de Rüstem Paşa, el Mercado de las Especias, el Gran Bazar o el Hipódromo. Bocadillos de caballa, té por la calle, delicias turcas, música en directo, gatos y perros. Pero por encima de todo la indescriptible Mezquita de Santa Sofía donde parece concentrarse toda la fuerza del mundo. Qué momento. Metrópolis vivísima, a medio camino entre Asia y Europa, con calles abarrotadas, cientos de palacios, mezquitas y banderas, miles de tiendas, millones de personas y alguna que otra Bomonti, la riquísima cerveza marca de la casa. Porque Estambul es cultura, es noche, es ocio, es día.

Por supuesto que la clave es alternar unas cosas con otras y, si estamos con este costal, la harina de viajar a lo mochilero e improvisación toma una nueva fuerza cuando no es habitual, ganando experiencias y momentos siempre. Y me encanta también hacerlo de esa forma cuando toca y así pienso transmitirlo a mis hijos, o intentarlo que a estas edades nunca se sabe: todo es bueno en la vida, todo llega y se saborea más si es en buena compañía, como la que hemos descubierto en Estambul. Habrá que repetir viaje, destino o amigos. O mejor todo junto.

Nacho Tomás
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La Verdad de Murcia
Octubre 2021

Google, 23 años haciéndonos la vida más fácil

Poca gente a finales de los noventa podría pensar que una idea, quizá algo loca en aquel momento, revolucionaría trascendentalmente la vida de tantas personas sólo unos años después. Larry Page y Sergey Brin tenían en la cabeza inicialmente solucionar uno de los problemas que comenzaba a revolotear las cabezas de los, por aquel entonces, todavía novatos internautas: organizar de alguna forma el absoluto maremágnum de información a nuestra disposición en la red.

Se dice que cada dos o tres años de la actualidad se crea más contenido nuevo que en toda la historia de la humanidad precedente y, en estos días, el 99% de este nuevo contenido está directamente volcado a internet. Queda claro entonces que necesitamos una herramienta para localizar lo que queramos buscar, y es en ese momento cuando Google encuentra un nicho de mercado, si no del todo vírgen, sí desde luego con amplias mejoras a implementar.

Ya en 1993 surgió el primer buscador de contenido, llamado Wandex, que pretendía también saber cómo de grande era la red. Más tarde una horda de proyectos catalizaron la idea con mayor o menor éxito, entre ellos cabe destacar (y posiblemente recordados por algún lector de mi quinta) Lycos, Altavista, Yahoo, Ask o Bing, todos prácticamente en desuso hoy, al menos en España con una cuota de mercado de más del 95% (88% en el resto del mundo). Y entonces siguió creciendo, en gran parte por su excelente trabajo, y pudiendo ampliar a otros campos en los que, con el paso de los años, iniciar su conquista mundial, porque claro, si Google (ahora Alphabet) nos ha cambiado la vida no es sólo por ser un excelente buscador, sino por tener actualmente un casi infinito catálogo de servicios que usamos cada minuto: Android, Adwords, Maps, Photos, Shopping, Trends, Drive… Y cada vez que usamos alguno de ellos, hacemos más grande y más eficaz la maquinaria que despliega este gigante, que conoce tus gustos personales quizá mejor que tu mismo, con unos algoritmos casi infalibles que le hacen mostrarte como usuario justo lo que quieres y ayudarte como anunciante a encontrar a tu más concreto target. Redondo, ¿no?

En el horizonte y a modo de nubarrones, las acusaciones de monopolio por un posible mal uso de su posición privilegiada en tantos lugares y de, cito textualmente, «haberse convertido ilegalmente en el «guardián» de internet. De hecho ya ha tenido que asumir algunas multas no precisamente pequeñas.

Por mi parte, lo tengo claro, si usas sus servicios gratuitos no hay que ser muy listo para saber que te estará cobrando por otro lado y hoy lo más valorado son tus datos, todos ellos muy probablemente en su poder porque así lo has querido. Y es bueno que así sea, al final la publicidad mueve esta parte del mundo y si de esta forma recibes anuncios personalizados sobre productos interesantes, bienvenido sea.

Si no te gusta o estás en contra, la cosa es sencilla, tira el smartphone por la ventana y asume las consecuencias. O usa otros servicios pagándolos y sin la seguridad de que tus datos no se revendan al mejor postor o un hacker se los meriende y te complique la existencia.

Aquí un fan de Google, creo que ha quedado claro.

Lisboa, en una interesante encrucijada

Fue en el siglo pasado cuando recorrí por última vez las calles de Lisboa, hasta hoy que he vuelto a esta preciosa ciudad, sede del Velo-city Conference de este año, el mayor congreso de movilidad ciclista del mundo que durante cuatro intensísimos días ha convertido el Parque das Nações en el epicentro mundial de las dos ruedas y los pedales.

Vamos por partes, primero lo laboral: tercera vez que acudo a este evento, organizado por la Federación Europea de Ciclistas a la que asisto en representación de la Red de Ciudades por la Bicicleta y como miembro de la junta de Cities and Regions Network, que vuelve a ponerse en marcha presencial tras unos meses algo parada por el Covid. Una conferencia en la que hacer cada vez más contactos tanto en Europa como fuera del continente, pero principalmente haciendo piña a nivel nacional, con muchas nuevas caras que poco a poco se van uniendo a la movilidad sostenible por todo el país. El grupo de españoles es cada vez más numeroso y heterogéneo, lo cual da pistas de hacia dónde se dirigen nuestras ciudades con gente trabajando desde Barcelona, Valencia, Madrid, Aragón, Navarra, Sevilla, Donosti, Pamplona o Murcia… En esta edición, tras haber expuesto en la anterior celebrada en Dublín, me propusieron moderar un panel de experiencias ciclistas en Kiev, Zagreb, París y Sevilla, cuatro ejemplos del efecto sinergia que se produce cuando las asociaciones de usuarios trabajan mano a mano con las entidades públicas, tanto locales, como regionales o incluso nacionales, una pena que nos quedáramos sin tiempo para la cantidad de preguntas y participación del público que hubo. También es importante poner en valor en un escaparate internacional como este lo que, aunque con retraso, estamos comenzando a realizar en nuestro país. Acudí a todas las demás ponencias que pude, dado que en estos eventos se suelen solapar muchas de ellas y me traje muchas ideas y nuevos amigos. El año que viene nos vemos en Eslovenia, ojalá ya con menos medidas de seguridad sanitaria que en mi opinión han descafeinado algunos momentos, con tanta mascarilla y distancia. Será un buen síntoma.

Por la parte lúdica Lisboa está tal como la recordaba, radiante, luminosa, con sus elegantes nubes y calles empinadas, las fabulosas vistas desde las alturas, su excelente bacalao y vinho verde, rezumando el típico portugués regusto a decadencia (aunque lejos de la que despide Oporto) y con ganas de conocer cada rincón de sus barrios y colinas, algo imposible dada la gran extensión de una ciudad que esta vez pude recorrer con las geniales bicicletas públicas eléctricas del servicio Gira Bike y que se encuentra en una interesante y positiva encrucijada con elecciones a la vuelta de la esquina y un proceso de reforma de su movilidad más que ambicioso.

A favor su clima muy agradable y poco predecible, su buena comida a un precio a veces irrisorio y una gente encantadora y servicial, de esa que te deja el poso de querer volver. Habrá que hacerlo, Lisboa está a tiro de piedra, es cálida y acogedora. Y además me falta montarme en sus famosos tranvías.

Nacho Tomás
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La Verdad de Murcia
Septiembre 2021

París y los sueños infantiles

Tengo cuatrocientas y pico palabras (me temo que esta vez van a ser más) para intentar comprimir lo inabarcable, describir las sensaciones que despierta París en el viajero, los rincones más comunes, las sorpresas menos conocidas y, tras cinco veces en más de veinte años por sus calles, decido que puedo atreverme a probar. Allá vamos.

Partamos de la base de que no es lo mismo viajar solo, en pareja, acompañado de amigos o hacerlo en familia. He estado en la capital de Francia en todos los casos anteriores y además, tanto por trabajo como por placer, que tampoco es lo mismo. Sea de la forma que sea, os cuento hoy aquí la última visita, con mi mujer y mis hijos que, al ser ya casi adolescentes, lo han hecho todo más fácil.

Llegamos pronto, hay un vuelo de Alicante muy temprano, lo cual ayuda a aprovechar el primer día, ese que a veces se atraganta entre maletas, aeropuertos e indecisiones. A patear Montmartre y sus callejuelas de película, vistas de órdago y el Sacre Coeur y la Place du Tertre como epicentros sobrevolando los Grandes Bulevares. La tarde, con guía, fue exprimida desde el Ayuntamiento hasta el Louvre, pasando por Notre Dame, el pont Neuf, el de les Arts, la Rue Rivoli, los preciosos relojes del Museo de Orsay y el otro no menos impactante y con leyenda incluída de la Torre del Reloj en el edificio fortificado de la Conciergerie, que durante la invasión nazi fue centro del alto mando alemán, pelos de punta al imaginar las esvásticas colgando de los balcones, para terminar la marcha en la verde explanada de los Inválidos, coronada con su imponente cúpula dorada, tumba de Napoleón. Luego un paseo en barco nocturno con truco/sugerencia (cena de supermercado con bocatas y vino en una ventana) y reventados al hotel. El peaje necesario de ir a EuroDisney nos tomó un día completo en el que disfrutamos tanto niños como adultos, de montaña rusa en montaña rusa, al parecer algo descafeinado el show por las restricciones Covid.

El tercer día de nuevo paliza, con subida a la Torre Eiffel y caminata al Trocadero, con uno de mis momentos preferidos de esta ciudad: cruzar el Sena en ese metro al aire libre que proporciona quizá las mejores vistas de la gran torre metálica, apareciendo como por arte de magia entre los inconfundibles edificios parisinos. Por la tarde lluvia y comida por las calles del Barrio Latino (Rue de la Harpe especialmente recomendable) y visita obligada a la Saint Chapelle (mi primera vez en tanto tiempo y menudo Stendhalazo, madre mía). La guinda a esa noche la pusimos paseando por la ribera del Sena, disfrutando de una cerveza con el agua a nuestros pies y la hora azul pintando magistralmente las majestuosas vistas. Último día, paseo de despedida desde la Ópera a La Sorbona, pasando por la Madeleine, la Plaza de la Concordia (con su tri-milenario Obelisco), los Campos Elíseos, el Arco del Triunfo y el de Carrusel y los Jardines de Tullerías, exprimiendo las horas antes de la vuelta, un vuelo nocturno que también ayuda a estirar todo un poco.

En resumen, una de las capitales del mundo, ciudad eterna, que me ha gustado mucho visitar en esta época del año, con días más largos, luces más moldeables, clima más benigno para un español del sur… París es una ciudad sin mar, pero con un barco en su escudo y un lema del que tomar buena nota: “Fluctuat nec mergitur”. A destacar, como siempre, su excelente transporte público, usando constantemente el metro, cercanías y sobre todo las patas que para eso las tenemos, pero echando de menos haber probado una bici, especialmente tras ver cómo la ciudad ha vivido una revolución en su movilidad urbana. Volveré para probarlas, ya había visitado París a pedales hace mucho tiempo y la experiencia no fue del todo satisfactoria, lo que pasa con cualquier ciudad que no se atreve a apostar decididamente por los medios de transporte saludables. Alcadesas valientes, ciudades que evolucionan.

Mi mujer y yo ya éramos unos enamorados de París, ahora mis hijos, que van conociendo poco a poco una pequeña parte de Europa, dicen que es su ciudad preferida e incluso fantasean con venirse aquí a estudiar. ¿Y quién soy yo para cortar sus sueños?

Nacho Tomás
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La Verdad de Murcia
Septiembre 2021